El cambio de administración en EE. UU. trae consigo una nueva política exterior que, en esta ocasión, prioriza la geopolítica ante la ideología.
Por qué importa. La segunda presidencia de Donald Trump está cambiando el paradigma internacional. Aunque la imprevisibilidad es su característica, la verdadera esencia del proyecto internacional de Trump es imponer los intereses geoestratégicos de EE. UU. dentro y fuera de su esfera de influencia.
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A diferencia de los gobiernos demócratas, para Trump es imperativo que los fondos del contribuyente se inviertan en defender los intereses de EE. UU. y no exportar agendas ideológicas.
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Para países como Guatemala, esto es una excelente oportunidad.
Fisgón histórico. Durante el tiempo de Todd Robinson como embajador de EE. UU. en Guatemala, los fondos de EE. UU. se enfocaron, primordialmente, en el sector de justicia. A través de CICIG, EE. UU. y la ONU pretendían desarticular los Cuerpos Ilegales y Aparatos Clandestinos de Seguridad (CIACS); objetivo que nunca se alcanzó y que, eventualmente, se abandonó. Después, como subsecretario de Estado para Asuntos Internacionales de Narcóticos y Aplicación de la Ley, Robinson exacerbó su obsesión con Guatemala y contra sus élites.
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En tiempos de la Administración Obama (2008-2016), el Ministerio Público y la CICIG se volvieron en los mayores receptores de fondos estadounidenses en Guatemala.
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Temas prioritarios para la seguridad nacional de EE. UU. —como el narcotráfico y la migración— pasaron a un segundo plano.
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El gobierno de Obama fue un fiduciario de una agenda de persecución con motivaciones presumiblemente ideológicas, algo que se replicó durante la presidencia de Joe Biden.
El otro lado. El cambio bajo la Administración de Trump es radical. Las prioridades para el republicano, con respecto al hemisferio occidental, son resolver la crisis migratoria, el combate al narcotráfico y debilitar la presencia de China en la región.
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Para ello, Trump pretende centralizar los esfuerzos de política exterior en un Departamento de Estado (DOS) que responde directamente a la Casa Blanca.
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Los fondos para oenegés que trabajan en los diversos frentes de los Objetivos del Desarrollo Sostenible pasarán a invertirse en proyectos de infraestructura y fortalecimiento de las fuerzas del orden.
Sí, pero. Guatemala sigue teniendo una economía poco diversificada, además de tener un entramado institucional débil y vulnerable al crimen organizado. El desempleo y los desplazamientos propiciados por fenómenos como el narcotráfico son dos de las principales causas de la migración hacia EE. UU.
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Bajo el DOS de Rubio, Guatemala puede aprovechar los proyectos de inversión en infraestructura para fomentar una mayor industrialización y, así, generar más empleo y una economía más diversificada y resiliente.
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Guatemala también tiene la oportunidad de obtener apoyo de EE. UU. para combatir al narcotráfico, que amedrenta a su ciudadanía y pone en riesgo su fortaleza institucional, a pesar de no ser un país productor ni consumidor de drogas.
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Saber alinear la agenda de desarrollo de Guatemala con los intereses geopolíticos de Trump —libres de agendas ideológicas— le brindan al país una oportunidad de la que se le ha privado en 12 de los últimos 16 años.
El cambio de administración en EE. UU. trae consigo una nueva política exterior que, en esta ocasión, prioriza la geopolítica ante la ideología.
Por qué importa. La segunda presidencia de Donald Trump está cambiando el paradigma internacional. Aunque la imprevisibilidad es su característica, la verdadera esencia del proyecto internacional de Trump es imponer los intereses geoestratégicos de EE. UU. dentro y fuera de su esfera de influencia.
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A diferencia de los gobiernos demócratas, para Trump es imperativo que los fondos del contribuyente se inviertan en defender los intereses de EE. UU. y no exportar agendas ideológicas.
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Para países como Guatemala, esto es una excelente oportunidad.
Fisgón histórico. Durante el tiempo de Todd Robinson como embajador de EE. UU. en Guatemala, los fondos de EE. UU. se enfocaron, primordialmente, en el sector de justicia. A través de CICIG, EE. UU. y la ONU pretendían desarticular los Cuerpos Ilegales y Aparatos Clandestinos de Seguridad (CIACS); objetivo que nunca se alcanzó y que, eventualmente, se abandonó. Después, como subsecretario de Estado para Asuntos Internacionales de Narcóticos y Aplicación de la Ley, Robinson exacerbó su obsesión con Guatemala y contra sus élites.
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En tiempos de la Administración Obama (2008-2016), el Ministerio Público y la CICIG se volvieron en los mayores receptores de fondos estadounidenses en Guatemala.
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Temas prioritarios para la seguridad nacional de EE. UU. —como el narcotráfico y la migración— pasaron a un segundo plano.
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El gobierno de Obama fue un fiduciario de una agenda de persecución con motivaciones presumiblemente ideológicas, algo que se replicó durante la presidencia de Joe Biden.
El otro lado. El cambio bajo la Administración de Trump es radical. Las prioridades para el republicano, con respecto al hemisferio occidental, son resolver la crisis migratoria, el combate al narcotráfico y debilitar la presencia de China en la región.
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Para ello, Trump pretende centralizar los esfuerzos de política exterior en un Departamento de Estado (DOS) que responde directamente a la Casa Blanca.
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Los fondos para oenegés que trabajan en los diversos frentes de los Objetivos del Desarrollo Sostenible pasarán a invertirse en proyectos de infraestructura y fortalecimiento de las fuerzas del orden.
Sí, pero. Guatemala sigue teniendo una economía poco diversificada, además de tener un entramado institucional débil y vulnerable al crimen organizado. El desempleo y los desplazamientos propiciados por fenómenos como el narcotráfico son dos de las principales causas de la migración hacia EE. UU.
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Bajo el DOS de Rubio, Guatemala puede aprovechar los proyectos de inversión en infraestructura para fomentar una mayor industrialización y, así, generar más empleo y una economía más diversificada y resiliente.
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Guatemala también tiene la oportunidad de obtener apoyo de EE. UU. para combatir al narcotráfico, que amedrenta a su ciudadanía y pone en riesgo su fortaleza institucional, a pesar de no ser un país productor ni consumidor de drogas.
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Saber alinear la agenda de desarrollo de Guatemala con los intereses geopolíticos de Trump —libres de agendas ideológicas— le brindan al país una oportunidad de la que se le ha privado en 12 de los últimos 16 años.