La presidencia de Trump está en un punto crítico: los próximos 12 meses de su gobierno determinarán su legado.
En perspectiva. La segunda presidencia de Trump, que se acerca a sus primeros 9 meses, ha sido, cuando menos, controversial —una característica registrada del presidente— incluso por encima de lo esperado. Como resultado, su popularidad neta ha caído por debajo del suelo registrado durante su primera presidencia.
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Actualmente, su aprobación neta se sitúa en un -15 %, con una percepción positiva de un 40 % contra un 55 % negativa.
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Su talón de Aquiles ha sido el resultado de dos de sus tres mayores promesas de campaña: la inflación y la política exterior. El presidente sostiene una aprobación positiva en solamente 13, de 50 estados.
Por qué importa. En 2026, los 435 escaños de la Cámara de Representantes y 35 del Senado (más de un tercio) se renovarán. En la cámara alta, se renovarán los escaños de los senadores de Clase II —aquellos cuyo mandato de seis años expiran el 3 de enero de 2027—. De esos 35, los republicanos deberán defender 20 senadurías y los demócratas 15 (13 oficiales y dos “independientes” alineados con su partido).
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De acuerdo con las proyecciones de encuestas agregadas de RealClear Politics, los demócratas tienen una ventaja de un 45.8 %, frente a un 42.2 % para los republicanos. Decision Desk HQ los sitúa con un 40.4 % para el oficialismo y un 44.1 % para la oposición.
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El promedio les da a los progresistas una ventaja de un 3.7 %, con un 13.8 % de indecisos.
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Las proyecciones anticipan una derrota para los republicanos tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado, un escenario similar al de su primera presidencia donde, después de las elecciones de medio término, el presidente fue constantemente bloqueado por el legislativo.
La clave. De los cinco puntos más importantes para los estadounidenses, Trump tiene aprobación neta negativa en cuatro de ellos: casi -30 % en precios e inflación; -15 % en política exterior; -14 % en empleos y economía; -9 % en inmigración, y solamente un 1 % en crimen. El presidente asumió el cargo con una aprobación positiva en todos esos indicadores. Al republicano le han afectado dos temas centrales: el incumplimiento de expectativas y la percepción de agresividad e irracionalidad en sus políticas.
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Trump prometió que terminaría con la guerra entre Rusia y Ucrania solamente días después de ser electos. No solo no se cumplió, sino que se percibe un trato “delicado” hacia Putin, más allá de la retórica.
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Por otro lado, el contraste de la hostilidad hacia Zelensky y su aparente sumisión hacia Benjamín Netanyahu, en el conflicto entre Israel y Hamás, resta credibilidad a su discurso.
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Adicionalmente, ha sido incapaz de mitigar la inflación que le heredó el gobierno de Joe Biden, con los precios —aunque en menor medida— todavía al alza y amenazas constantes de entrar en una recesión, parcialmente como resultado de su irracional política arancelaria.
Lo que sigue. Si bien parece haber un desgaste en la popularidad —que su liderazgo “polarizante” le daba, no todo son malas noticias. Aunque ha perdido popularidad en el tema migratorio, los resultados se están viendo en materia de seguridad. La emergencia nacional migratoria ha sido solventada y eso le irá sumando con el tiempo. Por otro lado, el partido demócrata sigue débil y sus liderazgos más sólidos son los cuadros más radicales del partido, algo que suele fracasar en elecciones nacionales.
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Trump tiene, prácticamente, el mismo tiempo que ha tenido a cargo de la presidencia para dar un giro de 180 grados de cara a las elecciones de medio término, para lo cual, mejorar la economía será la principal clave.
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A medida que las elecciones se acerquen, el presidente tendrá dos caminos: moderar sus posturas para apelar al apoyo nacional o tirar la casa por la ventana y poner en marcha todo aquello que la oposición buscará bloquear a partir de enero de 2027.
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Si bien el presidente no podrá optar a un tercer término en 2028, Trump se juega su legado histórico en los comicios de 2026.
La presidencia de Trump está en un punto crítico: los próximos 12 meses de su gobierno determinarán su legado.
En perspectiva. La segunda presidencia de Trump, que se acerca a sus primeros 9 meses, ha sido, cuando menos, controversial —una característica registrada del presidente— incluso por encima de lo esperado. Como resultado, su popularidad neta ha caído por debajo del suelo registrado durante su primera presidencia.
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Actualmente, su aprobación neta se sitúa en un -15 %, con una percepción positiva de un 40 % contra un 55 % negativa.
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Su talón de Aquiles ha sido el resultado de dos de sus tres mayores promesas de campaña: la inflación y la política exterior. El presidente sostiene una aprobación positiva en solamente 13, de 50 estados.
Por qué importa. En 2026, los 435 escaños de la Cámara de Representantes y 35 del Senado (más de un tercio) se renovarán. En la cámara alta, se renovarán los escaños de los senadores de Clase II —aquellos cuyo mandato de seis años expiran el 3 de enero de 2027—. De esos 35, los republicanos deberán defender 20 senadurías y los demócratas 15 (13 oficiales y dos “independientes” alineados con su partido).
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De acuerdo con las proyecciones de encuestas agregadas de RealClear Politics, los demócratas tienen una ventaja de un 45.8 %, frente a un 42.2 % para los republicanos. Decision Desk HQ los sitúa con un 40.4 % para el oficialismo y un 44.1 % para la oposición.
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El promedio les da a los progresistas una ventaja de un 3.7 %, con un 13.8 % de indecisos.
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Las proyecciones anticipan una derrota para los republicanos tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado, un escenario similar al de su primera presidencia donde, después de las elecciones de medio término, el presidente fue constantemente bloqueado por el legislativo.
La clave. De los cinco puntos más importantes para los estadounidenses, Trump tiene aprobación neta negativa en cuatro de ellos: casi -30 % en precios e inflación; -15 % en política exterior; -14 % en empleos y economía; -9 % en inmigración, y solamente un 1 % en crimen. El presidente asumió el cargo con una aprobación positiva en todos esos indicadores. Al republicano le han afectado dos temas centrales: el incumplimiento de expectativas y la percepción de agresividad e irracionalidad en sus políticas.
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Trump prometió que terminaría con la guerra entre Rusia y Ucrania solamente días después de ser electos. No solo no se cumplió, sino que se percibe un trato “delicado” hacia Putin, más allá de la retórica.
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Por otro lado, el contraste de la hostilidad hacia Zelensky y su aparente sumisión hacia Benjamín Netanyahu, en el conflicto entre Israel y Hamás, resta credibilidad a su discurso.
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Adicionalmente, ha sido incapaz de mitigar la inflación que le heredó el gobierno de Joe Biden, con los precios —aunque en menor medida— todavía al alza y amenazas constantes de entrar en una recesión, parcialmente como resultado de su irracional política arancelaria.
Lo que sigue. Si bien parece haber un desgaste en la popularidad —que su liderazgo “polarizante” le daba, no todo son malas noticias. Aunque ha perdido popularidad en el tema migratorio, los resultados se están viendo en materia de seguridad. La emergencia nacional migratoria ha sido solventada y eso le irá sumando con el tiempo. Por otro lado, el partido demócrata sigue débil y sus liderazgos más sólidos son los cuadros más radicales del partido, algo que suele fracasar en elecciones nacionales.
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Trump tiene, prácticamente, el mismo tiempo que ha tenido a cargo de la presidencia para dar un giro de 180 grados de cara a las elecciones de medio término, para lo cual, mejorar la economía será la principal clave.
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A medida que las elecciones se acerquen, el presidente tendrá dos caminos: moderar sus posturas para apelar al apoyo nacional o tirar la casa por la ventana y poner en marcha todo aquello que la oposición buscará bloquear a partir de enero de 2027.
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Si bien el presidente no podrá optar a un tercer término en 2028, Trump se juega su legado histórico en los comicios de 2026.