Marco Rubio, el senador de ascendencia cubana, ha sido uno de los grandes aliados de Trump desde su primera presidencia. A pesar de haber sido un fuerte crítico del presidente electo durante las primarias de 2016, Rubio supo situarse a la derecha de Trump desde que ganó su primera nominación. Su recompensa ha llegado ocho años después, tras haber sido considerado, incluso, como un potencial compañero de fórmula.
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Rubio será uno de los miembros más importantes del nuevo gabinete, situándose como el cuarto en la línea de sucesión a la presidencia, tras conocerse que será la elección de Trump para secretario de Estado.
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La nominación lo sitúa como el más relevante diplomático estadounidense, encomendándole la dirección de la política exterior del país.
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Rubio se convertirá en el primer secretario de Estado con orígenes hispanos, algo que se interpreta como un mensaje importante para una región, descuidada por EE. UU., en los últimos años.
Por qué importa. Rubio ha sido uno de los senadores que más se ha preocupado por Latinoamérica. Durante sus 13 años en la cámara alta se ha enfocado, principalmente, en promover el endurecimiento de las medidas en contra de Venezuela y Cuba y, en menor medida, Nicaragua. De igual manera, ha sido de los senadores más críticos con el proceso de autocratización de El Salvador y el intento de bloqueo a la toma de posesión de Bernardo Arévalo en 2023.
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Tanto por afinidad histórica como por geopolítica, el futuro secretario es uno de los liderazgos estadounidenses que más conocen y se preocupan por el estado del continente americano al sur del Río Grande.
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Rubio ha impulsado una política de cero tolerancia con la corrupción y el deterioro democrático en la región, promoviendo el endurecimiento de sanciones económicas y políticas.
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Por otro lado, ha sido un importante promotor de la inversión de EE. UU. en Latinoamérica para atacar las causas fundamentales de la migración, pero bastante crítico con la manera en la cual la actual administración ha enfocado dicha inversión.
Entre líneas. Su dirección del Departamento de Estado (DOS, por sus siglas en inglés) presagia una continuación de la primera presidencia de Trump. Rubio no es, como tal, un detractor de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés), cuyo trabajo depende de los lineamientos del DOS. El senador es un defensor de USAID como un arma para promover la estabilidad, combatir la pobreza y promover la democracia en los países de alto interés para EE. UU.
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Rubio es un defensor de la rendición de cuentas y eficiencia en el uso de los recursos del gobierno. Como tal, ha sido un fuerte opositor del uso de fondos de USAID para programas relacionados con la identidad de género, la comunidad LGBTQ, el aborto y otras causas progresistas.
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Esto preludia un importante cambio al enfoque en los programas de USAID bajo su dirección de la política exterior demócrata; no implica un debilitamiento de la agencia, pero una supervisión más estricta en cuanto a su agenda.
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En cuanto a Centroamérica, la mayor preocupación de Rubio es la migración, el crimen transnacional (narcotráfico, pandillas, entre otros), la corrupción y el deterioro democrático.
Sí, pero. Aunque Rubio es más cercano a Latinoamérica que sus predecesores, la región no es su mayor preocupación. Para el senador, la mayor prioridad en cuanto a la política exterior estadounidense es el Indo-Pacífico. Si bien deberá afrontar la crisis migratoria en la frontera sur, su principal prioridad será continuar la guerra diplomática contra China que inició Trump en 2016 y que Biden ha continuado durante los últimos cuatro años.
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Su principal reto será la guerra en Ucrania, la que Trump se ha mostrado determinado en concluir; tanto para ahorrarse miles de millones de dólares invertidos en el conflicto, como para reenfocar sus esfuerzos diplomáticos.
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Cada día que EE. UU. se preocupa por Zelenski y Putin es un día que descuida su posición de influencia ante China.
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A Trump no le conviene una política exterior dividida en demasiados frentes y Rubio será clave para reenfocar esos esfuerzos.
En conclusión. Marco Rubio es una decisión estratégica para un Trump, que quiere regresar a EE. UU. a una posición dominante y, sobre todo, que así se perciba. La mano dura en política exterior será, probablemente, la insignia que caracterice la dirección de Rubio en el DOS. En cuanto a Centroamérica, la lupa se pondrá en incrementar los esfuerzos por frenar la migración y desmantelar el crimen organizado, reenfocando los programas y el uso de fondos de USAID.
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El gobierno de Guatemala no perderá un aliado, pero su apoyo estará condicionado al cumplimiento de estos objetivos, a diferencia del apoyo incondicional que le supone el actual DOS.
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Aunque Latinoamérica será más relevante para EE. UU. que ahora, el mayor enfoque del nuevo secretario será, indudablemente, China y el Indo-Pacífico.
Marco Rubio, el senador de ascendencia cubana, ha sido uno de los grandes aliados de Trump desde su primera presidencia. A pesar de haber sido un fuerte crítico del presidente electo durante las primarias de 2016, Rubio supo situarse a la derecha de Trump desde que ganó su primera nominación. Su recompensa ha llegado ocho años después, tras haber sido considerado, incluso, como un potencial compañero de fórmula.
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Rubio será uno de los miembros más importantes del nuevo gabinete, situándose como el cuarto en la línea de sucesión a la presidencia, tras conocerse que será la elección de Trump para secretario de Estado.
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La nominación lo sitúa como el más relevante diplomático estadounidense, encomendándole la dirección de la política exterior del país.
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Rubio se convertirá en el primer secretario de Estado con orígenes hispanos, algo que se interpreta como un mensaje importante para una región, descuidada por EE. UU., en los últimos años.
Por qué importa. Rubio ha sido uno de los senadores que más se ha preocupado por Latinoamérica. Durante sus 13 años en la cámara alta se ha enfocado, principalmente, en promover el endurecimiento de las medidas en contra de Venezuela y Cuba y, en menor medida, Nicaragua. De igual manera, ha sido de los senadores más críticos con el proceso de autocratización de El Salvador y el intento de bloqueo a la toma de posesión de Bernardo Arévalo en 2023.
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Tanto por afinidad histórica como por geopolítica, el futuro secretario es uno de los liderazgos estadounidenses que más conocen y se preocupan por el estado del continente americano al sur del Río Grande.
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Rubio ha impulsado una política de cero tolerancia con la corrupción y el deterioro democrático en la región, promoviendo el endurecimiento de sanciones económicas y políticas.
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Por otro lado, ha sido un importante promotor de la inversión de EE. UU. en Latinoamérica para atacar las causas fundamentales de la migración, pero bastante crítico con la manera en la cual la actual administración ha enfocado dicha inversión.
Entre líneas. Su dirección del Departamento de Estado (DOS, por sus siglas en inglés) presagia una continuación de la primera presidencia de Trump. Rubio no es, como tal, un detractor de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés), cuyo trabajo depende de los lineamientos del DOS. El senador es un defensor de USAID como un arma para promover la estabilidad, combatir la pobreza y promover la democracia en los países de alto interés para EE. UU.
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Rubio es un defensor de la rendición de cuentas y eficiencia en el uso de los recursos del gobierno. Como tal, ha sido un fuerte opositor del uso de fondos de USAID para programas relacionados con la identidad de género, la comunidad LGBTQ, el aborto y otras causas progresistas.
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Esto preludia un importante cambio al enfoque en los programas de USAID bajo su dirección de la política exterior demócrata; no implica un debilitamiento de la agencia, pero una supervisión más estricta en cuanto a su agenda.
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En cuanto a Centroamérica, la mayor preocupación de Rubio es la migración, el crimen transnacional (narcotráfico, pandillas, entre otros), la corrupción y el deterioro democrático.
Sí, pero. Aunque Rubio es más cercano a Latinoamérica que sus predecesores, la región no es su mayor preocupación. Para el senador, la mayor prioridad en cuanto a la política exterior estadounidense es el Indo-Pacífico. Si bien deberá afrontar la crisis migratoria en la frontera sur, su principal prioridad será continuar la guerra diplomática contra China que inició Trump en 2016 y que Biden ha continuado durante los últimos cuatro años.
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Su principal reto será la guerra en Ucrania, la que Trump se ha mostrado determinado en concluir; tanto para ahorrarse miles de millones de dólares invertidos en el conflicto, como para reenfocar sus esfuerzos diplomáticos.
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Cada día que EE. UU. se preocupa por Zelenski y Putin es un día que descuida su posición de influencia ante China.
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A Trump no le conviene una política exterior dividida en demasiados frentes y Rubio será clave para reenfocar esos esfuerzos.
En conclusión. Marco Rubio es una decisión estratégica para un Trump, que quiere regresar a EE. UU. a una posición dominante y, sobre todo, que así se perciba. La mano dura en política exterior será, probablemente, la insignia que caracterice la dirección de Rubio en el DOS. En cuanto a Centroamérica, la lupa se pondrá en incrementar los esfuerzos por frenar la migración y desmantelar el crimen organizado, reenfocando los programas y el uso de fondos de USAID.
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El gobierno de Guatemala no perderá un aliado, pero su apoyo estará condicionado al cumplimiento de estos objetivos, a diferencia del apoyo incondicional que le supone el actual DOS.
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Aunque Latinoamérica será más relevante para EE. UU. que ahora, el mayor enfoque del nuevo secretario será, indudablemente, China y el Indo-Pacífico.