Chile y su proverbial moderación están en riesgo de cara a las elecciones de noviembre.
En perspectiva. El pasado domingo, el pacto oficialista, Unidad por Chile, celebró sus elecciones primarias, con un resultado histórico. Jeannette Jara, del Partido Comunista, será la candidata de la izquierda chilena para las elecciones presidenciales del 16 de noviembre.
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Jara arrasó con un 60.2 % de los votos, seguida por Carolina Tohá (Partido por la Democracia), con un 28 %; mientras que, Gonzalo Winter (Frente Amplio, partido de Boric), obtuvo el 9 % y Jaime Mulet el 2.8 %.
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La jornada se caracterizó por su baja afluencia, ya que los comunistas se impusieron con una participación de solamente el 10 %.
Por qué importa. Jara será la primera candidata comunista en representar a la izquierda unificada desde el retorno a la democracia en 1990. El hito histórico es un indicador de algo preocupante: la erosión de una cultura política de más de 30 años de rechazo a los extremos del espectro político. Su victoria responde a un descontento y una desconexión generalizada entre la población —y la propia izquierda— con el gobierno de Boric.
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Una izquierda decepcionada por el fracaso de la reforma constitucional, y una derecha alarmada por la inacción ante la creciente inseguridad, han alimentado un caldo de cultivo peligroso para la afamada moderación de Chile.
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Evelyn Matthei y José Antonio Kast son los principales favoritos de la oposición, con la derecha conservadora de Kast (Partido Republicano) y su propuesta de mano dura liderando las más recientes encuestas con hasta un 28 % de intención de voto.
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Figuras más extremas —más no radicales— como Johannes Kaiser (libertario) también han cogido tracción dentro de una derecha dividida, pero favorita.
Entre líneas. Aunque la victoria de Jara ha asustado a los socialdemócratas, su victoria en noviembre es poco probable. Los mercados han reaccionado en esa dirección, con una recuperación del peso chileno el pasado lunes, ante la especulación de que su candidatura aumente la probabilidad de que la oposición gane en noviembre.
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Jara, actualmente, se encuentra detrás del 28 % de intención de voto de Kast y en un empate virtual —e incluso ligeramente por debajo en algunas encuestas— con Matthei, con alrededor de un 19 %.
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El mercado de apuestas —el que mejor predijo la victoria de Trump en 2024— presagió el triunfo de Jara en las primarias y sostiene un 20.5 % de probabilidad de victoria para la comunista en noviembre, por detrás del 25 % de Matthei y el 49 % de Kast.
Sí, pero. La derecha no se puede dormir en sus laureles. Aunque la oposición sume más apoyo que el oficialismo, su división podría ser una amenaza. Para una casi segura segunda vuelta, Kast necesitará el apoyo explícito de Matthei, ya que la izquierda unificada podría movilizar a todos los partidos dentro de la coalición. Aun así, es poco probable que la facción socialdemócrata apoye a Jara, lo que se evidencia con la baja participación en las primarias de Unidas por Chile.
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La victoria de la comunista es una buena noticia para la oposición a corto plazo, pero una fatal para el panorama general del sistema político chileno, a largo plazo.
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El crecimiento de los extremos —además del clamor considerable por una reforma constitucional— es reflejo de una pérdida de confianza en el sistema democrático y moderado que tanto ha caracterizado a Chile.
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El futuro del faro democrático de Chile, que sobrevivió al estallido social y al proceso constitucional de Boric, está más en riesgo que nunca.
Chile y su proverbial moderación están en riesgo de cara a las elecciones de noviembre.
En perspectiva. El pasado domingo, el pacto oficialista, Unidad por Chile, celebró sus elecciones primarias, con un resultado histórico. Jeannette Jara, del Partido Comunista, será la candidata de la izquierda chilena para las elecciones presidenciales del 16 de noviembre.
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Jara arrasó con un 60.2 % de los votos, seguida por Carolina Tohá (Partido por la Democracia), con un 28 %; mientras que, Gonzalo Winter (Frente Amplio, partido de Boric), obtuvo el 9 % y Jaime Mulet el 2.8 %.
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Por qué importa. Jara será la primera candidata comunista en representar a la izquierda unificada desde el retorno a la democracia en 1990. El hito histórico es un indicador de algo preocupante: la erosión de una cultura política de más de 30 años de rechazo a los extremos del espectro político. Su victoria responde a un descontento y una desconexión generalizada entre la población —y la propia izquierda— con el gobierno de Boric.
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Una izquierda decepcionada por el fracaso de la reforma constitucional, y una derecha alarmada por la inacción ante la creciente inseguridad, han alimentado un caldo de cultivo peligroso para la afamada moderación de Chile.
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Evelyn Matthei y José Antonio Kast son los principales favoritos de la oposición, con la derecha conservadora de Kast (Partido Republicano) y su propuesta de mano dura liderando las más recientes encuestas con hasta un 28 % de intención de voto.
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Figuras más extremas —más no radicales— como Johannes Kaiser (libertario) también han cogido tracción dentro de una derecha dividida, pero favorita.
Entre líneas. Aunque la victoria de Jara ha asustado a los socialdemócratas, su victoria en noviembre es poco probable. Los mercados han reaccionado en esa dirección, con una recuperación del peso chileno el pasado lunes, ante la especulación de que su candidatura aumente la probabilidad de que la oposición gane en noviembre.
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Jara, actualmente, se encuentra detrás del 28 % de intención de voto de Kast y en un empate virtual —e incluso ligeramente por debajo en algunas encuestas— con Matthei, con alrededor de un 19 %.
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El mercado de apuestas —el que mejor predijo la victoria de Trump en 2024— presagió el triunfo de Jara en las primarias y sostiene un 20.5 % de probabilidad de victoria para la comunista en noviembre, por detrás del 25 % de Matthei y el 49 % de Kast.
Sí, pero. La derecha no se puede dormir en sus laureles. Aunque la oposición sume más apoyo que el oficialismo, su división podría ser una amenaza. Para una casi segura segunda vuelta, Kast necesitará el apoyo explícito de Matthei, ya que la izquierda unificada podría movilizar a todos los partidos dentro de la coalición. Aun así, es poco probable que la facción socialdemócrata apoye a Jara, lo que se evidencia con la baja participación en las primarias de Unidas por Chile.
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La victoria de la comunista es una buena noticia para la oposición a corto plazo, pero una fatal para el panorama general del sistema político chileno, a largo plazo.
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El crecimiento de los extremos —además del clamor considerable por una reforma constitucional— es reflejo de una pérdida de confianza en el sistema democrático y moderado que tanto ha caracterizado a Chile.
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El futuro del faro democrático de Chile, que sobrevivió al estallido social y al proceso constitucional de Boric, está más en riesgo que nunca.