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Aviation Day: un análisis sincero del potencial aéreo de Guatemala

.
Sebastián Gennari
20 de noviembre, 2024

El IATA Aviation Day Guatemala

se llevó a cabo el lunes recién pasado. Al igual que en el Congreso de Infraestructura: Aeropuertos, eje del desarrollo inclusivo —organizado por República a mediados de año— se repitió una línea que, aunque trillada, no debe resultar cansina: Guatemala tiene un inmenso potencial aéreo, pero su desarrollo se ve frenado por la infraestructura deficiente, entre otras razones.  

En las últimas décadas, una infinidad de países cercanos —México, República Dominicana y Costa Rica, por nombrar algunos— han emergido como polos turísticos. Otros, como Panamá, han aprovechado su ubicación geográfica para convertirse en hubs de transbordo, ya no solo por vía marítima. Todos han creado una marca país con un storytelling impecable, que se resume en el uso ingenioso de la mercadotecnia.

Mucho se podría elucubrar sobre la marca país de Guatemala, pero resulta evidente que el problema no es, en el fondo, uno de márketing. La Antigua y el Mundo Maya bastan para crear una historia cohesiva con la cual atraer al turista; la ubicación de Guatemala, entre dos océanos y entre dos Américas, basta para ser un hub regional. El eslabón perdido es la infraestructura.

De enero a octubre de 2024, unos 2.63M de no residentes ingresaron al país. Solo un 37 % lo hizo por vía aérea. De enero a septiembre, República Dominicana, con dos tercios de la población y menos de la mitad del territorio de Guatemala, recibió 8.36M, de ellos, 6.43M por vía aérea. Si bien no se puede comparar, pues República Dominicana por décadas ha hecho del turismo su modelo de desarrollo, estas cifras ilustran lo que es posible.

Se puede intentar explicar la diferencia con otros argumentos. El Aeropuerto Internacional La Aurora (AILA) cuenta con una sola pista relativamente corta y está ubicado en el medio de la capital. Esto no debe llevar a los guatemaltecos a renunciar a las posibles mejoras: como bien apuntó Charles Schlumberger, especialista principal en transporte aéreo del Banco Mundial, el aeropuerto de Ginebra también cuenta con una sola pista y en 2023 recibió 16.48M de pasajeros. En resumidas cuentas, no hay alternativa al AILA; un aeropuerto nuevo, ubicado a las afueras de la ciudad, resulta inverosímil de momento, más que todo por lo difícil que resultaría el transporte terrestre desde y hacia él.  

Es habitual presumir del gran potencial del país, pero se corre el riesgo de desperdiciarlo. Los dirigentes políticos se aproximan a decir que padecer de problemas es bueno, pues su pronta resolución abre la puerta a cifras ingentes de inversión y desarrollo. Esto es falso: de ser fáciles o simples los problemas, ya se habrían resuelto. En Guatemala solo se puede hablar de low-hanging fruit en un sentido matizado.

Esto se reflejó en el Aviation Day. Como bien apuntó Azucena Zelaya, directora general interina de la Dirección de Aviación Civil (DGAC), la aviación guatemalteca enfrenta un sinnúmero de obstáculos legales. Amén de los contratos cuando menos cuestionables y de la necesidad de acudir al Congreso para cualquier reforma sustancial, está sujeta a una ley anticuada que no divide las competencias de regulación del espacio aéreo y operación de los aeropuertos; es “juez y parte”, una situación internacionalmente anómala. Además, está sujeta a Ley de Contrataciones del Estado, que la obliga a seguir procesos engorrosos e ineficientes que no se ajustan a las necesidades de la industria.  

Todo esto deja a un lado el hecho de que los aeropuertos, ante todo el AILA, no son islas. Al arribar a la Ciudad de Guatemala, el turista que se dirige a Petén debe enfrentarse a las carreteras del país o exponerse incluso más a sus aeropuertos. Más allá de esto, Guatemala se ve perjudicada por la idea, errada o no, de que es un país profundamente inseguro.  

Son estos los factores que ahuyentan a los visitantes, quienes, al igual que los inversores, acatan la ley del menor esfuerzo; apuestan por la experiencia más placentera o rentable con el menor número de escollos. El problema no es irresoluble, pero necesita una visión política que no se limite a los cuatrienios presidenciales. 

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Aviation Day: un análisis sincero del potencial aéreo de Guatemala

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Sebastián Gennari
20 de noviembre, 2024

El IATA Aviation Day Guatemala

se llevó a cabo el lunes recién pasado. Al igual que en el Congreso de Infraestructura: Aeropuertos, eje del desarrollo inclusivo —organizado por República a mediados de año— se repitió una línea que, aunque trillada, no debe resultar cansina: Guatemala tiene un inmenso potencial aéreo, pero su desarrollo se ve frenado por la infraestructura deficiente, entre otras razones.  

En las últimas décadas, una infinidad de países cercanos —México, República Dominicana y Costa Rica, por nombrar algunos— han emergido como polos turísticos. Otros, como Panamá, han aprovechado su ubicación geográfica para convertirse en hubs de transbordo, ya no solo por vía marítima. Todos han creado una marca país con un storytelling impecable, que se resume en el uso ingenioso de la mercadotecnia.

Mucho se podría elucubrar sobre la marca país de Guatemala, pero resulta evidente que el problema no es, en el fondo, uno de márketing. La Antigua y el Mundo Maya bastan para crear una historia cohesiva con la cual atraer al turista; la ubicación de Guatemala, entre dos océanos y entre dos Américas, basta para ser un hub regional. El eslabón perdido es la infraestructura.

De enero a octubre de 2024, unos 2.63M de no residentes ingresaron al país. Solo un 37 % lo hizo por vía aérea. De enero a septiembre, República Dominicana, con dos tercios de la población y menos de la mitad del territorio de Guatemala, recibió 8.36M, de ellos, 6.43M por vía aérea. Si bien no se puede comparar, pues República Dominicana por décadas ha hecho del turismo su modelo de desarrollo, estas cifras ilustran lo que es posible.

Se puede intentar explicar la diferencia con otros argumentos. El Aeropuerto Internacional La Aurora (AILA) cuenta con una sola pista relativamente corta y está ubicado en el medio de la capital. Esto no debe llevar a los guatemaltecos a renunciar a las posibles mejoras: como bien apuntó Charles Schlumberger, especialista principal en transporte aéreo del Banco Mundial, el aeropuerto de Ginebra también cuenta con una sola pista y en 2023 recibió 16.48M de pasajeros. En resumidas cuentas, no hay alternativa al AILA; un aeropuerto nuevo, ubicado a las afueras de la ciudad, resulta inverosímil de momento, más que todo por lo difícil que resultaría el transporte terrestre desde y hacia él.  

Es habitual presumir del gran potencial del país, pero se corre el riesgo de desperdiciarlo. Los dirigentes políticos se aproximan a decir que padecer de problemas es bueno, pues su pronta resolución abre la puerta a cifras ingentes de inversión y desarrollo. Esto es falso: de ser fáciles o simples los problemas, ya se habrían resuelto. En Guatemala solo se puede hablar de low-hanging fruit en un sentido matizado.

Esto se reflejó en el Aviation Day. Como bien apuntó Azucena Zelaya, directora general interina de la Dirección de Aviación Civil (DGAC), la aviación guatemalteca enfrenta un sinnúmero de obstáculos legales. Amén de los contratos cuando menos cuestionables y de la necesidad de acudir al Congreso para cualquier reforma sustancial, está sujeta a una ley anticuada que no divide las competencias de regulación del espacio aéreo y operación de los aeropuertos; es “juez y parte”, una situación internacionalmente anómala. Además, está sujeta a Ley de Contrataciones del Estado, que la obliga a seguir procesos engorrosos e ineficientes que no se ajustan a las necesidades de la industria.  

Todo esto deja a un lado el hecho de que los aeropuertos, ante todo el AILA, no son islas. Al arribar a la Ciudad de Guatemala, el turista que se dirige a Petén debe enfrentarse a las carreteras del país o exponerse incluso más a sus aeropuertos. Más allá de esto, Guatemala se ve perjudicada por la idea, errada o no, de que es un país profundamente inseguro.  

Son estos los factores que ahuyentan a los visitantes, quienes, al igual que los inversores, acatan la ley del menor esfuerzo; apuestan por la experiencia más placentera o rentable con el menor número de escollos. El problema no es irresoluble, pero necesita una visión política que no se limite a los cuatrienios presidenciales. 

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