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Cataclismo del gabinete de Petro: otra renuncia más

.
Rafael P. Palomo
07 de julio, 2025

Laura Sarabia renunció a la Cancillería de Colombia, dejando a Gustavo Petro sin su principal escudera.

En perspectiva. La ruptura, oficializada el jueves 3 de julio, se produjo tras una nueva controversia por el contrato para imprimir pasaportes. Mientras Sarabia defendía prorrogar el convenio actual con Thomas Greg & Sons para evitar el colapso del sistema, Petro optó por cancelar todo y ceder el contrato a la imprenta estatal, que aún no tiene la capacidad técnica para asumirlo.  

  • Sarabia fue desautorizada públicamente y, ante la humillación política, renunció.

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  • Con su salida, Petro pierde a su mano derecha y Colombia se queda, una vez más, sin canciller.

  • Ya son cuatro ministros de Relaciones Exteriores en menos de tres años. El caos institucional se ha vuelto la norma.

Por qué importa. Laura Sarabia no era una ministra más. Fue jefa de gabinete, directora de Prosperidad Social y, desde enero, canciller. A sus 31 años, acumulaba más poder que cualquier otro funcionario civil en el gobierno. Era el centro de gravedad del gabinete y una de las pocas con experiencia administrativa real. Su salida pone en evidencia el desgaste interno de la administración Petro. Si ni su colaboradora más fiel pudo sostener el rumbo, pocos podrán.  

  • El mensaje al país —y al exterior— es claro: las decisiones clave se están tomando por capricho ideológico, no por criterios técnicos.

  • Petro no solo pierde a una operadora política eficaz, sino también a la última figura con cierto grado de moderación dentro de su equipo cercano.

  • El Gobierno se vuelve aún más personalista y su relación con la empresa privada —ya tensa— se deteriora.

Entre líneas. Aunque la versión oficial apunta a un desacuerdo administrativo, la renuncia fue el desenlace de una pugna interna con Alfredo Saade, nuevo jefe de gabinete. Saade, sin experiencia en diplomacia ni gestión pública, asumió funciones de facto sobre el contrato de pasaportes. Dio órdenes, desinformó y forzó decisiones técnicas sin sustento. Sarabia denunció que se estaba “sosteniendo una mentira” al afirmar que la imprenta estatal podía asumir el reto de inmediato y no quiso ser cómplice. 

  • Su renuncia fue también un acto de resistencia ante el avance de figuras improvisadas dentro del gobierno.

  • Es cierto que Sarabia no estaba libre de sombras. Cargaba con una investigación por presunto lavado de dinero, tráfico de influencias y abuso de autoridad, entre otros.

  • Pero su salida no responde a ese pasado, sino al presente desordenado del petrismo.

En el radar. Con el país enfrentando elecciones generales en 2026, Petro llega a la segunda mitad de su mandato políticamente debilitado. La agenda legislativa está entrampada, el gabinete se desmorona y la confianza ciudadana se desploma. El caso Sarabia refuerza la percepción de que el gobierno del “cambio” es en realidad un gobierno de caos.

  • Esto confirma lo que ya era evidente: la política exterior está a la deriva, la institucionalidad está siendo erosionada desde adentro y la promesa de eficiencia quedó atrás hace mucho.

  • La renuncia de Sarabia no es una anécdota más. Es el síntoma de una administración que ha perdido el rumbo y que cada vez se aleja más de la gobernabilidad seria y responsable que Colombia necesita.

  • Lo único claro es que el gobierno de Gustavo Petro es un fracaso, que ha hecho retroceder décadas a Colombia, no solo en lo económico, sino en seguridad y gobernanza. 

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Cataclismo del gabinete de Petro: otra renuncia más

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Rafael P. Palomo
07 de julio, 2025

Laura Sarabia renunció a la Cancillería de Colombia, dejando a Gustavo Petro sin su principal escudera.

En perspectiva. La ruptura, oficializada el jueves 3 de julio, se produjo tras una nueva controversia por el contrato para imprimir pasaportes. Mientras Sarabia defendía prorrogar el convenio actual con Thomas Greg & Sons para evitar el colapso del sistema, Petro optó por cancelar todo y ceder el contrato a la imprenta estatal, que aún no tiene la capacidad técnica para asumirlo.  

  • Sarabia fue desautorizada públicamente y, ante la humillación política, renunció.

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  • Con su salida, Petro pierde a su mano derecha y Colombia se queda, una vez más, sin canciller.

  • Ya son cuatro ministros de Relaciones Exteriores en menos de tres años. El caos institucional se ha vuelto la norma.

Por qué importa. Laura Sarabia no era una ministra más. Fue jefa de gabinete, directora de Prosperidad Social y, desde enero, canciller. A sus 31 años, acumulaba más poder que cualquier otro funcionario civil en el gobierno. Era el centro de gravedad del gabinete y una de las pocas con experiencia administrativa real. Su salida pone en evidencia el desgaste interno de la administración Petro. Si ni su colaboradora más fiel pudo sostener el rumbo, pocos podrán.  

  • El mensaje al país —y al exterior— es claro: las decisiones clave se están tomando por capricho ideológico, no por criterios técnicos.

  • Petro no solo pierde a una operadora política eficaz, sino también a la última figura con cierto grado de moderación dentro de su equipo cercano.

  • El Gobierno se vuelve aún más personalista y su relación con la empresa privada —ya tensa— se deteriora.

Entre líneas. Aunque la versión oficial apunta a un desacuerdo administrativo, la renuncia fue el desenlace de una pugna interna con Alfredo Saade, nuevo jefe de gabinete. Saade, sin experiencia en diplomacia ni gestión pública, asumió funciones de facto sobre el contrato de pasaportes. Dio órdenes, desinformó y forzó decisiones técnicas sin sustento. Sarabia denunció que se estaba “sosteniendo una mentira” al afirmar que la imprenta estatal podía asumir el reto de inmediato y no quiso ser cómplice. 

  • Su renuncia fue también un acto de resistencia ante el avance de figuras improvisadas dentro del gobierno.

  • Es cierto que Sarabia no estaba libre de sombras. Cargaba con una investigación por presunto lavado de dinero, tráfico de influencias y abuso de autoridad, entre otros.

  • Pero su salida no responde a ese pasado, sino al presente desordenado del petrismo.

En el radar. Con el país enfrentando elecciones generales en 2026, Petro llega a la segunda mitad de su mandato políticamente debilitado. La agenda legislativa está entrampada, el gabinete se desmorona y la confianza ciudadana se desploma. El caso Sarabia refuerza la percepción de que el gobierno del “cambio” es en realidad un gobierno de caos.

  • Esto confirma lo que ya era evidente: la política exterior está a la deriva, la institucionalidad está siendo erosionada desde adentro y la promesa de eficiencia quedó atrás hace mucho.

  • La renuncia de Sarabia no es una anécdota más. Es el síntoma de una administración que ha perdido el rumbo y que cada vez se aleja más de la gobernabilidad seria y responsable que Colombia necesita.

  • Lo único claro es que el gobierno de Gustavo Petro es un fracaso, que ha hecho retroceder décadas a Colombia, no solo en lo económico, sino en seguridad y gobernanza. 

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