México culminó, el domingo pasado, un experimento que presupone una catarsis democrática —directa— en detrimento de su república.
En perspectiva. Con una participación de solamente un 13 %, se celebraron las elecciones judiciales, que en 2027 culminarán con que todos los jueces mexicanos hayan sido electos popularmente. Ya que eran miles las posiciones que estaban en juego, el conteo está siendo tardado; se espera que tome, al menos, 10 días.
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No obstante, una conclusión es ya innegable: el gran ganador es Morena, que ha asegurado influencia —o bien, control— total sobre la Suprema Corte.
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Aunque faltan muchos jueces por confirmar, la ausencia de la oposición invita a concluir que la inmensa mayoría de los ganadores son jueces afines al partido de gobierno.
Entre líneas. López Obrador le regaló a la presidenta un ambicioso proyecto para el clímax de su 4T; pero el precio de las elecciones judiciales ha sido incertidumbre económica y un Estado de derecho en la cuerda floja. El miedo a un sector de justicia totalmente politizado y la —incluso mayor— posibilidad de una captura criminal del sector judicial plagan de miedo al empresariado mexicano.
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Para Sheinbaum, lo mejor era arrancar rápido la venda y eliminar la incertidumbre de la ecuación lo más pronto posible. El resultado fue un proceso expedito, mal organizado y confuso para el electorado.
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Incluso el bizarro referéndum de AMLO para ratificar su presidencia tuvo más afluencia (18 %) que las elecciones del pasado domingo.
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La reforma judicial cuenta con un rechazo mayoritario, incluso de parte de la base de Morena. Sin embargo, eso no importa; a pesar de que los votos válidos suponen aproximadamente solo un 9 % del padrón, los resultados serán ratificados.
Visto y no visto. Aunque Morena es el gran ganador de este proceso, de acuerdo con Alex González Ormerod, editor en jefe de The Mexico Political Economist, la culpa es de la oposición. En lo que calificó como un capricho, el bloque opositor decidió boicotear el proceso al no presentarse, dejándole el camino libre al oficialismo.
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El mismo día se celebraron elecciones estatales en Durango y Veracruz, donde Morena sufrió importantes derrotas. De acuerdo con González Ormerod, la enorme mayoría que logró Morena hace seis meses ya se empezó a perder.
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De haberse presentado, la oposición habría podido conseguir en una Suprema Corte balanceada; en su lugar, le entregaron en bandeja de plata el control absoluto a Morena.
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El oficialismo tiene en su poder los tres poderes, en parte por méritos propios, pero en contubernio con lo que González Ormerod describe como una oposición “atomizada, particularmente inepta y odiada por prácticamente todo el país”.
En el radar. Adicionalmente, el proceso se destacó por vulnerabilidades, como la falta de custodia de las urnas, que fueron trasladadas de los centros de votación a recintos de conteo sin supervisión de los medios ni las misiones de observación. Aunque sigue habiendo mecanismos de control para mitigar esas vulnerabilidades, es un riesgo latente para el proceso de 2027, que podría plegarse de irregularidades, de no tomarse medidas correctivas.
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González Ormerod apunta que Morena ha superado el modelo de cooptación del Estado del PRI, con el matiz de que no necesitó imponerse por la violencia —como si lo hizo el PRI— para suprimir a la oposición.
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A pesar de perder popularidad a pasos agigantados desde su elección, Sheinbaum ha logrado el sueño de la dictadura perfecta del PRI; esta vez, con la complicidad negligente de una oposición, que le ha dejado a Morena los tres poderes del Estado en bandeja de plata.
México culminó, el domingo pasado, un experimento que presupone una catarsis democrática —directa— en detrimento de su república.
En perspectiva. Con una participación de solamente un 13 %, se celebraron las elecciones judiciales, que en 2027 culminarán con que todos los jueces mexicanos hayan sido electos popularmente. Ya que eran miles las posiciones que estaban en juego, el conteo está siendo tardado; se espera que tome, al menos, 10 días.
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No obstante, una conclusión es ya innegable: el gran ganador es Morena, que ha asegurado influencia —o bien, control— total sobre la Suprema Corte.
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Aunque faltan muchos jueces por confirmar, la ausencia de la oposición invita a concluir que la inmensa mayoría de los ganadores son jueces afines al partido de gobierno.
Entre líneas. López Obrador le regaló a la presidenta un ambicioso proyecto para el clímax de su 4T; pero el precio de las elecciones judiciales ha sido incertidumbre económica y un Estado de derecho en la cuerda floja. El miedo a un sector de justicia totalmente politizado y la —incluso mayor— posibilidad de una captura criminal del sector judicial plagan de miedo al empresariado mexicano.
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Para Sheinbaum, lo mejor era arrancar rápido la venda y eliminar la incertidumbre de la ecuación lo más pronto posible. El resultado fue un proceso expedito, mal organizado y confuso para el electorado.
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Incluso el bizarro referéndum de AMLO para ratificar su presidencia tuvo más afluencia (18 %) que las elecciones del pasado domingo.
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La reforma judicial cuenta con un rechazo mayoritario, incluso de parte de la base de Morena. Sin embargo, eso no importa; a pesar de que los votos válidos suponen aproximadamente solo un 9 % del padrón, los resultados serán ratificados.
Visto y no visto. Aunque Morena es el gran ganador de este proceso, de acuerdo con Alex González Ormerod, editor en jefe de The Mexico Political Economist, la culpa es de la oposición. En lo que calificó como un capricho, el bloque opositor decidió boicotear el proceso al no presentarse, dejándole el camino libre al oficialismo.
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El mismo día se celebraron elecciones estatales en Durango y Veracruz, donde Morena sufrió importantes derrotas. De acuerdo con González Ormerod, la enorme mayoría que logró Morena hace seis meses ya se empezó a perder.
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De haberse presentado, la oposición habría podido conseguir en una Suprema Corte balanceada; en su lugar, le entregaron en bandeja de plata el control absoluto a Morena.
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El oficialismo tiene en su poder los tres poderes, en parte por méritos propios, pero en contubernio con lo que González Ormerod describe como una oposición “atomizada, particularmente inepta y odiada por prácticamente todo el país”.
En el radar. Adicionalmente, el proceso se destacó por vulnerabilidades, como la falta de custodia de las urnas, que fueron trasladadas de los centros de votación a recintos de conteo sin supervisión de los medios ni las misiones de observación. Aunque sigue habiendo mecanismos de control para mitigar esas vulnerabilidades, es un riesgo latente para el proceso de 2027, que podría plegarse de irregularidades, de no tomarse medidas correctivas.
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González Ormerod apunta que Morena ha superado el modelo de cooptación del Estado del PRI, con el matiz de que no necesitó imponerse por la violencia —como si lo hizo el PRI— para suprimir a la oposición.
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A pesar de perder popularidad a pasos agigantados desde su elección, Sheinbaum ha logrado el sueño de la dictadura perfecta del PRI; esta vez, con la complicidad negligente de una oposición, que le ha dejado a Morena los tres poderes del Estado en bandeja de plata.