Actualidad
Actualidad
Política
Política
Empresa
Empresa
Opinión
Opinión
Inmobiliaria
Inmobiliaria
Agenda Empresarial
Agenda Empresarial
Videos
Videos

Irán y Venezuela, en vilo

.
Rafael P. Palomo
01 de septiembre, 2025

La invasión militar a Irán y Venezuela parece una amenaza lejana. La intención de Trump, empero, es que aparente ser cada vez más posible.

En perspectiva. El despliegue de destructores Aegis, cruceros, submarinos y miles de efectivos a la costa del Caribe, así como el bombardeo de las instalaciones nucleares de Irán, han abierto la puerta a potenciales intervenciones militares en Venezuela e Irán. Para muchos expertos, Trump está al borde de faltar a su promesa de campaña de ser un presidente pro-paz, que no iniciará ninguna guerra nueva: una simplificación infantil de una estrategia bastante más compleja.  

  • El hecho de que Trump no esté dispuesto a intervenir directamente en un país para derrocar a un régimen enemigo no le exime de querer ver a dichos regímenes caer.

    SUSCRÍBASE A NUESTRO NEWSLETTER DE POLÍTICA
  • Pero la intervención directa podría no ser necesaria. Siempre y cuando la amenaza sea lo suficientemente creíble, el régimen puede colapsar por su propia cuenta. Esa, al menos, es la intención de EE. UU. 

Por qué importa. Maduro se ha visto obligado a hacer una militarización costosa del litoral, desplegando a millones de milicianos y activando un plan de propaganda televisada para despertar apoyo nacionalista a su favor. Irán, por su parte, tras años de presión indirecta —a través tanto de EE. UU. como de Israel— e incluso directa en ocasiones —como con el asesinato de Qassem Soleimani— llegó al punto este año de bombardear Israel, un enemigo al cual sería incapaz de derrotar militarmente, como respuesta.  

  • EE. UU. busca provocar este tipo de reacciones —erráticas, irracionales y económicamente costosas— para debilitar a dichos regímenes, forzándolos a equivocarse públicamente, elevar su gasto defensivo y agrietar las coaliciones internas.

  • Seguidamente, se busca que esto aumente el descontento de su población y, especialmente, de las élites económicas y militares que sostienen los regímenes, dañando la imagen de sus líderes y dejándolos paulatinamente solos.

  • Pero estos errores solo son posibles si ellos consideran que existe una amenaza verdaderamente existencial al statu quo y, especialmente, a sus vidas.

Entre líneas. Maduro nunca ha contado con tan poca legitimidad, a raíz de las elecciones de 2024; además, las licencias petroleras moduladas por EE. UU. le pueden generar un problema de caja y capacidad a un Estado altamente dependiente del crudo. Khamenei, por su parte, enfrenta una sociedad que coquetea con el reformismo religioso —en el caso de los más jóvenes, incluso con la secularización—; una Guardia Revolucionaria frágil y vulnerable; un sistema de defensa que aparenta ser incapaz de defender a Irán de un ataque directo, y, sobre todo, su alta edad y una sucesión descontrolada. 

  • Los Estados, tanto de Venezuela como Irán, tienen que navegar a diario con una sociedad que recibiría con entusiasmo un cambio de régimen.

  • Enfocarse en esfuerzos defensivos aleja la atención de sus líderes de las necesidades inmediatas de sus ciudadanos. Pero, sobre todo, el miedo de una amenaza a la seguridad nacional, con un régimen que ha perdido legitimidad al mando, es el mayor catalizador de un posible colapso interno.

  • Sin embargo, el hecho de que sus ciudadanos favorezcan un cambio no significa que lo acepten mediante invasión extranjera.

Sí, pero. La estrategia, aunque preferible, no es certera. EE. UU. lo ha intentado ya —sin éxito— en la Cuba post-Bahía de Cochinos, en Corea del Norte, Irak, Vietnam del Norte, entre muchos otros. Las reacciones, en ocasiones, pueden incluso ser adversas. En Irán, el movimiento anti-ayatolas que se había cultivado cuidadosamente se ha disipado un poco por la reacción nacionalista-religiosa a los abusos de Israel a los civiles en la Franja de Gaza.  

  • En Venezuela, Maduro está perdiendo credibilidad —si acaso es posible—, pero los esfuerzos propagandísticos podrían convertir el rechazo de la gente a ser invadidos en apoyo parcial al dictador.

  • Por el contrario, un esfuerzo confortativo prolongado, sin efectos directos, le resta verosimilitud a la amenaza de EE. UU. Sin credibilidad no hay reacción, y sin reacción del régimen no hay colapso interno.

  • Trump no iniciará nuevas guerras, pero, si no es capaz de incrementar el fuego en la olla de presión, se verá ante un fracaso que le obligue a él a tomar las decisiones erráticas y costosas para mantener la credibilidad de su amenaza, debilitando así su propia legitimidad en vez de la del enemigo. 

SUSCRÍBASE A NUESTRO NEWSLETTER DE POLÍTICA

Irán y Venezuela, en vilo

.
Rafael P. Palomo
01 de septiembre, 2025

La invasión militar a Irán y Venezuela parece una amenaza lejana. La intención de Trump, empero, es que aparente ser cada vez más posible.

En perspectiva. El despliegue de destructores Aegis, cruceros, submarinos y miles de efectivos a la costa del Caribe, así como el bombardeo de las instalaciones nucleares de Irán, han abierto la puerta a potenciales intervenciones militares en Venezuela e Irán. Para muchos expertos, Trump está al borde de faltar a su promesa de campaña de ser un presidente pro-paz, que no iniciará ninguna guerra nueva: una simplificación infantil de una estrategia bastante más compleja.  

  • El hecho de que Trump no esté dispuesto a intervenir directamente en un país para derrocar a un régimen enemigo no le exime de querer ver a dichos regímenes caer.

    SUSCRÍBASE A NUESTRO NEWSLETTER DE POLÍTICA
  • Pero la intervención directa podría no ser necesaria. Siempre y cuando la amenaza sea lo suficientemente creíble, el régimen puede colapsar por su propia cuenta. Esa, al menos, es la intención de EE. UU. 

Por qué importa. Maduro se ha visto obligado a hacer una militarización costosa del litoral, desplegando a millones de milicianos y activando un plan de propaganda televisada para despertar apoyo nacionalista a su favor. Irán, por su parte, tras años de presión indirecta —a través tanto de EE. UU. como de Israel— e incluso directa en ocasiones —como con el asesinato de Qassem Soleimani— llegó al punto este año de bombardear Israel, un enemigo al cual sería incapaz de derrotar militarmente, como respuesta.  

  • EE. UU. busca provocar este tipo de reacciones —erráticas, irracionales y económicamente costosas— para debilitar a dichos regímenes, forzándolos a equivocarse públicamente, elevar su gasto defensivo y agrietar las coaliciones internas.

  • Seguidamente, se busca que esto aumente el descontento de su población y, especialmente, de las élites económicas y militares que sostienen los regímenes, dañando la imagen de sus líderes y dejándolos paulatinamente solos.

  • Pero estos errores solo son posibles si ellos consideran que existe una amenaza verdaderamente existencial al statu quo y, especialmente, a sus vidas.

Entre líneas. Maduro nunca ha contado con tan poca legitimidad, a raíz de las elecciones de 2024; además, las licencias petroleras moduladas por EE. UU. le pueden generar un problema de caja y capacidad a un Estado altamente dependiente del crudo. Khamenei, por su parte, enfrenta una sociedad que coquetea con el reformismo religioso —en el caso de los más jóvenes, incluso con la secularización—; una Guardia Revolucionaria frágil y vulnerable; un sistema de defensa que aparenta ser incapaz de defender a Irán de un ataque directo, y, sobre todo, su alta edad y una sucesión descontrolada. 

  • Los Estados, tanto de Venezuela como Irán, tienen que navegar a diario con una sociedad que recibiría con entusiasmo un cambio de régimen.

  • Enfocarse en esfuerzos defensivos aleja la atención de sus líderes de las necesidades inmediatas de sus ciudadanos. Pero, sobre todo, el miedo de una amenaza a la seguridad nacional, con un régimen que ha perdido legitimidad al mando, es el mayor catalizador de un posible colapso interno.

  • Sin embargo, el hecho de que sus ciudadanos favorezcan un cambio no significa que lo acepten mediante invasión extranjera.

Sí, pero. La estrategia, aunque preferible, no es certera. EE. UU. lo ha intentado ya —sin éxito— en la Cuba post-Bahía de Cochinos, en Corea del Norte, Irak, Vietnam del Norte, entre muchos otros. Las reacciones, en ocasiones, pueden incluso ser adversas. En Irán, el movimiento anti-ayatolas que se había cultivado cuidadosamente se ha disipado un poco por la reacción nacionalista-religiosa a los abusos de Israel a los civiles en la Franja de Gaza.  

  • En Venezuela, Maduro está perdiendo credibilidad —si acaso es posible—, pero los esfuerzos propagandísticos podrían convertir el rechazo de la gente a ser invadidos en apoyo parcial al dictador.

  • Por el contrario, un esfuerzo confortativo prolongado, sin efectos directos, le resta verosimilitud a la amenaza de EE. UU. Sin credibilidad no hay reacción, y sin reacción del régimen no hay colapso interno.

  • Trump no iniciará nuevas guerras, pero, si no es capaz de incrementar el fuego en la olla de presión, se verá ante un fracaso que le obligue a él a tomar las decisiones erráticas y costosas para mantener la credibilidad de su amenaza, debilitando así su propia legitimidad en vez de la del enemigo. 

¿Quiere recibir notificaciones de alertas?