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La Asamblea General de la ONU muestra un multilateralismo agonizante

.
Rafael P. Palomo
29 de septiembre, 2025

La Asamblea General de la ONU, en su 80.º período de sesiones, mostró con claridad el pulso del orden mundial.

En perspectiva. Durante el evento que, como de costumbre, reunió a los líderes más importantes del mundo, tres discursos captaron la atención global; los tres que, además, representan los retos políticos más relevantes del mundo actualmente: los de Donald Trump, Volodímir Zelenski y Benjamín Netanyahu. Las tres ponencias reflejaron un estado de la cuestión global protagonizado por el conflicto.  

  • La guerra contra el narcotráfico al sur de la frontera de EE. UU., la amenaza expansionista de Rusia y el equilibrio de poder y seguridad en Medio Oriente son los conflictos que aquejan las tres zonas de influencia de Occidente: América, Europa y el mundo árabe.

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  • Pero también evidenció fracturas importantes entre líderes en todo el mundo, rechazando los mensajes prioritarios de Occidente e, incluso, buscando liderazgos alternativos al de EE. UU. y sus aliados.

  • El mensaje intrínseco es el de un mundo cuyas potencias están cada vez menos alineadas; algo que, en el pasado, siempre ha sido el presagio de conflictos.

Entre líneas. La Asamblea buscó resaltar la necesidad de revitalizar la cooperación global bajo el lema “Better together”. Sin embargo, detrás de las palabras quedaron expuestas tensiones profundas. Washington proyectó su liderazgo militar y económico, pero enfrentó críticas de rivales y de gobiernos incómodos con su agenda. Gustavo Petro, por ejemplo, denunció lo que consideró un orden global dominado por la “lógica de la guerra y el mercado”, y pidió un nuevo pacto ecológico y financiero para el sur global.  

  • Petro, además, escaló las tensiones con EE. UU., protagonizando una infame escena en las calles de Nueva York, haciendo un llamado al ejército estadounidense a desobedecer las órdenes de Trump en defensa de Palestina. Dichas declaraciones llevaron a que el Departamento de Estado anunciara la revocatoria la visa del mandatario colombiano.

  • Otros países, como Irán —que además volvió a rechazar las sanciones de la ONU a su programa nuclear— y Nicaragua, aprovecharon la tribuna para atacar directamente a EE. UU. y cuestionar su autoridad moral.

  • Estas intervenciones mostraron que, aunque el discurso de cooperación predomina en lo formal, la Asamblea sigue siendo un espejo de rivalidades geopolíticas que demuestran la crisis que atraviesa el multilateralismo.

Por qué importa. Lo dicho en Nueva York marca las tendencias en la arquitectura internacional del siglo XXI. En primer lugar, confirma que el sistema multilateral ya no es el centro de toma de decisiones, sino un espacio simbólico donde se mide la influencia y se construyen relatos políticos. Adicionalmente, evidencia que la fractura entre Occidente y sus críticos se profundiza cada vez más.  

  • Mientras EE. UU. y sus aliados intentan usar la ONU para reforzar su visión del orden, las potencias emergentes y los rivales de Occidente buscan reposicionar la agenda hacia un rechazo del liderazgo estadounidense, a través de los mecanismos institucionales de la ONU.

  • La Asamblea mostró, además, que la competencia por estandarizar normas y valores —en materia de tecnología, seguridad o soberanía— será tan decisiva como las rivalidades militares clásicas.

  • Lo que está en juego no es solo quién tiene más armas o recursos, sino quién define las reglas del sistema internacional y si las potencias aceptan respetarlas.

Lo que sigue. La Asamblea General de 2025 confirmó que, aunque el multilateralismo no esté muerto, la intransigencia de las mayores potencias del mundo hacia el sistema lo hace, de facto, estéril. La ONU sigue siendo un escenario indispensable para la diplomacia, pero cada vez más fragmentada y menos capaz de generar consensos efectivos. El orden mundial que surge es híbrido: ni unipolar ni plenamente multipolar, sino caracterizado por coaliciones ad hoc, tensiones regionales y disputas tecnológicas.  

  • El futuro del multilateralismo dependerá de si las potencias son capaces de renovar los compromisos en torno a problemas percibidos como comunes. No obstante, el rumbo actual demuestra que las grandes potencias no comparten ya una visión global de prioridades.

  • Ante este panorama, la Asamblea General ha sido una nueva manifestación de un sistema agonizante e incapaz de alcanzar consenso. 

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La Asamblea General de la ONU muestra un multilateralismo agonizante

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Rafael P. Palomo
29 de septiembre, 2025

La Asamblea General de la ONU, en su 80.º período de sesiones, mostró con claridad el pulso del orden mundial.

En perspectiva. Durante el evento que, como de costumbre, reunió a los líderes más importantes del mundo, tres discursos captaron la atención global; los tres que, además, representan los retos políticos más relevantes del mundo actualmente: los de Donald Trump, Volodímir Zelenski y Benjamín Netanyahu. Las tres ponencias reflejaron un estado de la cuestión global protagonizado por el conflicto.  

  • La guerra contra el narcotráfico al sur de la frontera de EE. UU., la amenaza expansionista de Rusia y el equilibrio de poder y seguridad en Medio Oriente son los conflictos que aquejan las tres zonas de influencia de Occidente: América, Europa y el mundo árabe.

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  • Pero también evidenció fracturas importantes entre líderes en todo el mundo, rechazando los mensajes prioritarios de Occidente e, incluso, buscando liderazgos alternativos al de EE. UU. y sus aliados.

  • El mensaje intrínseco es el de un mundo cuyas potencias están cada vez menos alineadas; algo que, en el pasado, siempre ha sido el presagio de conflictos.

Entre líneas. La Asamblea buscó resaltar la necesidad de revitalizar la cooperación global bajo el lema “Better together”. Sin embargo, detrás de las palabras quedaron expuestas tensiones profundas. Washington proyectó su liderazgo militar y económico, pero enfrentó críticas de rivales y de gobiernos incómodos con su agenda. Gustavo Petro, por ejemplo, denunció lo que consideró un orden global dominado por la “lógica de la guerra y el mercado”, y pidió un nuevo pacto ecológico y financiero para el sur global.  

  • Petro, además, escaló las tensiones con EE. UU., protagonizando una infame escena en las calles de Nueva York, haciendo un llamado al ejército estadounidense a desobedecer las órdenes de Trump en defensa de Palestina. Dichas declaraciones llevaron a que el Departamento de Estado anunciara la revocatoria la visa del mandatario colombiano.

  • Otros países, como Irán —que además volvió a rechazar las sanciones de la ONU a su programa nuclear— y Nicaragua, aprovecharon la tribuna para atacar directamente a EE. UU. y cuestionar su autoridad moral.

  • Estas intervenciones mostraron que, aunque el discurso de cooperación predomina en lo formal, la Asamblea sigue siendo un espejo de rivalidades geopolíticas que demuestran la crisis que atraviesa el multilateralismo.

Por qué importa. Lo dicho en Nueva York marca las tendencias en la arquitectura internacional del siglo XXI. En primer lugar, confirma que el sistema multilateral ya no es el centro de toma de decisiones, sino un espacio simbólico donde se mide la influencia y se construyen relatos políticos. Adicionalmente, evidencia que la fractura entre Occidente y sus críticos se profundiza cada vez más.  

  • Mientras EE. UU. y sus aliados intentan usar la ONU para reforzar su visión del orden, las potencias emergentes y los rivales de Occidente buscan reposicionar la agenda hacia un rechazo del liderazgo estadounidense, a través de los mecanismos institucionales de la ONU.

  • La Asamblea mostró, además, que la competencia por estandarizar normas y valores —en materia de tecnología, seguridad o soberanía— será tan decisiva como las rivalidades militares clásicas.

  • Lo que está en juego no es solo quién tiene más armas o recursos, sino quién define las reglas del sistema internacional y si las potencias aceptan respetarlas.

Lo que sigue. La Asamblea General de 2025 confirmó que, aunque el multilateralismo no esté muerto, la intransigencia de las mayores potencias del mundo hacia el sistema lo hace, de facto, estéril. La ONU sigue siendo un escenario indispensable para la diplomacia, pero cada vez más fragmentada y menos capaz de generar consensos efectivos. El orden mundial que surge es híbrido: ni unipolar ni plenamente multipolar, sino caracterizado por coaliciones ad hoc, tensiones regionales y disputas tecnológicas.  

  • El futuro del multilateralismo dependerá de si las potencias son capaces de renovar los compromisos en torno a problemas percibidos como comunes. No obstante, el rumbo actual demuestra que las grandes potencias no comparten ya una visión global de prioridades.

  • Ante este panorama, la Asamblea General ha sido una nueva manifestación de un sistema agonizante e incapaz de alcanzar consenso. 

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