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Sheinbaum: un gobierno en negación

.
Reynaldo Rodríguez
25 de noviembre, 2025

México, en días recientes, ha vivido una oleada de protestas que combina malestar juvenil, hartazgo por la violencia y desconfianza hacia el gobierno de Claudia Sheinbaum. Las recientes movilizaciones —frente al Zócalo capitalino y los bloqueos de carreteras— reflejan la necesidad de válvulas de escape de presión para la sociedad, cuyos problemas no han sido atendidos por la administración.

  • Detrás de las consignas contra la presidenta se acumula una percepción de profunda inseguridad económica: salarios insuficientes, costo de vida al alza y un entorno de precariedad y violencia que los manifestantes le imputan directamente a su gobierno.

En perspectiva. Lo que estalló frente al Palacio Nacional se debió a la acumulación de agravios socioeconómicos dentro de la narrativa pública mexicana.

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  • La inflación acumulada en alimentos, transporte y bienes básicos ha ido erosionando el salario mínimo, mientras nuevos impuestos al consumo —de videojuegos a refrescos— han encendido el malestar juvenil en una economía percibida como extractiva.

  • Más de 30 000 homicidios al año y el hallazgo de campos de exterminio de narcotraficantes —con hornos crematorios, restos humanos quemados y fragmentos de huesos— exponen la incapacidad del Estado para frenar la inhumana ola de violencia a través del país.

  • Por último, el asesinato del alcalde de Uruapan, el 1 de noviembre, demostró la vulnerabilidad de las autoridades municipales y, sobre todo, la sensación de indefensión e impunidad a causa de un sistema de justicia inefectivo.

Lo indispensable. Las protestas exponen una tensión creciente entre grupos sociales que exigen respuestas y un gobierno que responde con un discurso indiferente y uso de la fuerza pública.

  • El núcleo de la movilización está compuesto por jóvenes que se hacen llamar la “generación Z”, estudiantes y trabajadores que se sienten excluidos de la narrativa de éxito económico del gobierno y demandan soluciones a la inseguridad, los salarios reales y la falta de movilidad social.

  • Sheinbaum respondió de inmediato con miopía deliberada, sugiriendo que la protesta es una estrategia manipulativa de la derecha para desestabilizar su gobierno. Su discurso giró alrededor de la narrativa de complot, lo cual reforzó la percepción de que el gobierno prefiere ridiculizar las demandas antes que reconocerlas y actuar en respuesta a ellas.

  • La displicente respuesta del gobierno hacia los bloqueos los redujo a intereses políticos y minorías inconformes, evitando reconocer una señal inequívoca de erosión del control territorial. Al encuadrar las carreteras paralizadas como proxys de contiendas políticas y no como una petición de auxilio —del sector que sostiene la logística nacional—, la administración profundizó la percepción de desconexión e indolencia institucional.

Entre líneas. El tablero en que se mueve Sheinbaum empieza a mostrar fisuras simultáneas en su narrativa, estabilidad y gobernabilidad.

  • La pérdida de legitimidad de la mandataria en el frente interno, deviniendo en una profunda desconfianza de los canales institucionales, ya que son percibidos como cooptados o ineficaces.

  • Debido a ello, la presidenta utilizó la respuesta represiva para encuadrar las protestas como un problema de seguridad, enmascarando la sintomatología de un sistema político incapaz de proteger a sus ciudadanos. 

  • Los sondeos internos siguen colocando a Sheinbaum en niveles de aprobación bastante altos. No obstante, el Morning Consult, la misma encuestadora que AMLO utilizó durante años como prueba de su propia legitimidad, muestra una caída hacia el 40 % y un cruce negativo con la desaprobación. La medición externa parece reflejar con mayor precisión el hartazgo y la desconfianza de amplios sectores de la población, revelando que la narrativa de respaldo interno ya no coincide con el sentimiento nacional.

En conclusión. Las protestas dejan a Claudia Sheinbaum marcada como una mandataria más dispuesta a reprimir el síntoma que a enfrentar la raíz narco de la violencia.

  • Su falta de voluntad o incapacidad para confrontar frontalmente al crimen organizado prolonga el vacío de autoridad que había mantenido su mentor político, AMLO.
  • Así, el nuevo gobierno no rompe con la ineficacia del sexenio anterior: la hereda, la administra y la disfraza detrás de discursos de complot y operativos de contención.

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Sheinbaum: un gobierno en negación

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Reynaldo Rodríguez
25 de noviembre, 2025

México, en días recientes, ha vivido una oleada de protestas que combina malestar juvenil, hartazgo por la violencia y desconfianza hacia el gobierno de Claudia Sheinbaum. Las recientes movilizaciones —frente al Zócalo capitalino y los bloqueos de carreteras— reflejan la necesidad de válvulas de escape de presión para la sociedad, cuyos problemas no han sido atendidos por la administración.

  • Detrás de las consignas contra la presidenta se acumula una percepción de profunda inseguridad económica: salarios insuficientes, costo de vida al alza y un entorno de precariedad y violencia que los manifestantes le imputan directamente a su gobierno.

En perspectiva. Lo que estalló frente al Palacio Nacional se debió a la acumulación de agravios socioeconómicos dentro de la narrativa pública mexicana.

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  • La inflación acumulada en alimentos, transporte y bienes básicos ha ido erosionando el salario mínimo, mientras nuevos impuestos al consumo —de videojuegos a refrescos— han encendido el malestar juvenil en una economía percibida como extractiva.

  • Más de 30 000 homicidios al año y el hallazgo de campos de exterminio de narcotraficantes —con hornos crematorios, restos humanos quemados y fragmentos de huesos— exponen la incapacidad del Estado para frenar la inhumana ola de violencia a través del país.

  • Por último, el asesinato del alcalde de Uruapan, el 1 de noviembre, demostró la vulnerabilidad de las autoridades municipales y, sobre todo, la sensación de indefensión e impunidad a causa de un sistema de justicia inefectivo.

Lo indispensable. Las protestas exponen una tensión creciente entre grupos sociales que exigen respuestas y un gobierno que responde con un discurso indiferente y uso de la fuerza pública.

  • El núcleo de la movilización está compuesto por jóvenes que se hacen llamar la “generación Z”, estudiantes y trabajadores que se sienten excluidos de la narrativa de éxito económico del gobierno y demandan soluciones a la inseguridad, los salarios reales y la falta de movilidad social.

  • Sheinbaum respondió de inmediato con miopía deliberada, sugiriendo que la protesta es una estrategia manipulativa de la derecha para desestabilizar su gobierno. Su discurso giró alrededor de la narrativa de complot, lo cual reforzó la percepción de que el gobierno prefiere ridiculizar las demandas antes que reconocerlas y actuar en respuesta a ellas.

  • La displicente respuesta del gobierno hacia los bloqueos los redujo a intereses políticos y minorías inconformes, evitando reconocer una señal inequívoca de erosión del control territorial. Al encuadrar las carreteras paralizadas como proxys de contiendas políticas y no como una petición de auxilio —del sector que sostiene la logística nacional—, la administración profundizó la percepción de desconexión e indolencia institucional.

Entre líneas. El tablero en que se mueve Sheinbaum empieza a mostrar fisuras simultáneas en su narrativa, estabilidad y gobernabilidad.

  • La pérdida de legitimidad de la mandataria en el frente interno, deviniendo en una profunda desconfianza de los canales institucionales, ya que son percibidos como cooptados o ineficaces.

  • Debido a ello, la presidenta utilizó la respuesta represiva para encuadrar las protestas como un problema de seguridad, enmascarando la sintomatología de un sistema político incapaz de proteger a sus ciudadanos. 

  • Los sondeos internos siguen colocando a Sheinbaum en niveles de aprobación bastante altos. No obstante, el Morning Consult, la misma encuestadora que AMLO utilizó durante años como prueba de su propia legitimidad, muestra una caída hacia el 40 % y un cruce negativo con la desaprobación. La medición externa parece reflejar con mayor precisión el hartazgo y la desconfianza de amplios sectores de la población, revelando que la narrativa de respaldo interno ya no coincide con el sentimiento nacional.

En conclusión. Las protestas dejan a Claudia Sheinbaum marcada como una mandataria más dispuesta a reprimir el síntoma que a enfrentar la raíz narco de la violencia.

  • Su falta de voluntad o incapacidad para confrontar frontalmente al crimen organizado prolonga el vacío de autoridad que había mantenido su mentor político, AMLO.
  • Así, el nuevo gobierno no rompe con la ineficacia del sexenio anterior: la hereda, la administra y la disfraza detrás de discursos de complot y operativos de contención.

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