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Un show que nace para celebrar su cumpleaños.

Redacción República
03 de agosto, 2014

Según cuenta, es el más pequeño de sus hermanos pero no está muy seguro si de allí viene su mote Chiqui. Hay otra teoría. “Cuando mi mamá enviudó, una vecina llamada Chiqui de Arimany se tomó la molestia de acercarse a mí y llevarme a jugar con sus hijas. Eso fue muy importante en mi infancia, fue mi otra mamá, una mujer muy maternal. Tal vez de allí viene lo de Chiqui”, comparte.

Eduardo Cofiño Kepfer tiene 62 años pero tiene la vitalidad y la chispa de alguien más joven. Pasa muchos días en el Petén porque allí posee el famoso hotel El gringo perdido, pero viaja constantemente a la capital para atender otros asuntos, como los ensayos y presentaciones de su espectáculo El Show de Chiqui Cofiño, el cual promociona constantemente.

“Es mucho pedir que alguien de mi edad use el Facebook, pero yo lo uso porque me ha servido para dar a conocer el show”, relata refiriéndose a que con mucha paciencia se toma la molestia de invitar personalmente a todos sus contactos. Casi todos atienden al llamado.

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Pero ¿cómo fue que un empresario ecologista y ex funcionario como él, sin ninguna experiencia escénica o musical, se animó a hacer una obra de teatro tan atrevida?

Un alegre y largo cumpleaños

Todo aquel que va al Show de Chiqui Cofiño en realidad está asistiendo a la celebración del cumpleaños del protagonista. “Cuando llegué a los 60 quise celebrarlo con las personas más queridas, por lo que decidí invertir en una fiesta especial. Hubiera sido bonito invitar a un artista famoso, pero no me alcanzaba para contratar a Shakira. Así que decidí que yo sería el show”, explica.

Escribió un guión y luego buscó a los mejores músicos y cantantes de Guatemala para que le ayudaran a hacer realidad su visión. Tomó clases de canto y pulió sus talentos. “Para presentar lo que estaba montando, primero tenía que contarle a mi esposa porque me vestiría de mujer. Eso no le importó, pero me pidió que no ofendiera a ninguna de sus amigas. No tenía nada de qué preocuparse porque en realidad el tema es a favor de ellas, para protegerlas”, cuenta.                                                              

Al maquillarse y vestirse con falda logra una transformación asombrosa. “Nunca me había vestido de mujer, pero considero que ambos géneros tenemos algo del otro. Yo no tengo prejuicios contra nadie, respeto a todos sin importar sus preferencias sexuales. Lo que me parece una aberración es el machismo”, asegura.

La esposa de Chiqui es maquillista profesional y se encarga de su arreglo como mujer. “Queríamos que me viera como una señora guatemalteca que va a una fiesta, no como un travesti”, explica. Como fanáticos de las obras de Broadway querían que todo fuera de la más alta calidad. “La estética va más bien acorde con un actor de los años 40s y 50s, es más, en la segunda parte la idea es imitar un poco la apariencia de Charles Chaplin”, señala.

En esa primera presentación los invitados a su fiesta quedaron sorprendidos de ver esta faceta de él tan diferente. La celebración fue un éxito y poco a poco fue surgiendo la idea de seguir presentando el peculiar espectáculo. 

Para poder presentarse en un recinto comercial, recortó el elenco a la mitad y también el contenido, y buscó un lugar apropiado. Encontró en el bar y restaurante Trovajazz, en la zona 4, el lugar ideal para su espectáculo tipo burlesque. “Debía ser en un bar donde se bebe y se fuma, así era como se hacía originalmente durante la primera guerra mundial. En ese entonces, los mismos hombres se vestían de mujer y era algo cómico. Por allí va la tónica de mi presentación”, explica.

‘Me voy quitando la ropa, mis mascaras y quedo solo yo’

Cofiño sin ninguna experiencia previa en las tablas, creó un show híbrido que además del burlesque tiene mucho de la “stand-up comedy”. Su intención es despertar emociones en los asistentes. Baila, canta, cuenta historias, bromea e interactúa con los que están enfrente. Todo en un lenguaje subido de tono.

Durante las casi 3 horas del espectáculo, Chiqui utiliza por lo menos 5 cambios de vestuario, representando a más de diez personajes o personalidades, todos relacionados con las diferentes etapas y situaciones de su vida. 

Al inicio sale como una mujer adinerada y conservadora. “Pero poco a poco me voy quitando la ropa hasta que quedar como ‘la puta que hay en mi’. Me voy quitando mis máscaras, hasta que voy quedando solo yo”, asegura.

Aunque hay monólogos ya preparados también hay improvisación. “Me acompaño de excelentes cantantes y músicos nacionales. Antes era una persona que no le ponía coco a la música, me gustaba más el silencio como en el Petén. Pero por medio de este show me he reconcilié con la música. Yo sé que canto re mal, trato de mejorar cada día pero entiendo que con eso se nace. Lo bueno es que canto para hacer reír, entonces funciona bien”, dice divertido.

La segunda parte del show es una fiesta porque sigue celebrando su cumpleaños cada mes. “Ya van como 2,500 personas que han celebrado conmigo hasta hoy”, señala. En cada una de las 23 presentaciones el recinto se ha llenado con 115 personas que disfrutan de sus ocurrencias, también ha hecho presentaciones privadas. 

Una vida muy intensa

La adolescencia y juventud de Cofiño fueron turbulentas, no faltaron los escándalos y hasta encontronazos con la ley. Pero luego agarró seriedad y se especializó en manejo de recursos hídricos. Tuvo puestos importantes en cuatro diferentes gobiernos ( Arzú, Portillo, Berger y Colom) y 

gracias a sus conocimientos eco-arqueológicos del Petén fue consultor del Banco Interamericano de Desarrollo.

Hace 27 años, Cofiño decidió empezar una vida más sana y dejó las drogas y el alcohol, se volcó a los deportes. Ha participado en maratones y triatlones en Estados Unidos. “Que yo saliera de los vicios fue un milagro porque yo no quería salir. Lo bueno es que mi experiencia ayudó a otros porque fundé Narcóticos Anónimos en Guatemala, aunque casi nadie lo sabe, y he dado charlas y apoyo”, relata y luego asegura que por otro lado apoya la legalización de la drogas.

Todas estas vivencias quedan plasmadas en su presentación, pero además, toma prestadas anécdotas de otros. “Me burlo de mí mismo y también de los demás”, dice. La verdad, es que no deja santo parado ni títere con cabeza. “Cada mes también ponemos cosas nuevas de lo que acontece. El show nunca es igual, también porque algunas personas que ya lo vieron vuelven a ir, tenemos que hacerlas reír otra vez”, comenta.

Chiqui Cofiño sigue celebrando la vida, su vida, que ha estado en peligro también por padecer de Hepatitis C. Toda esta historia turbulenta próximamente también se reflejará en un documental, dirigido por Chris Kummerfeldt. “Queremos que sea un filme digno de competir en festivales y concursos internacionales. Considero que es poco común que alguien de mi edad pueda resurgir y empezar a hacer algo nuevo”, dice sin arrogancia pero fascinado por su éxito. 

Y es que este show es algo inusual en nuestro medio. “La gente que llega a verme descubre que tenemos mucho en común, se sienten identificados con lo que allí ven. Yo expreso lo que ellos quisieran decir, salen mejor de cuando entraron porque cantar y reír es la mejor medicina para todo”, considera.

Pero para recordarle que esta fama no debe cambiarlo, personas muy cercanas y familiares le han llamado al espectáculo ‘The egotistical narcisist asshole show’. “Es una broma familiar, con eso quieren recordarme que no se me debe subir a la cabeza esta fama transitoria”, finaliza.

Un show que nace para celebrar su cumpleaños.

Redacción República
03 de agosto, 2014

Según cuenta, es el más pequeño de sus hermanos pero no está muy seguro si de allí viene su mote Chiqui. Hay otra teoría. “Cuando mi mamá enviudó, una vecina llamada Chiqui de Arimany se tomó la molestia de acercarse a mí y llevarme a jugar con sus hijas. Eso fue muy importante en mi infancia, fue mi otra mamá, una mujer muy maternal. Tal vez de allí viene lo de Chiqui”, comparte.

Eduardo Cofiño Kepfer tiene 62 años pero tiene la vitalidad y la chispa de alguien más joven. Pasa muchos días en el Petén porque allí posee el famoso hotel El gringo perdido, pero viaja constantemente a la capital para atender otros asuntos, como los ensayos y presentaciones de su espectáculo El Show de Chiqui Cofiño, el cual promociona constantemente.

“Es mucho pedir que alguien de mi edad use el Facebook, pero yo lo uso porque me ha servido para dar a conocer el show”, relata refiriéndose a que con mucha paciencia se toma la molestia de invitar personalmente a todos sus contactos. Casi todos atienden al llamado.

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Pero ¿cómo fue que un empresario ecologista y ex funcionario como él, sin ninguna experiencia escénica o musical, se animó a hacer una obra de teatro tan atrevida?

Un alegre y largo cumpleaños

Todo aquel que va al Show de Chiqui Cofiño en realidad está asistiendo a la celebración del cumpleaños del protagonista. “Cuando llegué a los 60 quise celebrarlo con las personas más queridas, por lo que decidí invertir en una fiesta especial. Hubiera sido bonito invitar a un artista famoso, pero no me alcanzaba para contratar a Shakira. Así que decidí que yo sería el show”, explica.

Escribió un guión y luego buscó a los mejores músicos y cantantes de Guatemala para que le ayudaran a hacer realidad su visión. Tomó clases de canto y pulió sus talentos. “Para presentar lo que estaba montando, primero tenía que contarle a mi esposa porque me vestiría de mujer. Eso no le importó, pero me pidió que no ofendiera a ninguna de sus amigas. No tenía nada de qué preocuparse porque en realidad el tema es a favor de ellas, para protegerlas”, cuenta.                                                              

Al maquillarse y vestirse con falda logra una transformación asombrosa. “Nunca me había vestido de mujer, pero considero que ambos géneros tenemos algo del otro. Yo no tengo prejuicios contra nadie, respeto a todos sin importar sus preferencias sexuales. Lo que me parece una aberración es el machismo”, asegura.

La esposa de Chiqui es maquillista profesional y se encarga de su arreglo como mujer. “Queríamos que me viera como una señora guatemalteca que va a una fiesta, no como un travesti”, explica. Como fanáticos de las obras de Broadway querían que todo fuera de la más alta calidad. “La estética va más bien acorde con un actor de los años 40s y 50s, es más, en la segunda parte la idea es imitar un poco la apariencia de Charles Chaplin”, señala.

En esa primera presentación los invitados a su fiesta quedaron sorprendidos de ver esta faceta de él tan diferente. La celebración fue un éxito y poco a poco fue surgiendo la idea de seguir presentando el peculiar espectáculo. 

Para poder presentarse en un recinto comercial, recortó el elenco a la mitad y también el contenido, y buscó un lugar apropiado. Encontró en el bar y restaurante Trovajazz, en la zona 4, el lugar ideal para su espectáculo tipo burlesque. “Debía ser en un bar donde se bebe y se fuma, así era como se hacía originalmente durante la primera guerra mundial. En ese entonces, los mismos hombres se vestían de mujer y era algo cómico. Por allí va la tónica de mi presentación”, explica.

‘Me voy quitando la ropa, mis mascaras y quedo solo yo’

Cofiño sin ninguna experiencia previa en las tablas, creó un show híbrido que además del burlesque tiene mucho de la “stand-up comedy”. Su intención es despertar emociones en los asistentes. Baila, canta, cuenta historias, bromea e interactúa con los que están enfrente. Todo en un lenguaje subido de tono.

Durante las casi 3 horas del espectáculo, Chiqui utiliza por lo menos 5 cambios de vestuario, representando a más de diez personajes o personalidades, todos relacionados con las diferentes etapas y situaciones de su vida. 

Al inicio sale como una mujer adinerada y conservadora. “Pero poco a poco me voy quitando la ropa hasta que quedar como ‘la puta que hay en mi’. Me voy quitando mis máscaras, hasta que voy quedando solo yo”, asegura.

Aunque hay monólogos ya preparados también hay improvisación. “Me acompaño de excelentes cantantes y músicos nacionales. Antes era una persona que no le ponía coco a la música, me gustaba más el silencio como en el Petén. Pero por medio de este show me he reconcilié con la música. Yo sé que canto re mal, trato de mejorar cada día pero entiendo que con eso se nace. Lo bueno es que canto para hacer reír, entonces funciona bien”, dice divertido.

La segunda parte del show es una fiesta porque sigue celebrando su cumpleaños cada mes. “Ya van como 2,500 personas que han celebrado conmigo hasta hoy”, señala. En cada una de las 23 presentaciones el recinto se ha llenado con 115 personas que disfrutan de sus ocurrencias, también ha hecho presentaciones privadas. 

Una vida muy intensa

La adolescencia y juventud de Cofiño fueron turbulentas, no faltaron los escándalos y hasta encontronazos con la ley. Pero luego agarró seriedad y se especializó en manejo de recursos hídricos. Tuvo puestos importantes en cuatro diferentes gobiernos ( Arzú, Portillo, Berger y Colom) y 

gracias a sus conocimientos eco-arqueológicos del Petén fue consultor del Banco Interamericano de Desarrollo.

Hace 27 años, Cofiño decidió empezar una vida más sana y dejó las drogas y el alcohol, se volcó a los deportes. Ha participado en maratones y triatlones en Estados Unidos. “Que yo saliera de los vicios fue un milagro porque yo no quería salir. Lo bueno es que mi experiencia ayudó a otros porque fundé Narcóticos Anónimos en Guatemala, aunque casi nadie lo sabe, y he dado charlas y apoyo”, relata y luego asegura que por otro lado apoya la legalización de la drogas.

Todas estas vivencias quedan plasmadas en su presentación, pero además, toma prestadas anécdotas de otros. “Me burlo de mí mismo y también de los demás”, dice. La verdad, es que no deja santo parado ni títere con cabeza. “Cada mes también ponemos cosas nuevas de lo que acontece. El show nunca es igual, también porque algunas personas que ya lo vieron vuelven a ir, tenemos que hacerlas reír otra vez”, comenta.

Chiqui Cofiño sigue celebrando la vida, su vida, que ha estado en peligro también por padecer de Hepatitis C. Toda esta historia turbulenta próximamente también se reflejará en un documental, dirigido por Chris Kummerfeldt. “Queremos que sea un filme digno de competir en festivales y concursos internacionales. Considero que es poco común que alguien de mi edad pueda resurgir y empezar a hacer algo nuevo”, dice sin arrogancia pero fascinado por su éxito. 

Y es que este show es algo inusual en nuestro medio. “La gente que llega a verme descubre que tenemos mucho en común, se sienten identificados con lo que allí ven. Yo expreso lo que ellos quisieran decir, salen mejor de cuando entraron porque cantar y reír es la mejor medicina para todo”, considera.

Pero para recordarle que esta fama no debe cambiarlo, personas muy cercanas y familiares le han llamado al espectáculo ‘The egotistical narcisist asshole show’. “Es una broma familiar, con eso quieren recordarme que no se me debe subir a la cabeza esta fama transitoria”, finaliza.

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