El debate presidencial fue un parteaguas para Joe Biden, que ahora enfrenta una elección sin el apoyo de sus donantes. Su mayor enemigo no es Donald Trump, sino el tiempo.
Panorama general. El ambiente en el Partido Demócrata es un tornado de pánico desde la noche del 27 de junio, cuando Biden se enfrentó cara a cara con Trump por primera vez desde 2020. El presidente mostró claramente lo que los republicanos denunciaban hace tiempo —pero que los demócratas tildaban de conspiración—: su estado mental y físico no es apto para gobernar la mayor potencia mundial, mucho menos por cuatro años más.
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Reemplazarlo no es una opción mejor. A poco más de un mes de la Convención Demócrata Nacional (DNC, por sus siglas en inglés), Biden tiene ya 3904 delegados jurados para su candidatura.
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El partido tomó una decisión clara al principio de la contienda. El candidato demócrata será el actual presidente. Dar vuelta atrás sería tan perjudicial como presentarlo ante Trump, a pesar de su franco deterioro.
Entre líneas. El pánico se extiende a todas las esferas del partido; desde los financistas millonarios hasta congresistas, senadores, gobernadores, miembros de campaña y trabajadores de cuello azul. Una traición en la DNC sería un suicidio para el partido, que se esfuerza al máximo para mantener una imagen de un frente unido en contra de lo que llaman una amenaza existencial para la democracia: Donald Trump.
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La postura oficial del partido se ha mantenido hasta la fecha: Biden no renunciará. Esto no sienta bien con las bases del partido, especialmente con sus financistas.
Voces. El mes pasado, Hollywood realizó el mayor evento de recaudación de fondos en la historia para el partido demócrata. Con figuras como George Clooney avalando la campaña, la élite de Los Ángeles recolectó hasta USD 30M para Biden. Un mes después, el propio Clooney —y gran parte de Hollywood— le ha dado la espalda. Biden tiene que renunciar, es la consigna.
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En un artículo publicado en The New York Times, Clooney resaltó el aprecio que tiene por el presidente, pero admitió que, a pesar de las muchas batallas que ha librado, lo que no puede ganar es la “batalla contra el tiempo”.
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Señaló que el Biden con el que estuvo no era el ganador al que estaba acostumbrado, sino que el mismo que se vio en el debate. Mencionó que necesitan que “salve la democracia una vez más en 2024”, esta vez, dejando su candidatura.
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El mensaje fue aupado por el reconocido director de cine, Rob Reiner, quien enfatizó que Biden debe “hacerse a un lado”.
En perspectiva. Reed Hasting, cofundador de Netflix, comentó lo mismo para The New York Times unas semanas antes. El mensaje lo replicó también Damon Lindelof, creador de LOST, quien, a su vez, hizo un llamado al resto de Hollywood para dejar de donar a su campaña. La heredera de Disney, Abigail Disney, señaló que ha dejado de aportar a su campaña. Estas son solo algunas de las muchas figuras de Hollywood que se han sumado a la cruzada por reemplazar a Biden.
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El presidente no solo ha perdido un altavoz importante, sino que un grifo de fondos casi ilimitados para su campaña.
Por qué importa. Estados como New Hampshire, que no ha votado a un republicano desde el 2000; Maine, que no lo ha hecho desde 1998, y Minnesota, que ha sido demócrata desde 1972, están en riesgo de volverse rojos el 5 de noviembre. El promedio nacional de encuestas sitúa nuevamente —desde el debate— a Biden por debajo de Trump y en algunas de renombre, como las de Emerson College, el republicano aventaja a cualquier otro contrincante por hasta 10 puntos. Polymarket señala una probabilidad de un 61 % de victoria para Trump, frente a un 10 % para Biden.
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Aunque suenen nombres como Kamala Harris, Gavin Newsom e incluso Michelle Obama, a solo 116 días para el 5 de noviembre, el tiempo para tomar una decisión es escaso.
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Entre más tiempo pasa, más complicado será convencer al electorado de apoyar a un nuevo candidato. En tanto, Biden empeora cognitivamente y las posibilidades de los demócratas de derrotar a Trump escasean más.
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Un reemplazo sería especialmente perjudicial en los estados bisagra, dónde se concentra el mayor número de votantes indecisos y donde, de momento, Trump sigue en ventaja.
El debate presidencial fue un parteaguas para Joe Biden, que ahora enfrenta una elección sin el apoyo de sus donantes. Su mayor enemigo no es Donald Trump, sino el tiempo.
Panorama general. El ambiente en el Partido Demócrata es un tornado de pánico desde la noche del 27 de junio, cuando Biden se enfrentó cara a cara con Trump por primera vez desde 2020. El presidente mostró claramente lo que los republicanos denunciaban hace tiempo —pero que los demócratas tildaban de conspiración—: su estado mental y físico no es apto para gobernar la mayor potencia mundial, mucho menos por cuatro años más.
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Reemplazarlo no es una opción mejor. A poco más de un mes de la Convención Demócrata Nacional (DNC, por sus siglas en inglés), Biden tiene ya 3904 delegados jurados para su candidatura.
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Entre líneas. El pánico se extiende a todas las esferas del partido; desde los financistas millonarios hasta congresistas, senadores, gobernadores, miembros de campaña y trabajadores de cuello azul. Una traición en la DNC sería un suicidio para el partido, que se esfuerza al máximo para mantener una imagen de un frente unido en contra de lo que llaman una amenaza existencial para la democracia: Donald Trump.
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La postura oficial del partido se ha mantenido hasta la fecha: Biden no renunciará. Esto no sienta bien con las bases del partido, especialmente con sus financistas.
Voces. El mes pasado, Hollywood realizó el mayor evento de recaudación de fondos en la historia para el partido demócrata. Con figuras como George Clooney avalando la campaña, la élite de Los Ángeles recolectó hasta USD 30M para Biden. Un mes después, el propio Clooney —y gran parte de Hollywood— le ha dado la espalda. Biden tiene que renunciar, es la consigna.
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En un artículo publicado en The New York Times, Clooney resaltó el aprecio que tiene por el presidente, pero admitió que, a pesar de las muchas batallas que ha librado, lo que no puede ganar es la “batalla contra el tiempo”.
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Señaló que el Biden con el que estuvo no era el ganador al que estaba acostumbrado, sino que el mismo que se vio en el debate. Mencionó que necesitan que “salve la democracia una vez más en 2024”, esta vez, dejando su candidatura.
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El mensaje fue aupado por el reconocido director de cine, Rob Reiner, quien enfatizó que Biden debe “hacerse a un lado”.
En perspectiva. Reed Hasting, cofundador de Netflix, comentó lo mismo para The New York Times unas semanas antes. El mensaje lo replicó también Damon Lindelof, creador de LOST, quien, a su vez, hizo un llamado al resto de Hollywood para dejar de donar a su campaña. La heredera de Disney, Abigail Disney, señaló que ha dejado de aportar a su campaña. Estas son solo algunas de las muchas figuras de Hollywood que se han sumado a la cruzada por reemplazar a Biden.
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El presidente no solo ha perdido un altavoz importante, sino que un grifo de fondos casi ilimitados para su campaña.
Por qué importa. Estados como New Hampshire, que no ha votado a un republicano desde el 2000; Maine, que no lo ha hecho desde 1998, y Minnesota, que ha sido demócrata desde 1972, están en riesgo de volverse rojos el 5 de noviembre. El promedio nacional de encuestas sitúa nuevamente —desde el debate— a Biden por debajo de Trump y en algunas de renombre, como las de Emerson College, el republicano aventaja a cualquier otro contrincante por hasta 10 puntos. Polymarket señala una probabilidad de un 61 % de victoria para Trump, frente a un 10 % para Biden.
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Aunque suenen nombres como Kamala Harris, Gavin Newsom e incluso Michelle Obama, a solo 116 días para el 5 de noviembre, el tiempo para tomar una decisión es escaso.
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Entre más tiempo pasa, más complicado será convencer al electorado de apoyar a un nuevo candidato. En tanto, Biden empeora cognitivamente y las posibilidades de los demócratas de derrotar a Trump escasean más.
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Un reemplazo sería especialmente perjudicial en los estados bisagra, dónde se concentra el mayor número de votantes indecisos y donde, de momento, Trump sigue en ventaja.