Trump enfrenta una guerra política contra el gobierno de Brasil por defender a Bolsonaro, pero los efectos podrían perjudicar a su amigo.
En perspectiva. Lula Da Silva se ha convertido en uno de los principales objetivos políticos de Trump. Su interés en Brasil ha incrementado exponencialmente en los últimos meses, especialmente a la luz del proceso judicial en contra de Jair Bolsonaro, el cual, el “líder del mundo libre” llama una cacería de brujas.
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Dentro de su plan del día de liberación, Trump ha incluido a Brasil en su lista de países con un gravamen del 50 %.
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Pero la lógica no se sostiene, ya que EE. UU. tiene un superávit comercial con Brasil, lo que debería de dejarle exento de los aranceles
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El objetivo no parece entrar dentro del marco de corregir las injusticias que EE. UU. enfrenta con sus socios comerciales, sino, más bien, un tema político.
Por qué importa. Los efectos de la medida de Trump ya se están sintiendo. El real brasileño se sigue depreciando, rondando por encima de los BRL 5.50 por 1 USD. Los analistas advierten que el arancel amenaza a sectores vitales de la economía brasileña, con la industria del café, los exportadores de jugo de naranja y los productores de commodities minerales y agrícolas, entre los más expuestos.
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Las exportaciones de Brasil incluyen también petróleo crudo, carne de res, aluminio semiprocesado, hierro y acero: industrias que son pilares de la economía brasileña, especialmente en los estados de São Paulo, Minas Gerais, Paraná y Goiás, donde emplean a millones de personas.
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Los insumos industriales exportados sostienen las cadenas de suministro de la manufactura brasileña, que ahora podrían enfrentar interrupciones.
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En el sector agrícola, los productores de café y jugo de Brasil ya reportan contratos cancelados y los exportadores temen pérdidas a largo plazo si no se encuentran rápidamente mercados alternativos.
Entre líneas. Desde Brasil, el presidente afirma que ha buscado los mecanismos institucionales para evitar la medida. De acuerdo con Lula, el país ha sostenido hasta 10 reuniones con EE. UU. para evitar la medida e, incluso, envió una carta a Washington consultando los motivos de los aranceles en mayo. La carta sigue sin ser respondida.
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Aparte de un buen socio comercial para EE. UU., Brasil es una de las democracias liberales más grandes del hemisferio y del mundo.
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Aunque las políticas de Lula sean un peligro para la estabilidad democrática, el entramado institucional de Brasil le hace un baluarte regional para occidente; algo que Washington parece ignorar.
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En contraste, regímenes autocráticos como la Turquía de Recep Tayyip Erdoğan —con quien EE. UU., además, tiene un déficit comercial— enfrentan un arancel de solo el 10 %.
Sí, pero. La respuesta a los aranceles ha sido incrementar la presión contra Bolsonaro. Recientemente, un juez congeló los activos del hijo de Bolsonaro, quien estaría cabildeando en Washington a favor de su padre. La persecución judicial continúa y Trump busca disuadir a Lula mediante barreras comerciales. Empero, el plan parece estar repercutiendo negativamente en Bolsonaro; no solo por el aumento de la persecución judicial, sino dentro de su propia base de votantes.
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Entre las principales víctimas de un arancel del 50 % estarían los ganaderos y los exportadores de café del país. Ambos sectores son bastiones electorales y financieros del bolsonarismo.
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Mientras que el sector productivo, aliado de Bolsonaro, aplaudió la amistad originalmente, el impacto económico de la guerra de Trump con Lula le ha restado apoyo al expresidente brasileño.
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Trump está fortaleciendo la posición de Lula, no la de Bolsonaro. Mientras tanto, el gigante sudamericano se acerca aún más a China, consolidando la postura económica de los BRICS en contra del dólar.
Trump enfrenta una guerra política contra el gobierno de Brasil por defender a Bolsonaro, pero los efectos podrían perjudicar a su amigo.
En perspectiva. Lula Da Silva se ha convertido en uno de los principales objetivos políticos de Trump. Su interés en Brasil ha incrementado exponencialmente en los últimos meses, especialmente a la luz del proceso judicial en contra de Jair Bolsonaro, el cual, el “líder del mundo libre” llama una cacería de brujas.
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Dentro de su plan del día de liberación, Trump ha incluido a Brasil en su lista de países con un gravamen del 50 %.
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Pero la lógica no se sostiene, ya que EE. UU. tiene un superávit comercial con Brasil, lo que debería de dejarle exento de los aranceles
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El objetivo no parece entrar dentro del marco de corregir las injusticias que EE. UU. enfrenta con sus socios comerciales, sino, más bien, un tema político.
Por qué importa. Los efectos de la medida de Trump ya se están sintiendo. El real brasileño se sigue depreciando, rondando por encima de los BRL 5.50 por 1 USD. Los analistas advierten que el arancel amenaza a sectores vitales de la economía brasileña, con la industria del café, los exportadores de jugo de naranja y los productores de commodities minerales y agrícolas, entre los más expuestos.
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Las exportaciones de Brasil incluyen también petróleo crudo, carne de res, aluminio semiprocesado, hierro y acero: industrias que son pilares de la economía brasileña, especialmente en los estados de São Paulo, Minas Gerais, Paraná y Goiás, donde emplean a millones de personas.
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Los insumos industriales exportados sostienen las cadenas de suministro de la manufactura brasileña, que ahora podrían enfrentar interrupciones.
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En el sector agrícola, los productores de café y jugo de Brasil ya reportan contratos cancelados y los exportadores temen pérdidas a largo plazo si no se encuentran rápidamente mercados alternativos.
Entre líneas. Desde Brasil, el presidente afirma que ha buscado los mecanismos institucionales para evitar la medida. De acuerdo con Lula, el país ha sostenido hasta 10 reuniones con EE. UU. para evitar la medida e, incluso, envió una carta a Washington consultando los motivos de los aranceles en mayo. La carta sigue sin ser respondida.
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Aparte de un buen socio comercial para EE. UU., Brasil es una de las democracias liberales más grandes del hemisferio y del mundo.
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Aunque las políticas de Lula sean un peligro para la estabilidad democrática, el entramado institucional de Brasil le hace un baluarte regional para occidente; algo que Washington parece ignorar.
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En contraste, regímenes autocráticos como la Turquía de Recep Tayyip Erdoğan —con quien EE. UU., además, tiene un déficit comercial— enfrentan un arancel de solo el 10 %.
Sí, pero. La respuesta a los aranceles ha sido incrementar la presión contra Bolsonaro. Recientemente, un juez congeló los activos del hijo de Bolsonaro, quien estaría cabildeando en Washington a favor de su padre. La persecución judicial continúa y Trump busca disuadir a Lula mediante barreras comerciales. Empero, el plan parece estar repercutiendo negativamente en Bolsonaro; no solo por el aumento de la persecución judicial, sino dentro de su propia base de votantes.
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Entre las principales víctimas de un arancel del 50 % estarían los ganaderos y los exportadores de café del país. Ambos sectores son bastiones electorales y financieros del bolsonarismo.
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Mientras que el sector productivo, aliado de Bolsonaro, aplaudió la amistad originalmente, el impacto económico de la guerra de Trump con Lula le ha restado apoyo al expresidente brasileño.
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Trump está fortaleciendo la posición de Lula, no la de Bolsonaro. Mientras tanto, el gigante sudamericano se acerca aún más a China, consolidando la postura económica de los BRICS en contra del dólar.