Los drones han llegado para quedarse, no solo en la guerra, sino para todas las esferas de la violencia armada.
En perspectiva. La invasión rusa en Ucrania es —hasta ahora— el gran conflicto bélico del siglo XXI y la guerra más grande entre dos Estados en Europa desde 1945; un caso atípico de guerra de conquista en la era posguerra fría. Las hostilidades han servido como campo de prueba para una tecnología no tan nueva, pero nunca antes probada en batalla a una escala tan amplia como la ucraniana: los drones.
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Los vehículos aéreos no tripulados (UAAV, por sus siglas en inglés) se han vuelto el arma más popular en este conflicto, maximizando las bajas enemigas y minimizando las propias.
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Los UAAV permiten detonar explosivos dirigidos desde la distancia. Sus cámaras incorporadas les permiten ser precisos y, lo más atractivo, es que pueden ser piloteados desde la seguridad de una habitación como si se tratase de un videojuego.
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Lo destacable es lo fácil que son de fabricar y de adquirir para cualquier persona, algo que el crimen organizado en América Latina ha sabido aprovechar.
Por qué importa. En 2024, en Guayaquil, un dron detonó en el techo de una prisión en un intento de fuga de reos. El mismo año, el gobierno peruano neutralizó hasta 35 amenazas de dron durante la cumbre de líderes del Foro APEC. En febrero de 2025, un general mexicano estuvo a punto de morir cuando su convoy fue atacado por un UAAV; en marzo, un dron armado y dirigido por el ELN en una operación de combate en Catatumbo ocasionó la muerte de un soldado colombiano.
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El crimen organizado también los usa para vigilar cruces fronterizos; para entregar celulares en prisiones, e, incluso, transportar droga.
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En México, los cárteles usan UAAV con cámaras térmicas para mapear a las autoridades y encontrar puntos ciegos para el contrabando.
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El mayor problema es que no son una tecnología especializada; hoy en día, cualquier persona con conocimientos mínimos puede adquirir drones en internet y aprender a usarlos con un simple tutorial.
Entre líneas. De acuerdo con R. Evan Ellis, profesor en el Colegio de Guerra del Ejército de los EE. UU., al menos 14 estados latinoamericanos cuentan con flotas de UAAV para sus operaciones y sistemas anti-drones, pero la respuesta de la región se limita por los recursos y trabas burocráticas para su adquisición.
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El conflicto en Ucrania no solo ha demostrado la efectividad de la guerra de drones, sino que ha multiplicado su demanda y, por lo tanto, masificado su producción.
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En 2021, la producción anual de UAAV era de entre 5000 y 10 000; en 2022, con el inicio de la guerra, ascendió a unos 100 000; para 2023, la producción se estimó en 1.2M, y en 2024, se calcula hasta en 3.5M.
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La industria de los drones ha nutrido, principalmente, a los ejércitos de Rusia y Ucrania y, como siempre, el excedente ha inundado el mercado negro.
Lo que sigue. En Rusia y en Ucrania se están empezando a usar drones que no pueden ser interferidos por sistemas anti-drones. Estos dispositivos son operados por control y están conectados por cables de fibra óptica, lo que evita que se le pueda interferir la señal GPS o su radiofrecuencia. Adicionalmente, Ucrania ha empleado ya embarcaciones no tripuladas para atacar buques de guerra rusos.
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Esta nueva tecnología podría ser fácilmente utilizable para el contrabando marítimo o como arma contra la infraestructura portuaria en Latinoamérica.
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El uso de UAAV puede cambiar por completo el combate al crimen en la región, lo que demanda acciones contundentes y prontas por parte de los gobiernos latinoamericanos ante esta nueva y popular amenaza.
Los drones han llegado para quedarse, no solo en la guerra, sino para todas las esferas de la violencia armada.
En perspectiva. La invasión rusa en Ucrania es —hasta ahora— el gran conflicto bélico del siglo XXI y la guerra más grande entre dos Estados en Europa desde 1945; un caso atípico de guerra de conquista en la era posguerra fría. Las hostilidades han servido como campo de prueba para una tecnología no tan nueva, pero nunca antes probada en batalla a una escala tan amplia como la ucraniana: los drones.
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Los vehículos aéreos no tripulados (UAAV, por sus siglas en inglés) se han vuelto el arma más popular en este conflicto, maximizando las bajas enemigas y minimizando las propias.
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Los UAAV permiten detonar explosivos dirigidos desde la distancia. Sus cámaras incorporadas les permiten ser precisos y, lo más atractivo, es que pueden ser piloteados desde la seguridad de una habitación como si se tratase de un videojuego.
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Lo destacable es lo fácil que son de fabricar y de adquirir para cualquier persona, algo que el crimen organizado en América Latina ha sabido aprovechar.
Por qué importa. En 2024, en Guayaquil, un dron detonó en el techo de una prisión en un intento de fuga de reos. El mismo año, el gobierno peruano neutralizó hasta 35 amenazas de dron durante la cumbre de líderes del Foro APEC. En febrero de 2025, un general mexicano estuvo a punto de morir cuando su convoy fue atacado por un UAAV; en marzo, un dron armado y dirigido por el ELN en una operación de combate en Catatumbo ocasionó la muerte de un soldado colombiano.
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El crimen organizado también los usa para vigilar cruces fronterizos; para entregar celulares en prisiones, e, incluso, transportar droga.
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En México, los cárteles usan UAAV con cámaras térmicas para mapear a las autoridades y encontrar puntos ciegos para el contrabando.
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El mayor problema es que no son una tecnología especializada; hoy en día, cualquier persona con conocimientos mínimos puede adquirir drones en internet y aprender a usarlos con un simple tutorial.
Entre líneas. De acuerdo con R. Evan Ellis, profesor en el Colegio de Guerra del Ejército de los EE. UU., al menos 14 estados latinoamericanos cuentan con flotas de UAAV para sus operaciones y sistemas anti-drones, pero la respuesta de la región se limita por los recursos y trabas burocráticas para su adquisición.
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El conflicto en Ucrania no solo ha demostrado la efectividad de la guerra de drones, sino que ha multiplicado su demanda y, por lo tanto, masificado su producción.
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En 2021, la producción anual de UAAV era de entre 5000 y 10 000; en 2022, con el inicio de la guerra, ascendió a unos 100 000; para 2023, la producción se estimó en 1.2M, y en 2024, se calcula hasta en 3.5M.
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La industria de los drones ha nutrido, principalmente, a los ejércitos de Rusia y Ucrania y, como siempre, el excedente ha inundado el mercado negro.
Lo que sigue. En Rusia y en Ucrania se están empezando a usar drones que no pueden ser interferidos por sistemas anti-drones. Estos dispositivos son operados por control y están conectados por cables de fibra óptica, lo que evita que se le pueda interferir la señal GPS o su radiofrecuencia. Adicionalmente, Ucrania ha empleado ya embarcaciones no tripuladas para atacar buques de guerra rusos.
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Esta nueva tecnología podría ser fácilmente utilizable para el contrabando marítimo o como arma contra la infraestructura portuaria en Latinoamérica.
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El uso de UAAV puede cambiar por completo el combate al crimen en la región, lo que demanda acciones contundentes y prontas por parte de los gobiernos latinoamericanos ante esta nueva y popular amenaza.