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Un superintendente a la altura del momento

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Redacción República
10 de abril, 2025

Mañana se elegirá al nuevo Superintendente de Administración Tributaria (SAT), una decisión que no puede tomarse a la ligera. En un país donde la burocracia suele ser un laberinto y la corrupción una sombra persistente, la SAT necesita un líder que rompa con el pasado de compadrazgos y agendas ocultas. El país no soportará un títere de partidos políticos o un aliado de grupos de interés que convierta la institución en un botín. Se requiere un superintendente institucional y serio; que traiga aire fresco y sentido común a la gestión tributaria.

La tarea no es menor; facilitar el pago de impuestos debería ser el evangelio de cualquier administración sensata: menos trabas, más claridad. ¿Cuántas veces se ha visto a emprendedores ahogados por formularios interminables o requisitos absurdos para abrir una empresa? Un superintendente con visión debe entender que la eficiencia no es un lujo, sino una necesidad. Guatemala no puede seguir siendo ese país donde empezar un negocio se siente como escalar una montaña sin cuerda. La SAT tiene que ser un motor, no un freno.

Luego está el elefante en la habitación: los aranceles de Trump. Con EE. UU. mirando cada vez más de cerca lo que cruza sus fronteras, las aduanas guatemaltecas están bajo el reflector. Un superintendente tibio y distraído —o peor, guiado por intereses espurios— podría ser la receta para el desastre. El contrabando no es solo un problema local; si se cuela hacia el norte, las sanciones no tardarán en llegar y las pagaremos todos: exportadores, consumidores y el ciudadano de a pie. Se necesita a alguien que ponga lupa y mano firme en los puertos y pasos fronterizos, que entienda que la integridad de las aduanas es ahora un asunto de supervivencia económica.

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No es momento para improvisaciones ni para experimentos. Ya hemos visto suficiente de gobiernos que juegan a la ruleta con nombramientos clave, colocando fichas por lealtad en vez del mérito. La elección de mañana no puede ser otro capítulo de esa triste novela. La SAT requiere de un líder que no se doblegue ante presiones y que no tenga deudas con nadie más que con los guatemaltecos que sostienen este país con su trabajo diario.

El mensaje es claro: apostemos por alguien que mire al futuro, no al espejo de los intereses mezquinos. Se necesita un superintendente que facilite, que vigile y que construya confianza. Si algo nos ha enseñado la historia reciente, es que las crisis no avisan y las oportunidades no esperan. Mañana se define más que un cargo; se define una señal de si Guatemala está lista para tomarse en serio a sí misma.

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10 de abril, 2025

Mañana se elegirá al nuevo Superintendente de Administración Tributaria (SAT), una decisión que no puede tomarse a la ligera. En un país donde la burocracia suele ser un laberinto y la corrupción una sombra persistente, la SAT necesita un líder que rompa con el pasado de compadrazgos y agendas ocultas. El país no soportará un títere de partidos políticos o un aliado de grupos de interés que convierta la institución en un botín. Se requiere un superintendente institucional y serio; que traiga aire fresco y sentido común a la gestión tributaria.

La tarea no es menor; facilitar el pago de impuestos debería ser el evangelio de cualquier administración sensata: menos trabas, más claridad. ¿Cuántas veces se ha visto a emprendedores ahogados por formularios interminables o requisitos absurdos para abrir una empresa? Un superintendente con visión debe entender que la eficiencia no es un lujo, sino una necesidad. Guatemala no puede seguir siendo ese país donde empezar un negocio se siente como escalar una montaña sin cuerda. La SAT tiene que ser un motor, no un freno.

Luego está el elefante en la habitación: los aranceles de Trump. Con EE. UU. mirando cada vez más de cerca lo que cruza sus fronteras, las aduanas guatemaltecas están bajo el reflector. Un superintendente tibio y distraído —o peor, guiado por intereses espurios— podría ser la receta para el desastre. El contrabando no es solo un problema local; si se cuela hacia el norte, las sanciones no tardarán en llegar y las pagaremos todos: exportadores, consumidores y el ciudadano de a pie. Se necesita a alguien que ponga lupa y mano firme en los puertos y pasos fronterizos, que entienda que la integridad de las aduanas es ahora un asunto de supervivencia económica.

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No es momento para improvisaciones ni para experimentos. Ya hemos visto suficiente de gobiernos que juegan a la ruleta con nombramientos clave, colocando fichas por lealtad en vez del mérito. La elección de mañana no puede ser otro capítulo de esa triste novela. La SAT requiere de un líder que no se doblegue ante presiones y que no tenga deudas con nadie más que con los guatemaltecos que sostienen este país con su trabajo diario.

El mensaje es claro: apostemos por alguien que mire al futuro, no al espejo de los intereses mezquinos. Se necesita un superintendente que facilite, que vigile y que construya confianza. Si algo nos ha enseñado la historia reciente, es que las crisis no avisan y las oportunidades no esperan. Mañana se define más que un cargo; se define una señal de si Guatemala está lista para tomarse en serio a sí misma.

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