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Guatemala tiembla, se asusta... y olvida

.
Braulio Palacios
13 de julio, 2025

Los guatemaltecos reaccionan con fuerza emocional cada vez que tiembla. Aunque existe memoria histórica —como el recuerdo del 76— y se multiplican alertas, no pasa de alimentar el mito y la alarma colectiva. Entre susto y susto, el país no transforma el temor en prevención.

Por qué importa. El temor a un “gran terremoto” se renueva ante un nuevo “temblor fuerte”. Un sismo en la madrugada del pasado 5 de febrero reavivó esa ansiedad, exacerbada por la continua secuencia de temblores recientes, que evidencian una persistente actividad sísmica.

  • El 8 de julio, Guatemala registró un sismo de magnitud 5.7 con epicentro en Escuintla. Se percibió en la capital y activó protocolos de evaluación inmediata, generando preocupación generalizada.
  • Desde el martes se han contabilizado más de 340 réplicas, varias de magnitud entre 5.2 y 5.6, con epicentros en Sacatepéquez y Escuintla. Esto ha mantenido en alerta constante a autoridades y ciudadanos.
  • En respuesta, se suspendieron clases y labores públicas entre el 9 y 10, mientras CONRED, Ejército y bomberos activaban protocolos de evaluación y limpieza. Se han atendido más de 176 emergencias y afectando caminos, viviendas y servicios.

Entre líneas. La respuesta sísmica en Guatemala sigue siendo más reactiva que preventiva. Los simulacros no se toman con la seriedad necesaria, y los planes municipales de riesgo son más declarativos que operativos. La prevención es aún débil como práctica técnica y cívica.

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  • De los 340 municipios del país, más del 70 % no tiene actualizados sus planes de reducción de desastres, según reportes internos de la CONRED.
  • Los simulacros nacionales se han realizado en fechas clave, pero muchas veces sin evaluación ni seguimiento. En varios casos, se reporta que duran menos de 15 minutos y carecen de participación comunitaria real.
  • Instituciones como INSIVUMEH y SEGEPLAN insisten en la necesidad de transformar la prevención en una rutina ciudadana y escolar, no solo en una reacción simbólica ante el miedo.

Hemeroteca. Guatemala ha vivido al menos cinco episodios sísmicos relevantes en los últimos 30 años. Cada uno trajo anuncios importantes y propuestas para reforzar la prevención. Sin embargo, muchos planes se quedaron a medio camino. La falta de continuidad marca la pauta.

  • En 1998, tras sismos en Alta Verapaz y Baja Verapaz, se anunció una estrategia de zonificación de riesgo urbano-rural, pero nunca se completaron los mapas debido a falta de fondos en SEGEPLAN.
  • En 2012, luego del terremoto de San Marcos (7.2 grados), el Congreso creó una mesa técnica para auditar la vulnerabilidad de hospitales y escuelas. La auditoría se inició, pero no se publicó el informe final ni se actualizó el sistema nacional de infraestructura crítica.
  • Una década después se lanzó la campaña “Prevenir Salva Vidas”, impulsada por CONRED. Buscó fortalecer la cultura de la autoprotección, pero no contó con presupuesto para extenderse ni pasó a una fase práctica.

Lo que sigue. A menos de un año del 50 aniversario del terremoto de 1976, diversas organizaciones civiles, universidades y expertos piden retomar la Ley de Riesgo Territorial, una propuesta técnica que busca convertir el conocimiento en acción estructural y descentralizada.

  • El borrador se trabajó entre 2017 y 2019 por SEGEPLAN, INSIVUMEH y sector académico. Propone que cada municipio cuente con un Plan de Gestión del Riesgo Territorial obligatorio, con enfoque “multiamenaza”.
  • También plantea la creación de una Plataforma Nacional de Datos de Riesgo, interoperable entre ministerios y municipalidades, para facilitar la toma de decisiones sobre urbanismo, infraestructura y educación.
  • Aunque la iniciativa nunca llegó al Congreso, urbanistas y geógrafos recomiendan relanzarla como hoja de ruta nacional para prevención sísmica, aprovechando el simbolismo de los 50 años del terremoto del 76.
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Guatemala tiembla, se asusta... y olvida

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Braulio Palacios
13 de julio, 2025

Los guatemaltecos reaccionan con fuerza emocional cada vez que tiembla. Aunque existe memoria histórica —como el recuerdo del 76— y se multiplican alertas, no pasa de alimentar el mito y la alarma colectiva. Entre susto y susto, el país no transforma el temor en prevención.

Por qué importa. El temor a un “gran terremoto” se renueva ante un nuevo “temblor fuerte”. Un sismo en la madrugada del pasado 5 de febrero reavivó esa ansiedad, exacerbada por la continua secuencia de temblores recientes, que evidencian una persistente actividad sísmica.

  • El 8 de julio, Guatemala registró un sismo de magnitud 5.7 con epicentro en Escuintla. Se percibió en la capital y activó protocolos de evaluación inmediata, generando preocupación generalizada.
  • Desde el martes se han contabilizado más de 340 réplicas, varias de magnitud entre 5.2 y 5.6, con epicentros en Sacatepéquez y Escuintla. Esto ha mantenido en alerta constante a autoridades y ciudadanos.
  • En respuesta, se suspendieron clases y labores públicas entre el 9 y 10, mientras CONRED, Ejército y bomberos activaban protocolos de evaluación y limpieza. Se han atendido más de 176 emergencias y afectando caminos, viviendas y servicios.

Entre líneas. La respuesta sísmica en Guatemala sigue siendo más reactiva que preventiva. Los simulacros no se toman con la seriedad necesaria, y los planes municipales de riesgo son más declarativos que operativos. La prevención es aún débil como práctica técnica y cívica.

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  • De los 340 municipios del país, más del 70 % no tiene actualizados sus planes de reducción de desastres, según reportes internos de la CONRED.
  • Los simulacros nacionales se han realizado en fechas clave, pero muchas veces sin evaluación ni seguimiento. En varios casos, se reporta que duran menos de 15 minutos y carecen de participación comunitaria real.
  • Instituciones como INSIVUMEH y SEGEPLAN insisten en la necesidad de transformar la prevención en una rutina ciudadana y escolar, no solo en una reacción simbólica ante el miedo.

Hemeroteca. Guatemala ha vivido al menos cinco episodios sísmicos relevantes en los últimos 30 años. Cada uno trajo anuncios importantes y propuestas para reforzar la prevención. Sin embargo, muchos planes se quedaron a medio camino. La falta de continuidad marca la pauta.

  • En 1998, tras sismos en Alta Verapaz y Baja Verapaz, se anunció una estrategia de zonificación de riesgo urbano-rural, pero nunca se completaron los mapas debido a falta de fondos en SEGEPLAN.
  • En 2012, luego del terremoto de San Marcos (7.2 grados), el Congreso creó una mesa técnica para auditar la vulnerabilidad de hospitales y escuelas. La auditoría se inició, pero no se publicó el informe final ni se actualizó el sistema nacional de infraestructura crítica.
  • Una década después se lanzó la campaña “Prevenir Salva Vidas”, impulsada por CONRED. Buscó fortalecer la cultura de la autoprotección, pero no contó con presupuesto para extenderse ni pasó a una fase práctica.

Lo que sigue. A menos de un año del 50 aniversario del terremoto de 1976, diversas organizaciones civiles, universidades y expertos piden retomar la Ley de Riesgo Territorial, una propuesta técnica que busca convertir el conocimiento en acción estructural y descentralizada.

  • El borrador se trabajó entre 2017 y 2019 por SEGEPLAN, INSIVUMEH y sector académico. Propone que cada municipio cuente con un Plan de Gestión del Riesgo Territorial obligatorio, con enfoque “multiamenaza”.
  • También plantea la creación de una Plataforma Nacional de Datos de Riesgo, interoperable entre ministerios y municipalidades, para facilitar la toma de decisiones sobre urbanismo, infraestructura y educación.
  • Aunque la iniciativa nunca llegó al Congreso, urbanistas y geógrafos recomiendan relanzarla como hoja de ruta nacional para prevención sísmica, aprovechando el simbolismo de los 50 años del terremoto del 76.

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