Meses antes de que se confirmara el regreso de Trump a la Oficina Oval, desde Europa hasta México crecía la inquietud ante el posible desplazamiento del libre comercio como principio rector de las relaciones comerciales globales, dando paso al auge del nacionalismo económico.
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Para Trump, quien durante la campaña afirmó que “arancel es una de las palabras más bellas del diccionario”, un mundo en el que países como China y aliados de EE. UU. expanden su industria a costa de los estadounidenses, es un mundo injusto.
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En este contexto, la región más cercana a la frontera sur de EE. UU. se encuentra en una posición ambigua.
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Si bien la atrevida política comercial de Washington no ha afectado significativamente —por ahora— a los países centroamericanos, sí funciona como una poderosa medida disuasoria para que estos cumplan sus compromisos con EE. UU.: frenar la migración, combatir el narcotráfico y reducir la influencia de China.
En perspectiva. EE. UU. es el socio comercial más importante de los países centroamericanos. En casi todos, representó más del 30 % de su intercambio global, alcanzando aproximadamente USD 42 300M en 2023. Aunado a ello, en los países del Triángulo Norte, las remesas provenientes de EE. UU. representaron cerca o más del 20 % de su PIB.
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La fuerte dependencia de la región con EE. UU. ha dejado a sus gobiernos con escaso margen para negociar con la administración Trump.
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Sin embargo, la situación actual, tomando en cuenta el enorme desequilibrio de poder entre las partes, parece haber sido satisfactoria para la mayoría.
Entre líneas. La naturaleza agro exportadora y textil de las economías centroamericanas —las cuales gozan de entrada libre a EE. UU. gracias al DR-CAFTA— ha protegido a los países de la región del furor arancelario de Trump. En países como Guatemala, Honduras y Belice, estas industrias representan más del 50 % de su oferta exportable.
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Para EE. UU., estos productos no son prioritarios en su estrategia de reindustrialización, como sí lo son los sectores manufactureros y las industrias del acero y la automotriz.
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Sin embargo, no puede descartarse que Washington pueda tomar medidas que afecten negativamente a Centroamérica si no se atienden sus intereses más prioritarios.
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El mejor ejemplo es Panamá, donde Trump, como moneda de cambio, amenazó con “recuperar el canal” si no limitaban la actividad de operadores chinos en sus puertos.
Ecos regionales. La aparente simpatía del movimiento MAGA por Nayib Bukele y su “mano dura” contra el crimen organizado parece haberle ganado el favor norteamericano, que está ansioso por trabajar con El Salvador en temas de deportaciones, considerando además la posibilidad de atraer cierta inversión al país.
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Guatemala, por su parte, se comprometió a recibir un 40 % más de vuelos de repatriados y a redoblar esfuerzos en la lucha contra el narcotráfico. A cambio, Marco Rubio anunció que apoyará al país en el desarrollo de su infraestructura portuaria.
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En el caso de Nicaragua, la hostilidad de la dictadura de Daniel Ortega hacia Washington, sumada a sus estrechos lazos con China, ha llevado a la administración de Trump a considerar seriamente su expulsión del DR-CAFTA.
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En cuanto a Honduras, la inicial postura confrontativa de Xiomara Castro ha generado serios roces entre ambos países; sin embargo, la reanudación del tratado de extradición, crucial en la lucha contra el narcotráfico, avizora un panorama más positivo.
Balance. Más al norte, el arancel universal del 25 % anunciado para todas las importaciones de México y Canadá es un claro ejemplo de que EE. UU., bajo el mandato de Trump, manejará sus relaciones bilaterales de manera transaccional en el mejor de los casos y, cuando lo considere favorable a su interés nacional, de forma abiertamente unilateral.
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Por ahora, los países centroamericanos pueden estar tranquilos.
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Sin embargo, esto apenas comienza, y todo parece indicar que, al contar con pocas cartas de negociación, lo más sabio es no tentar la paciencia de Washington, quien supervisará muy de cerca la cooperación de sus vecinos del sur en los temas que considera prioritarios.
Meses antes de que se confirmara el regreso de Trump a la Oficina Oval, desde Europa hasta México crecía la inquietud ante el posible desplazamiento del libre comercio como principio rector de las relaciones comerciales globales, dando paso al auge del nacionalismo económico.
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Para Trump, quien durante la campaña afirmó que “arancel es una de las palabras más bellas del diccionario”, un mundo en el que países como China y aliados de EE. UU. expanden su industria a costa de los estadounidenses, es un mundo injusto.
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En este contexto, la región más cercana a la frontera sur de EE. UU. se encuentra en una posición ambigua.
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Si bien la atrevida política comercial de Washington no ha afectado significativamente —por ahora— a los países centroamericanos, sí funciona como una poderosa medida disuasoria para que estos cumplan sus compromisos con EE. UU.: frenar la migración, combatir el narcotráfico y reducir la influencia de China.
En perspectiva. EE. UU. es el socio comercial más importante de los países centroamericanos. En casi todos, representó más del 30 % de su intercambio global, alcanzando aproximadamente USD 42 300M en 2023. Aunado a ello, en los países del Triángulo Norte, las remesas provenientes de EE. UU. representaron cerca o más del 20 % de su PIB.
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La fuerte dependencia de la región con EE. UU. ha dejado a sus gobiernos con escaso margen para negociar con la administración Trump.
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Sin embargo, la situación actual, tomando en cuenta el enorme desequilibrio de poder entre las partes, parece haber sido satisfactoria para la mayoría.
Entre líneas. La naturaleza agro exportadora y textil de las economías centroamericanas —las cuales gozan de entrada libre a EE. UU. gracias al DR-CAFTA— ha protegido a los países de la región del furor arancelario de Trump. En países como Guatemala, Honduras y Belice, estas industrias representan más del 50 % de su oferta exportable.
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Para EE. UU., estos productos no son prioritarios en su estrategia de reindustrialización, como sí lo son los sectores manufactureros y las industrias del acero y la automotriz.
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Sin embargo, no puede descartarse que Washington pueda tomar medidas que afecten negativamente a Centroamérica si no se atienden sus intereses más prioritarios.
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El mejor ejemplo es Panamá, donde Trump, como moneda de cambio, amenazó con “recuperar el canal” si no limitaban la actividad de operadores chinos en sus puertos.
Ecos regionales. La aparente simpatía del movimiento MAGA por Nayib Bukele y su “mano dura” contra el crimen organizado parece haberle ganado el favor norteamericano, que está ansioso por trabajar con El Salvador en temas de deportaciones, considerando además la posibilidad de atraer cierta inversión al país.
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Guatemala, por su parte, se comprometió a recibir un 40 % más de vuelos de repatriados y a redoblar esfuerzos en la lucha contra el narcotráfico. A cambio, Marco Rubio anunció que apoyará al país en el desarrollo de su infraestructura portuaria.
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En el caso de Nicaragua, la hostilidad de la dictadura de Daniel Ortega hacia Washington, sumada a sus estrechos lazos con China, ha llevado a la administración de Trump a considerar seriamente su expulsión del DR-CAFTA.
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En cuanto a Honduras, la inicial postura confrontativa de Xiomara Castro ha generado serios roces entre ambos países; sin embargo, la reanudación del tratado de extradición, crucial en la lucha contra el narcotráfico, avizora un panorama más positivo.
Balance. Más al norte, el arancel universal del 25 % anunciado para todas las importaciones de México y Canadá es un claro ejemplo de que EE. UU., bajo el mandato de Trump, manejará sus relaciones bilaterales de manera transaccional en el mejor de los casos y, cuando lo considere favorable a su interés nacional, de forma abiertamente unilateral.
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Por ahora, los países centroamericanos pueden estar tranquilos.
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Sin embargo, esto apenas comienza, y todo parece indicar que, al contar con pocas cartas de negociación, lo más sabio es no tentar la paciencia de Washington, quien supervisará muy de cerca la cooperación de sus vecinos del sur en los temas que considera prioritarios.