El mercado de vivienda de Colombia experimenta un cambio histórico: el alquiler ahora supera a la propiedad de vivienda como la forma principal de tenencia, especialmente en las grandes ciudades. Esta tendencia está redefiniendo las prioridades para los hogares, inversores y urbanistas. Refleja un cambio estructural en la forma en que se habita en tierras colombianas.
Por qué importa. El arriendo superó por primera vez a la propiedad como la forma más común de tenencia en Colombia. En un país históricamente enfocado en la compra, este cambio tiene profundas implicaciones económicas, sociales y políticas.
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En 2023, más de 7.3M de hogares vivían en arriendo, superando los 7.1M que habitaban una vivienda propia, según cifras de la Gran Encuesta Integrada de Hogares (GEIH) del DANE (entidad responsable de las estadísticas oficiales).
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Cada año se pagan alrededor de 60 billones de pesos colombianos en arriendos (unos USD 15 500 M), lo que confirma su peso económico y lo convierte en una fuente atractiva de ingreso pasivo para los inversionistas.
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Colombia lidera en Latinoamérica con el mayor porcentaje de hogares en arriendo, por encima de países como México, Chile y Brasil.
Ecos regionales. La tendencia al arriendo también tiene eco en Centroamérica, donde ciudades como Ciudad de Panamá y San José enfrentan patrones similares de crecimiento urbano, migración interna y turismo que favorecen la vivienda en alquiler.
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En Medellín y Bogotá, la alta demanda en zonas como El Poblado y Chapinero, disparó los precios de renta y potenció la construcción de vivienda para alquiler.
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La expansión del modelo Airbnb y las estadías cortas consolidan el arriendo como motor económico, especialmente en ciudades turísticas, aunque también generan tensiones regulatorias.
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Plataformas como Fincaraíz y Ciencuadras registraron una intensa actividad en 2024, con más de 87M de visitas anuales para compra o arriendo, según datos del informe “Situación Inmobiliaria Colombia 2025”, elaborado por BBVA Research.
El otro lado. El auge del arrendamiento expone grietas estructurales: falta de regulación, inseguridad jurídica para inversionistas y ausencia de incentivos que frenan su institucionalización.
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“No hay mercado secundario para activos estabilizados”, advierte un reporte del GRI Club, lo que complica la liquidez de inversiones en renta.
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Mario Ramírez, presidente de Fedelonjas, destaca que “generaciones como los millennials ven el arrendamiento como inversión de bajo riesgo”, pero sin el respaldo del Estado, el modelo se precariza.
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Otros países como Chile y México ya desarrollaron marcos regulatorios para el multifamily que Colombia aún no adopta, limitando su potencial como política pública de vivienda.
Ahora qué. El crecimiento del arrendamiento demanda nuevas reglas, productos financieros y actores. No basta con reconocer el fenómeno: urge diseñar soluciones estructurales.
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Expertos recomiendan crear normativas específicas para arriendos institucionales y multifamily, además de promover reconversiones de edificios y fortalecer la experiencia operativa de gestores inmobiliarios.
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La inversión en vivienda para renta es un camino viable, pero depende de confianza, estabilidad regulatoria y formación de operadores profesionales.
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Si no se articulan soluciones desde el sector inmobiliario y financiero, el mercado del arriendo podría volverse más fragmentado, menos transparente y con mayores barreras para quienes buscan acceso seguro y predecible a una vivienda.
El mercado de vivienda de Colombia experimenta un cambio histórico: el alquiler ahora supera a la propiedad de vivienda como la forma principal de tenencia, especialmente en las grandes ciudades. Esta tendencia está redefiniendo las prioridades para los hogares, inversores y urbanistas. Refleja un cambio estructural en la forma en que se habita en tierras colombianas.
Por qué importa. El arriendo superó por primera vez a la propiedad como la forma más común de tenencia en Colombia. En un país históricamente enfocado en la compra, este cambio tiene profundas implicaciones económicas, sociales y políticas.
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En 2023, más de 7.3M de hogares vivían en arriendo, superando los 7.1M que habitaban una vivienda propia, según cifras de la Gran Encuesta Integrada de Hogares (GEIH) del DANE (entidad responsable de las estadísticas oficiales).
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Cada año se pagan alrededor de 60 billones de pesos colombianos en arriendos (unos USD 15 500 M), lo que confirma su peso económico y lo convierte en una fuente atractiva de ingreso pasivo para los inversionistas.
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Colombia lidera en Latinoamérica con el mayor porcentaje de hogares en arriendo, por encima de países como México, Chile y Brasil.
Ecos regionales. La tendencia al arriendo también tiene eco en Centroamérica, donde ciudades como Ciudad de Panamá y San José enfrentan patrones similares de crecimiento urbano, migración interna y turismo que favorecen la vivienda en alquiler.
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En Medellín y Bogotá, la alta demanda en zonas como El Poblado y Chapinero, disparó los precios de renta y potenció la construcción de vivienda para alquiler.
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La expansión del modelo Airbnb y las estadías cortas consolidan el arriendo como motor económico, especialmente en ciudades turísticas, aunque también generan tensiones regulatorias.
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Plataformas como Fincaraíz y Ciencuadras registraron una intensa actividad en 2024, con más de 87M de visitas anuales para compra o arriendo, según datos del informe “Situación Inmobiliaria Colombia 2025”, elaborado por BBVA Research.
El otro lado. El auge del arrendamiento expone grietas estructurales: falta de regulación, inseguridad jurídica para inversionistas y ausencia de incentivos que frenan su institucionalización.
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“No hay mercado secundario para activos estabilizados”, advierte un reporte del GRI Club, lo que complica la liquidez de inversiones en renta.
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Mario Ramírez, presidente de Fedelonjas, destaca que “generaciones como los millennials ven el arrendamiento como inversión de bajo riesgo”, pero sin el respaldo del Estado, el modelo se precariza.
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Otros países como Chile y México ya desarrollaron marcos regulatorios para el multifamily que Colombia aún no adopta, limitando su potencial como política pública de vivienda.
Ahora qué. El crecimiento del arrendamiento demanda nuevas reglas, productos financieros y actores. No basta con reconocer el fenómeno: urge diseñar soluciones estructurales.
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Expertos recomiendan crear normativas específicas para arriendos institucionales y multifamily, además de promover reconversiones de edificios y fortalecer la experiencia operativa de gestores inmobiliarios.
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La inversión en vivienda para renta es un camino viable, pero depende de confianza, estabilidad regulatoria y formación de operadores profesionales.
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Si no se articulan soluciones desde el sector inmobiliario y financiero, el mercado del arriendo podría volverse más fragmentado, menos transparente y con mayores barreras para quienes buscan acceso seguro y predecible a una vivienda.