La frontera sur de EE. UU. parece no marcarla el Río Bravo, sino el Suchiate; Marco Rubio lo sabe. El primer viaje del nuevo secretario de Estado será a Centroamérica, a partir del próximo lunes. La gira inicia en Panamá y también visitará Guatemala; El Salvador; Costa Rica, y República Dominicana.
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Con el canal como la primera prioridad, Rubio visitará todos los países de Centroamérica con presidentes de derecha.
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Guatemala es el único país que se sale de la norma. Ni Honduras ni Nicaragua están en la gira del diplomático más importante del mundo.
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A pesar de que el gobierno guatemalteco no es considerado cercano a la administración Trump, la visita de Rubio demuestra el interés estratégico de EE. UU. en Guatemala.
Entre líneas. Aunque el propio secretario se ha mostrado voluntarioso para trabajar de cerca con Latinoamérica, las primeras medidas de la administración Trump anticipan una postura mucho más hostil. El antecedente con Petro y la decisión de imponer aranceles del 25 % a México han sido el mejor heraldo de lo que se puede esperar de la visita: cooperen o aténganse a las consecuencias.
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El secretario vendrá a la región con dos temas en mente: migración y China.
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Su gira podrá ser la primera demostración de la política de “palos y zanahorias” de la nueva administración que, de momento, solo ha repartido palos.
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Pero, no todos los países parten de la misma posición. Costa Rica, El Salvador y República Dominicana parten como las niñas bonitas; Guatemala y Panamá, posiblemente, conocerán un lado más conminatorio.
Por qué importa. Rubio tiene la percepción de que Bukele, Chaves y Abinader son mandatarios pro-EE. UU. Sus países están en la lista de Estados con los que el secretario planea formar una alianza para contrarrestar la marea rosa latinoamericana. Panamá, por su parte, enfrenta el reto de resistir la ofensiva de Trump para hacerse con el control del Canal de Panamá. Aunque Mulino es un presidente afín a los EE. UU., su prioridad antes que nada es la soberanía de su país.
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De los visitados, Guatemala es el único país con un gobierno de izquierda; no obstante, es el más importante de Centroamérica en materia migratoria.
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Su geografía le permite partir de una posición de peso en la negociación, ya que, con la colaboración de México asegurada, Trump necesita de Guatemala para fortalecer su política de protección de la frontera sur.
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Además, Guatemala es el país más grande —en población y economía— del continente, que sigue manteniendo relaciones diplomáticas con Taiwán.
Lo que sigue. El gobierno de Arévalo necesita el beneplácito de EE. UU. La administración Biden fue un sostén político fundamental para sobrevivir a la sequía que amenazaba la “primera cosecha”. Trump no comparte muchos intereses con el presidente Arévalo, pero Guatemala tiene mucho que ofrecer a cambio de ese apoyo. Tanto el presidente, como el sector empresarial, deben saber identificar no solo las amenazas que supone el nuevo gobierno estadounidense, sino también las fortalezas, para ganar el favor de Trump sin tener que ser un tercer país seguro.
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Su estrategia debe enfocarse en cooperación con agencias de EE. UU., la PNC y el MP para desarticular bandas de crimen organizado, dedicadas a la trata de personas y el narcotráfico. En cuanto a China, Guatemala tiene la oportunidad de posicionarse como el mayor aliado de EE. UU. en Latinoamérica.
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La visita de Rubio puede aprovecharse para convertir una amenaza en una fortaleza para Guatemala que, aunque no está en la lista de amigos cercanos de Trump, tiene una silla en la mesa de negociación por su geografía y su asimétrica relación comercial con China.
La frontera sur de EE. UU. parece no marcarla el Río Bravo, sino el Suchiate; Marco Rubio lo sabe. El primer viaje del nuevo secretario de Estado será a Centroamérica, a partir del próximo lunes. La gira inicia en Panamá y también visitará Guatemala; El Salvador; Costa Rica, y República Dominicana.
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Con el canal como la primera prioridad, Rubio visitará todos los países de Centroamérica con presidentes de derecha.
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Guatemala es el único país que se sale de la norma. Ni Honduras ni Nicaragua están en la gira del diplomático más importante del mundo.
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A pesar de que el gobierno guatemalteco no es considerado cercano a la administración Trump, la visita de Rubio demuestra el interés estratégico de EE. UU. en Guatemala.
Entre líneas. Aunque el propio secretario se ha mostrado voluntarioso para trabajar de cerca con Latinoamérica, las primeras medidas de la administración Trump anticipan una postura mucho más hostil. El antecedente con Petro y la decisión de imponer aranceles del 25 % a México han sido el mejor heraldo de lo que se puede esperar de la visita: cooperen o aténganse a las consecuencias.
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El secretario vendrá a la región con dos temas en mente: migración y China.
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Su gira podrá ser la primera demostración de la política de “palos y zanahorias” de la nueva administración que, de momento, solo ha repartido palos.
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Pero, no todos los países parten de la misma posición. Costa Rica, El Salvador y República Dominicana parten como las niñas bonitas; Guatemala y Panamá, posiblemente, conocerán un lado más conminatorio.
Por qué importa. Rubio tiene la percepción de que Bukele, Chaves y Abinader son mandatarios pro-EE. UU. Sus países están en la lista de Estados con los que el secretario planea formar una alianza para contrarrestar la marea rosa latinoamericana. Panamá, por su parte, enfrenta el reto de resistir la ofensiva de Trump para hacerse con el control del Canal de Panamá. Aunque Mulino es un presidente afín a los EE. UU., su prioridad antes que nada es la soberanía de su país.
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De los visitados, Guatemala es el único país con un gobierno de izquierda; no obstante, es el más importante de Centroamérica en materia migratoria.
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Su geografía le permite partir de una posición de peso en la negociación, ya que, con la colaboración de México asegurada, Trump necesita de Guatemala para fortalecer su política de protección de la frontera sur.
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Además, Guatemala es el país más grande —en población y economía— del continente, que sigue manteniendo relaciones diplomáticas con Taiwán.
Lo que sigue. El gobierno de Arévalo necesita el beneplácito de EE. UU. La administración Biden fue un sostén político fundamental para sobrevivir a la sequía que amenazaba la “primera cosecha”. Trump no comparte muchos intereses con el presidente Arévalo, pero Guatemala tiene mucho que ofrecer a cambio de ese apoyo. Tanto el presidente, como el sector empresarial, deben saber identificar no solo las amenazas que supone el nuevo gobierno estadounidense, sino también las fortalezas, para ganar el favor de Trump sin tener que ser un tercer país seguro.
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Su estrategia debe enfocarse en cooperación con agencias de EE. UU., la PNC y el MP para desarticular bandas de crimen organizado, dedicadas a la trata de personas y el narcotráfico. En cuanto a China, Guatemala tiene la oportunidad de posicionarse como el mayor aliado de EE. UU. en Latinoamérica.
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La visita de Rubio puede aprovecharse para convertir una amenaza en una fortaleza para Guatemala que, aunque no está en la lista de amigos cercanos de Trump, tiene una silla en la mesa de negociación por su geografía y su asimétrica relación comercial con China.