EL TIPO DE CAMBIO DE HOY ES DE: Petro se va quedando solo, evidenciando la fragilidad absoluta de su gobierno ante el mundo.
En perspectiva. El pasado 4 de febrero, Gustavo Petro decidió televisar su reunión de Consejo de Ministros. Lo que quiso comunicar como un ejercicio de transparencia, Petro dejó en evidencia ante el mundo las costillas de un gobierno dividido y con fuertes tensiones dentro de su círculo más cercano.
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Las seis horas de reproches y riñas televisadas generaron una hemorragia de ministros que renunciaron a sus cargos; algunas de dichas renuncias son “protocolarias”.
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Entre los nombres más destacados se encuentran la ministra de Ambiente, Susana Muhamad; el director del Departamento Administrativo de la Presidencia, Jorge Rojas; la canciller y ex mano derecha del presidente, Laura Sarabia; el ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, y el ministro de Defensa, Iván Velásquez.
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Desde su llegada al poder en 2022, el gobierno de Petro ya ha visto más de 50 nombramientos distintos en su gabinete.
Qué destacar. Petro quiso presentarse como un líder estricto al reprochar las casi 100 promesas no cumplidas a sus ministros. La responsabilidad de las metas incumplidas, sin embargo, han recaído sobre él. El punto de ruptura en su gabinete, sin embargo, ha sido el nombramiento de Armando Benedetti como jefe del Despacho Presidencial.
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Benedetti es un veterano de la política colombiana y actor clave para la victoria de Petro en 2022, además de haber navegado previamente por los gobiernos de Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos.
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Al nuevo mano derecha, la ideología le supone un segundo plano cuando se trata de acercarse al poder. Además de ello, sus señalamientos de abuso de sustancias y maltrato a la mujer generaron divisiones dentro de su gabinete.
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La mayor controversia surgió de un señalamiento que vincula a Benedetti con una red de contrabando que pudo aportar al financiamiento de la campaña de Petro.
Entre líneas. Augusto Rodríguez, director de la UNP, señaló en la transmisión un posible aporte de COP 500M de parte de Diego Marín —alias Papá Pitufo— a la campaña del actual presidente. Marín es el líder de la mayor organización de contrabando y defraudación aduanera en Colombia.
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De acuerdo con Rodríguez, Benedetti fue el nexo que, por su relación personal, se reunió con Marín durante la campaña para facilitar el presunto financiamiento.
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De confirmarse la denuncia, se sumaría a una nueva sospecha de financiamiento electoral ilícito para la campaña de Petro.
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El presidente también ha sido señalado por presuntamente recibir dinero del narcotráfico.
Visto y no visto. El hoy exministro de Defensa, Iván Velásquez, durante su tiempo en CICIG, señaló que “el financiamiento ilícito es el pecado original de la democracia guatemalteca”. El ex comisionado le consideraba la “puerta de entrada al círculo vicioso de la corrupción”.
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Velásquez, que nunca tuvo problema con el financiamiento de la campaña de Petro, abandonó el cargo después de sumir a Colombia en una espiral de violencia considerable.
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La promesa de la “Paz Total” que Petro le encomendó al ex comisionado de CICIG fue total; total fracaso.
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Su legado deja un incremento de un 11 % de los homicidios en Bogotá; una crisis de enfrentamientos entre el ejército y la narcoguerrilla en la región del Catatumbo; la ruptura del proceso de paz, entre muchas crisis más.
Ahora qué. Petro ha perdido a gran parte de su círculo cercano y a algunos de los pocos ministros que salvaban la imagen de su gobierno ante el público. Aunque las tensiones existían desde hacía tiempo, el circo televisado y la inclusión de personajes oscuros como Benedetti han dinamitado el poder ejecutivo en Colombia.
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A año y medio de concluir su mandato, la coalición de izquierdas que llevó al magdalenense al poder ha sido casi disuelta por su falta de liderazgo y los pocos resultados presentados.
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Todo indica que el proyecto revolucionario del primer gobierno de izquierda de Colombia durará tan solo cuatro años, con pocas posibilidades para mantenerse en el poder en 2026.
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El fracaso de la izquierda colombiana responde a la incapacidad y la improvisación de Petro: un impostor, que nunca supo gobernar.
Petro se va quedando solo, evidenciando la fragilidad absoluta de su gobierno ante el mundo.
En perspectiva. El pasado 4 de febrero, Gustavo Petro decidió televisar su reunión de Consejo de Ministros. Lo que quiso comunicar como un ejercicio de transparencia, Petro dejó en evidencia ante el mundo las costillas de un gobierno dividido y con fuertes tensiones dentro de su círculo más cercano.
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Las seis horas de reproches y riñas televisadas generaron una hemorragia de ministros que renunciaron a sus cargos; algunas de dichas renuncias son “protocolarias”.
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Entre los nombres más destacados se encuentran la ministra de Ambiente, Susana Muhamad; el director del Departamento Administrativo de la Presidencia, Jorge Rojas; la canciller y ex mano derecha del presidente, Laura Sarabia; el ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, y el ministro de Defensa, Iván Velásquez.
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Desde su llegada al poder en 2022, el gobierno de Petro ya ha visto más de 50 nombramientos distintos en su gabinete.
Qué destacar. Petro quiso presentarse como un líder estricto al reprochar las casi 100 promesas no cumplidas a sus ministros. La responsabilidad de las metas incumplidas, sin embargo, han recaído sobre él. El punto de ruptura en su gabinete, sin embargo, ha sido el nombramiento de Armando Benedetti como jefe del Despacho Presidencial.
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Benedetti es un veterano de la política colombiana y actor clave para la victoria de Petro en 2022, además de haber navegado previamente por los gobiernos de Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos.
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Al nuevo mano derecha, la ideología le supone un segundo plano cuando se trata de acercarse al poder. Además de ello, sus señalamientos de abuso de sustancias y maltrato a la mujer generaron divisiones dentro de su gabinete.
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La mayor controversia surgió de un señalamiento que vincula a Benedetti con una red de contrabando que pudo aportar al financiamiento de la campaña de Petro.
Entre líneas. Augusto Rodríguez, director de la UNP, señaló en la transmisión un posible aporte de COP 500M de parte de Diego Marín —alias Papá Pitufo— a la campaña del actual presidente. Marín es el líder de la mayor organización de contrabando y defraudación aduanera en Colombia.
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De acuerdo con Rodríguez, Benedetti fue el nexo que, por su relación personal, se reunió con Marín durante la campaña para facilitar el presunto financiamiento.
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De confirmarse la denuncia, se sumaría a una nueva sospecha de financiamiento electoral ilícito para la campaña de Petro.
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El presidente también ha sido señalado por presuntamente recibir dinero del narcotráfico.
Visto y no visto. El hoy exministro de Defensa, Iván Velásquez, durante su tiempo en CICIG, señaló que “el financiamiento ilícito es el pecado original de la democracia guatemalteca”. El ex comisionado le consideraba la “puerta de entrada al círculo vicioso de la corrupción”.
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Velásquez, que nunca tuvo problema con el financiamiento de la campaña de Petro, abandonó el cargo después de sumir a Colombia en una espiral de violencia considerable.
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La promesa de la “Paz Total” que Petro le encomendó al ex comisionado de CICIG fue total; total fracaso.
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Su legado deja un incremento de un 11 % de los homicidios en Bogotá; una crisis de enfrentamientos entre el ejército y la narcoguerrilla en la región del Catatumbo; la ruptura del proceso de paz, entre muchas crisis más.
Ahora qué. Petro ha perdido a gran parte de su círculo cercano y a algunos de los pocos ministros que salvaban la imagen de su gobierno ante el público. Aunque las tensiones existían desde hacía tiempo, el circo televisado y la inclusión de personajes oscuros como Benedetti han dinamitado el poder ejecutivo en Colombia.
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A año y medio de concluir su mandato, la coalición de izquierdas que llevó al magdalenense al poder ha sido casi disuelta por su falta de liderazgo y los pocos resultados presentados.
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Todo indica que el proyecto revolucionario del primer gobierno de izquierda de Colombia durará tan solo cuatro años, con pocas posibilidades para mantenerse en el poder en 2026.
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El fracaso de la izquierda colombiana responde a la incapacidad y la improvisación de Petro: un impostor, que nunca supo gobernar.
