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Única ventana de oportunidad

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Redacción República
28 de agosto, 2025

En un mundo marcado por la incertidumbre geopolítica y económica, Guatemala se encuentra ante una coyuntura excepcional. Hoy, el país tiene la posibilidad de impulsar proyectos de infraestructura de gran envergadura y largo plazo, como la construcción de un canal seco que conecte el Atlántico con el Pacífico. Esta iniciativa no solo potenciaría el comercio regional, sino que posicionaría a Guatemala como un hub logístico clave en Centroamérica, y el mundo.  

Sin embargo, esta ventana de oportunidad es estrecha y efímera, dependiente de una alineación entre actores clave: los Estados Unidos, como aliado estratégico, el sector privado guatemalteco y el gobierno actual. Sin estos tres pilares, proyectos de esta magnitud rara vez prosperan, quedando atrapados en burocracias, oposiciones ideológicas o falta de financiamiento. 

Esta convergencia no es fortuita. Guatemala ha sido, es y será, un aliado natural de los EE. UU., en una relación basada en el respeto mutuo y beneficios compartidos. El sector privado guatemalteco, motor de la economía nacional, que invierte y cree en el desarrollo del país, ha mantenido lazos sólidos EE. UU., fomentando el intercambio comercial y la inversión directa. 

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Lamentablemente, en ambos países, gobiernos transitorios impulsados por agendas ideológicas han saboteado esta sinergia. En Guatemala, administraciones pasadas han ignorado las oportunidades de integración económica con el norte. En EE. UU., la agenda woke ha distraído a Washington de la importancia estratégica de Centroamérica. Pero ahora, con un gobierno estadounidense enfocado en contrarrestar influencias externas, y un sector privado guatemalteco ávido de expansión, se presenta un momento propicio. 

Los desafíos comunes refuerzan esta alianza. La lucha contra el crimen organizado, que azota las fronteras y socava la estabilidad, exige, sí o sí, colaboración bilateral. Guatemala, como puente entre norte y sur, es vital para interceptar el flujo de narcóticos y migración irregular; EE. UU. reconoce esto y apoya con inteligencia y recursos. 

Geopolíticamente, el país se erige en el único aliado sólido de Washington en la vecindad inmediata, resistiendo los avances del Comité Central del Partido Comunista de China. Mientras otras naciones centroamericanas ceden terreno a inversiones chinas que a menudo vienen con condiciones opacas y deuda insostenible, Guatemala mantiene su soberanía y orientación prooccidental.  

Además, las ventajas comerciales mutuas son evidentes. Un canal seco, por ejemplo, reduciría tiempos de tránsito para mercancías, atrayendo inversiones en puertos, ferrocarriles y zonas francas. El sector privado guatemalteco —con su expertise en grandes proyectos de nivel mundial— debe liderar la ejecución, mientras EE. UU. aporta tecnología y financiamiento.  

Un proyecto como ese no solo generaría empleos masivos —estimados en decenas de miles— sino que impulsaría el PIB nacional en al menos un 2-3 % anual, según proyecciones conservadoras. Pero el tiempo apremia y presiones internas o cambios políticos podrían disipar esta alineación. 

Es imperativo que el presidente Bernardo Arévalo y su gobierno capitalicen esta oportunidad única. Arévalo, con un enfoque de transparencia, debe de priorizar diálogos trilaterales para concretar, no simplemente “sentar las bases”. Porque, no solo se necesita soñar en grande, sino lograr en grande. 

No se trata solo de infraestructura; es forjar un futuro resiliente ante amenazas globales. Desaprovechar este momento sería un error histórico —que acarrearía como legado Arévalo, hijo—, condenando a Guatemala a la mediocridad en lugar de al liderazgo regional. El canal seco no es un sueño lejano: es una realidad al alcance, si actuamos con visión y urgencia. 

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28 de agosto, 2025

En un mundo marcado por la incertidumbre geopolítica y económica, Guatemala se encuentra ante una coyuntura excepcional. Hoy, el país tiene la posibilidad de impulsar proyectos de infraestructura de gran envergadura y largo plazo, como la construcción de un canal seco que conecte el Atlántico con el Pacífico. Esta iniciativa no solo potenciaría el comercio regional, sino que posicionaría a Guatemala como un hub logístico clave en Centroamérica, y el mundo.  

Sin embargo, esta ventana de oportunidad es estrecha y efímera, dependiente de una alineación entre actores clave: los Estados Unidos, como aliado estratégico, el sector privado guatemalteco y el gobierno actual. Sin estos tres pilares, proyectos de esta magnitud rara vez prosperan, quedando atrapados en burocracias, oposiciones ideológicas o falta de financiamiento. 

Esta convergencia no es fortuita. Guatemala ha sido, es y será, un aliado natural de los EE. UU., en una relación basada en el respeto mutuo y beneficios compartidos. El sector privado guatemalteco, motor de la economía nacional, que invierte y cree en el desarrollo del país, ha mantenido lazos sólidos EE. UU., fomentando el intercambio comercial y la inversión directa. 

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Los desafíos comunes refuerzan esta alianza. La lucha contra el crimen organizado, que azota las fronteras y socava la estabilidad, exige, sí o sí, colaboración bilateral. Guatemala, como puente entre norte y sur, es vital para interceptar el flujo de narcóticos y migración irregular; EE. UU. reconoce esto y apoya con inteligencia y recursos. 

Geopolíticamente, el país se erige en el único aliado sólido de Washington en la vecindad inmediata, resistiendo los avances del Comité Central del Partido Comunista de China. Mientras otras naciones centroamericanas ceden terreno a inversiones chinas que a menudo vienen con condiciones opacas y deuda insostenible, Guatemala mantiene su soberanía y orientación prooccidental.  

Además, las ventajas comerciales mutuas son evidentes. Un canal seco, por ejemplo, reduciría tiempos de tránsito para mercancías, atrayendo inversiones en puertos, ferrocarriles y zonas francas. El sector privado guatemalteco —con su expertise en grandes proyectos de nivel mundial— debe liderar la ejecución, mientras EE. UU. aporta tecnología y financiamiento.  

Un proyecto como ese no solo generaría empleos masivos —estimados en decenas de miles— sino que impulsaría el PIB nacional en al menos un 2-3 % anual, según proyecciones conservadoras. Pero el tiempo apremia y presiones internas o cambios políticos podrían disipar esta alineación. 

Es imperativo que el presidente Bernardo Arévalo y su gobierno capitalicen esta oportunidad única. Arévalo, con un enfoque de transparencia, debe de priorizar diálogos trilaterales para concretar, no simplemente “sentar las bases”. Porque, no solo se necesita soñar en grande, sino lograr en grande. 

No se trata solo de infraestructura; es forjar un futuro resiliente ante amenazas globales. Desaprovechar este momento sería un error histórico —que acarrearía como legado Arévalo, hijo—, condenando a Guatemala a la mediocridad en lugar de al liderazgo regional. El canal seco no es un sueño lejano: es una realidad al alcance, si actuamos con visión y urgencia. 

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