El mercado inmobiliario colombiano cerró 2025 con un dato clave: la demanda volvió antes que la oferta. Las ventas crecieron, los lanzamientos reaccionaron, pero la obra sigue rezagada. Ese desequilibrio define el punto de partida de 2026, un año de transición donde el riesgo no es el exceso, sino la escasez mal gestionada.
Por qué importa. El 2025 no fue un simple rebote estadístico, sino un cambio de ánimo. El comprador regresó con mayor cautela y el desarrollador respondió de forma más selectiva. El resultado es un mercado activo en ventas, pero aún defensivo en ejecución.
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Las más de 128 500 unidades vendidas reflejan una recuperación real de la demanda, especialmente en No VIS. El crecimiento no responde a una normalización parcial del crédito y expectativas menos volátiles.
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El avance más lento de la VIS confirma que, sin subsidios claros y predecibles, el mercado popular no se reactiva por inercia. La política pública pesa más que el ciclo financiero en ese segmento.
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La brecha entre ventas y obra muestra prudencia empresarial. Los desarrolladores venden antes de construir, cuidando caja y riesgo. Esto ordena el mercado, pero traslada tensiones hacia delante.
Datos clave. Los indicadores no solo describen el mercado: advierten sus próximos movimientos. Las ratios actuales revelan un sistema que absorbe más rápido de lo que repone, una señal sana en el corto plazo, pero delicada si se prolonga.
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Un ratio ventas/iniciaciones de 1.63 indica que el mercado consume el inventario. Esto estabiliza precios hoy, pero puede generar cuellos de botella mañana si la obra no acelera.
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El indicador lanzamientos/iniciaciones (1.27) expone un cuello financiero y regulatorio. Los proyectos existen en papel, pero no logran cruzar a obra con la velocidad que exige la demanda.
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Ventas/lanzamientos por encima de uno: confirma buena absorción, pero también alerta sobre una oferta futura limitada, especialmente en submercados con suelo escaso y alta rotación.
Entre líneas. La recuperación tiene geografía. No avanza en bloque, sino por polos urbanos donde el ingreso, crédito e inversión privada empujan antes que el resto del país.
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Bogotá–Cundinamarca y Antioquia concentran la reactivación porque combinan demanda solvente, empleo y ecosistemas financieros más ágiles. Allí el ciclo ya está en fase de consolidación.
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Las fuertes caídas en iniciaciones en Valle y Bogotá revelan un problema estructural: licencias lentas, costos laborales y mayor incertidumbre regulatoria, no falta de compradores.
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En zonas dependientes de VIS, el mercado espera señales claras del Estado. Sin reglas estables, la inversión se pausa, incluso cuando la demanda potencial existe.
Ahora qué. El 2026 será menos espectacular, pero más decisivo. El mercado no necesita euforia, sino ejecución. El reto es cerrar la brecha entre lo que se vende y lo que se construye.
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Las proyecciones muestran convergencia gradual. Menos tensión en ratios implica estabilidad, siempre que el financiamiento no se encarezca y la política habitacional no cambie a mitad de camino.
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Las tasas más bajas ayudan, pero no resuelven todo. El verdadero freno está en la transmisión del crédito e incertidumbre fiscal, que limita decisiones de largo plazo.
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El capital privado y las Fintech ganan protagonismo. Diego Varela, COO de Ambana, resume el momento: “2026 será de financiación alternativa y digitalización total”, dijo al medio colombiano Valora Analitik. No es moda, es necesidad.
El mercado inmobiliario colombiano cerró 2025 con un dato clave: la demanda volvió antes que la oferta. Las ventas crecieron, los lanzamientos reaccionaron, pero la obra sigue rezagada. Ese desequilibrio define el punto de partida de 2026, un año de transición donde el riesgo no es el exceso, sino la escasez mal gestionada.
Por qué importa. El 2025 no fue un simple rebote estadístico, sino un cambio de ánimo. El comprador regresó con mayor cautela y el desarrollador respondió de forma más selectiva. El resultado es un mercado activo en ventas, pero aún defensivo en ejecución.
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Las más de 128 500 unidades vendidas reflejan una recuperación real de la demanda, especialmente en No VIS. El crecimiento no responde a una normalización parcial del crédito y expectativas menos volátiles.
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El avance más lento de la VIS confirma que, sin subsidios claros y predecibles, el mercado popular no se reactiva por inercia. La política pública pesa más que el ciclo financiero en ese segmento.
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La brecha entre ventas y obra muestra prudencia empresarial. Los desarrolladores venden antes de construir, cuidando caja y riesgo. Esto ordena el mercado, pero traslada tensiones hacia delante.
Datos clave. Los indicadores no solo describen el mercado: advierten sus próximos movimientos. Las ratios actuales revelan un sistema que absorbe más rápido de lo que repone, una señal sana en el corto plazo, pero delicada si se prolonga.
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Un ratio ventas/iniciaciones de 1.63 indica que el mercado consume el inventario. Esto estabiliza precios hoy, pero puede generar cuellos de botella mañana si la obra no acelera.
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El indicador lanzamientos/iniciaciones (1.27) expone un cuello financiero y regulatorio. Los proyectos existen en papel, pero no logran cruzar a obra con la velocidad que exige la demanda.
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Ventas/lanzamientos por encima de uno: confirma buena absorción, pero también alerta sobre una oferta futura limitada, especialmente en submercados con suelo escaso y alta rotación.
Entre líneas. La recuperación tiene geografía. No avanza en bloque, sino por polos urbanos donde el ingreso, crédito e inversión privada empujan antes que el resto del país.
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Bogotá–Cundinamarca y Antioquia concentran la reactivación porque combinan demanda solvente, empleo y ecosistemas financieros más ágiles. Allí el ciclo ya está en fase de consolidación.
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Las fuertes caídas en iniciaciones en Valle y Bogotá revelan un problema estructural: licencias lentas, costos laborales y mayor incertidumbre regulatoria, no falta de compradores.
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En zonas dependientes de VIS, el mercado espera señales claras del Estado. Sin reglas estables, la inversión se pausa, incluso cuando la demanda potencial existe.
Ahora qué. El 2026 será menos espectacular, pero más decisivo. El mercado no necesita euforia, sino ejecución. El reto es cerrar la brecha entre lo que se vende y lo que se construye.
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Las proyecciones muestran convergencia gradual. Menos tensión en ratios implica estabilidad, siempre que el financiamiento no se encarezca y la política habitacional no cambie a mitad de camino.
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Las tasas más bajas ayudan, pero no resuelven todo. El verdadero freno está en la transmisión del crédito e incertidumbre fiscal, que limita decisiones de largo plazo.
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El capital privado y las Fintech ganan protagonismo. Diego Varela, COO de Ambana, resume el momento: “2026 será de financiación alternativa y digitalización total”, dijo al medio colombiano Valora Analitik. No es moda, es necesidad.
EL TIPO DE CAMBIO DE HOY ES DE: