Ni con Putin ni con Zelenski; a Trump se le complica su plan de paz en Ucrania.
En perspectiva. Tras la humillación a Volodímir Zelenski en la Oficina Oval, el mundo se esperaba que la paz ucraniana quedaría completamente en manos de Vladímir Putin. En un inesperado giro de tuerca, empero, Trump afirmó estar “enojado” e, incluso, “furioso” con el mandatario ruso.
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Putin pidió el pasado viernes que se estableciera un gobierno interino bajo supervisión de Naciones Unidas en Ucrania, desplazando a Zelenski.
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Trump declaró que le molestó que Putin cuestionara la credibilidad del presidente ucraniano y que pusiera en riesgo el cese al fuego.
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Amenazó con tarifas secundarias, afirmando que nadie que compre petróleo ruso podrá hacer ningún tipo de negocios en EE. UU. si se estancan las negociaciones.
El otro lado. En la misma semana, acusó a Zelenski de retroceder con el acuerdo de minerales con EE. UU. La propuesta demanda acceso preferencial para empresas estadounidenses bajo un “derecho de primera oferta” a minerales —tierras raras, entre ellos— ucranianos.
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El acuerdo pone en riesgo el Memorando de Entendimiento de 2021 sobre materias primas para el sector energético entre Ucrania y la UE, determinante para el potencial ingreso de Ucrania a la Unión.
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Además de poner en riesgo los objetivos de sostenibilidad europeos, el trato preferencial para empresas estadounidenses atenta contra el principio de mercado único de la UE.
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Pero, sobre todo, Ucrania no puede aceptar un trato que no le brinde garantías de seguridad explícitas, a cambio de ceder la soberanía de sus recursos.
Punto de fricción. Los indicios de un acuerdo de paz donde Ucrania pierde parte de su territorio ante un invasor ilegítimo, además de la agresiva política arancelaria de Trump, han despertado un sentimiento antiamericano en Europa.
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La UE está determinada en aumentar su gasto militar para desarrollar una política de defensa independiente de EE. UU.
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Aunque Europa esté determinada en hacerlo, sigue teniendo un déficit significativo que hace de esa independencia un caso poco probable.
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No obstante, un mayor aporte europeo a la causa ucraniana le da más peso en el proceso de negociación donde, de momento, solo Rusia y EE. UU. mandan.
Lo que sigue. Trump prometió acabar con la guerra en no más de 48 horas; ahora está en un punto muerto. El presidente consideró que contentar a Putin era la única manera de lograr un cese al fuego —considerando que provocar al ruso fue el casus belli de la invasión—, pero se ha dado cuenta de que no es un aliado de fiar.
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Las concesiones excesivas le indicaron a Putin que podrá hacer de Ucrania —y de Europa— lo que quiera, aun sin haberlo ganado militarmente.
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Trump se enfrenta al desplome de su plan de paz y, para volver a demostrar que él manda, deberá atacar a la industria petrolera y energética rusa, que proveen más de un tercio de su presupuesto federal.
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Mientras tanto, Ucrania y Europa respiran, considerando por primera vez la posibilidad de exigir más concesiones a un Trump determinado en terminar la guerra expeditivamente.
Ni con Putin ni con Zelenski; a Trump se le complica su plan de paz en Ucrania.
En perspectiva. Tras la humillación a Volodímir Zelenski en la Oficina Oval, el mundo se esperaba que la paz ucraniana quedaría completamente en manos de Vladímir Putin. En un inesperado giro de tuerca, empero, Trump afirmó estar “enojado” e, incluso, “furioso” con el mandatario ruso.
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Putin pidió el pasado viernes que se estableciera un gobierno interino bajo supervisión de Naciones Unidas en Ucrania, desplazando a Zelenski.
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Trump declaró que le molestó que Putin cuestionara la credibilidad del presidente ucraniano y que pusiera en riesgo el cese al fuego.
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Amenazó con tarifas secundarias, afirmando que nadie que compre petróleo ruso podrá hacer ningún tipo de negocios en EE. UU. si se estancan las negociaciones.
El otro lado. En la misma semana, acusó a Zelenski de retroceder con el acuerdo de minerales con EE. UU. La propuesta demanda acceso preferencial para empresas estadounidenses bajo un “derecho de primera oferta” a minerales —tierras raras, entre ellos— ucranianos.
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El acuerdo pone en riesgo el Memorando de Entendimiento de 2021 sobre materias primas para el sector energético entre Ucrania y la UE, determinante para el potencial ingreso de Ucrania a la Unión.
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Además de poner en riesgo los objetivos de sostenibilidad europeos, el trato preferencial para empresas estadounidenses atenta contra el principio de mercado único de la UE.
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Pero, sobre todo, Ucrania no puede aceptar un trato que no le brinde garantías de seguridad explícitas, a cambio de ceder la soberanía de sus recursos.
Punto de fricción. Los indicios de un acuerdo de paz donde Ucrania pierde parte de su territorio ante un invasor ilegítimo, además de la agresiva política arancelaria de Trump, han despertado un sentimiento antiamericano en Europa.
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La UE está determinada en aumentar su gasto militar para desarrollar una política de defensa independiente de EE. UU.
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Aunque Europa esté determinada en hacerlo, sigue teniendo un déficit significativo que hace de esa independencia un caso poco probable.
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No obstante, un mayor aporte europeo a la causa ucraniana le da más peso en el proceso de negociación donde, de momento, solo Rusia y EE. UU. mandan.
Lo que sigue. Trump prometió acabar con la guerra en no más de 48 horas; ahora está en un punto muerto. El presidente consideró que contentar a Putin era la única manera de lograr un cese al fuego —considerando que provocar al ruso fue el casus belli de la invasión—, pero se ha dado cuenta de que no es un aliado de fiar.
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Las concesiones excesivas le indicaron a Putin que podrá hacer de Ucrania —y de Europa— lo que quiera, aun sin haberlo ganado militarmente.
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Trump se enfrenta al desplome de su plan de paz y, para volver a demostrar que él manda, deberá atacar a la industria petrolera y energética rusa, que proveen más de un tercio de su presupuesto federal.
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Mientras tanto, Ucrania y Europa respiran, considerando por primera vez la posibilidad de exigir más concesiones a un Trump determinado en terminar la guerra expeditivamente.