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La frontera entre Guatemala y México, ¿tierra de nadie?

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Redacción República
12 de junio, 2025

La frontera entre Guatemala y México, especialmente en La Mesilla, Huehuetenango, es un símbolo de la fragilidad institucional que aqueja al país. Este punto —como muchos otros a lo largo de las decenas o cientos de pasos ciegos identificados en la línea divisoria— es un terreno fértil para el crimen organizado. El reciente incidente del 8 de junio, cuando agentes mexicanos de la Fuerza de Reacción Inmediata Pakal cruzaron la frontera persiguiendo a narcotraficantes, expone una verdad incómoda: la ausencia de control efectivo y la complicidad de autoridades locales —y, posiblemente, nacionales— con estructuras criminales. Los videos que circulan en redes sociales muestran a soldados y policías guatemaltecos presenciando el tiroteo sin intervenir, alimentando sospechas de colusión con los narcos, como sugirió el gobernador de Chiapas.

El descontrol en La Mesilla no es un hecho aislado. La frontera guatemalteco-mexicana es un corredor clave para el contrabando, el narcotráfico y la trata de personas. El contrabando, que según la Cámara de la Industria de Guatemala cuesta al Estado no menos de GTQ 16 000M anuales en impuestos, no solo debilita la economía, sino que pone en riesgo la salud pública al introducir productos sin control sanitario. El narcotráfico, dominado por grupos como Los Huistas y cárteles mexicanos, como el Jalisco Nueva Generación (CJNG), utilizan estas rutas para mover cocaína, metanfetaminas y precursores químicos. La trata de personas, por su parte, explota a migrantes vulnerables, especialmente menores, atrapándolos en redes de explotación sexual o forzándolos a actuar como “mulas” para el trasiego de drogas.

La impunidad en la frontera es alarmante. Reiterados informes de prensa y testimonios locales señalan que las autoridades, en lugar de combatir el crimen, a menudo lo facilitan. Comerciantes reportan que policías locales cobran “impuestos” a contrabandistas, mientras que grupos armados —presuntamente narcos—, entregan “tickets” como comprobantes de pago para cruzar mercancías. Esta corrupción sistémica, sumada a la falta de recursos y voluntad política, permite que la frontera sea una tierra de nadie, donde los traficantes operan con libertad.

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El incidente de La Mesilla debe ser un punto de inflexión. Para abordar esta crisis a corto plazo, se requieren medidas urgentes; fortalecer la presencia de fuerzas de seguridad no comprometidas mediante el despliegue de unidades especializadas, en coordinación con México, bajo estricta supervisión para evitar filtraciones. También, implementar un sistema de inteligencia transfronteriza que combine tecnología (drones, cámaras) con intercambio de información en tiempo real entre ambos países para detectar y desmantelar redes criminales. Acciones como esas, aunque no resuelven el problema de raíz, pueden frenar la escalada de violencia, el contrabando y el tráfico ilícito de drogas y personas.

No es hipérbole afirmar que la soberanía de Guatemala está en juego. ¡Ahí, sí! Sin un control efectivo de las fronteras, Guatemala seguirá siendo rehén del crimen organizado, sacrificando su economía, seguridad y dignidad.  

Aunque se usa la expresión “tierra de nadie” para referirse a la frontera, la realidad es que, actualmente, sí tiene dueño: el narco. 

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La frontera entre Guatemala y México, ¿tierra de nadie?

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12 de junio, 2025

La frontera entre Guatemala y México, especialmente en La Mesilla, Huehuetenango, es un símbolo de la fragilidad institucional que aqueja al país. Este punto —como muchos otros a lo largo de las decenas o cientos de pasos ciegos identificados en la línea divisoria— es un terreno fértil para el crimen organizado. El reciente incidente del 8 de junio, cuando agentes mexicanos de la Fuerza de Reacción Inmediata Pakal cruzaron la frontera persiguiendo a narcotraficantes, expone una verdad incómoda: la ausencia de control efectivo y la complicidad de autoridades locales —y, posiblemente, nacionales— con estructuras criminales. Los videos que circulan en redes sociales muestran a soldados y policías guatemaltecos presenciando el tiroteo sin intervenir, alimentando sospechas de colusión con los narcos, como sugirió el gobernador de Chiapas.

El descontrol en La Mesilla no es un hecho aislado. La frontera guatemalteco-mexicana es un corredor clave para el contrabando, el narcotráfico y la trata de personas. El contrabando, que según la Cámara de la Industria de Guatemala cuesta al Estado no menos de GTQ 16 000M anuales en impuestos, no solo debilita la economía, sino que pone en riesgo la salud pública al introducir productos sin control sanitario. El narcotráfico, dominado por grupos como Los Huistas y cárteles mexicanos, como el Jalisco Nueva Generación (CJNG), utilizan estas rutas para mover cocaína, metanfetaminas y precursores químicos. La trata de personas, por su parte, explota a migrantes vulnerables, especialmente menores, atrapándolos en redes de explotación sexual o forzándolos a actuar como “mulas” para el trasiego de drogas.

La impunidad en la frontera es alarmante. Reiterados informes de prensa y testimonios locales señalan que las autoridades, en lugar de combatir el crimen, a menudo lo facilitan. Comerciantes reportan que policías locales cobran “impuestos” a contrabandistas, mientras que grupos armados —presuntamente narcos—, entregan “tickets” como comprobantes de pago para cruzar mercancías. Esta corrupción sistémica, sumada a la falta de recursos y voluntad política, permite que la frontera sea una tierra de nadie, donde los traficantes operan con libertad.

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El incidente de La Mesilla debe ser un punto de inflexión. Para abordar esta crisis a corto plazo, se requieren medidas urgentes; fortalecer la presencia de fuerzas de seguridad no comprometidas mediante el despliegue de unidades especializadas, en coordinación con México, bajo estricta supervisión para evitar filtraciones. También, implementar un sistema de inteligencia transfronteriza que combine tecnología (drones, cámaras) con intercambio de información en tiempo real entre ambos países para detectar y desmantelar redes criminales. Acciones como esas, aunque no resuelven el problema de raíz, pueden frenar la escalada de violencia, el contrabando y el tráfico ilícito de drogas y personas.

No es hipérbole afirmar que la soberanía de Guatemala está en juego. ¡Ahí, sí! Sin un control efectivo de las fronteras, Guatemala seguirá siendo rehén del crimen organizado, sacrificando su economía, seguridad y dignidad.  

Aunque se usa la expresión “tierra de nadie” para referirse a la frontera, la realidad es que, actualmente, sí tiene dueño: el narco. 

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