Los guatemaltecos reaccionan con fuerza emocional cada vez que tiembla. Aunque existe memoria histórica —como el recuerdo del 76— y se multiplican alertas, no pasa de alimentar el mito y la alarma colectiva. Entre susto y susto, el país no transforma el temor en prevención.
Por qué importa. El temor a un “gran terremoto” se renueva ante un nuevo “temblor fuerte”. Un sismo en la madrugada del pasado 5 de febrero reavivó esa ansiedad, exacerbada por la continua secuencia de temblores recientes, que evidencian una persistente actividad sísmica.
- El 8 de julio, Guatemala registró un sismo de magnitud 5.7 con epicentro en Escuintla. Se percibió en la capital y activó protocolos de evaluación inmediata, generando preocupación generalizada.
- Desde el martes se han contabilizado más de 340 réplicas, varias de magnitud entre 5.2 y 5.6, con epicentros en Sacatepéquez y Escuintla. Esto ha mantenido en alerta constante a autoridades y ciudadanos.
- En respuesta, se suspendieron clases y labores públicas entre el 9 y 10, mientras CONRED, Ejército y bomberos activaban protocolos de evaluación y limpieza. Se han atendido más de 176 emergencias y afectando caminos, viviendas y servicios.
Entre líneas. La respuesta sísmica en Guatemala sigue siendo más reactiva que preventiva. Los simulacros no se toman con la seriedad necesaria, y los planes municipales de riesgo son más declarativos que operativos. La prevención es aún débil como práctica técnica y cívica.
- De los 340 municipios del país, más del 70 % no tiene actualizados sus planes de reducción de desastres, según reportes internos de la CONRED.
- Los simulacros nacionales se han realizado en fechas clave, pero muchas veces sin evaluación ni seguimiento. En varios casos, se reporta que duran menos de 15 minutos y carecen de participación comunitaria real.
- Instituciones como INSIVUMEH y SEGEPLAN insisten en la necesidad de transformar la prevención en una rutina ciudadana y escolar, no solo en una reacción simbólica ante el miedo.
Hemeroteca. Guatemala ha vivido al menos cinco episodios sísmicos relevantes en los últimos 30 años. Cada uno trajo anuncios importantes y propuestas para reforzar la prevención. Sin embargo, muchos planes se quedaron a medio camino. La falta de continuidad marca la pauta.
- En 1998, tras sismos en Alta Verapaz y Baja Verapaz, se anunció una estrategia de zonificación de riesgo urbano-rural, pero nunca se completaron los mapas debido a falta de fondos en SEGEPLAN.
- En 2012, luego del terremoto de San Marcos (7.2 grados), el Congreso creó una mesa técnica para auditar la vulnerabilidad de hospitales y escuelas. La auditoría se inició, pero no se publicó el informe final ni se actualizó el sistema nacional de infraestructura crítica.
- Una década después se lanzó la campaña “Prevenir Salva Vidas”, impulsada por CONRED. Buscó fortalecer la cultura de la autoprotección, pero no contó con presupuesto para extenderse ni pasó a una fase práctica.
Lo que sigue. A menos de un año del 50 aniversario del terremoto de 1976, diversas organizaciones civiles, universidades y expertos piden retomar la Ley de Riesgo Territorial, una propuesta técnica que busca convertir el conocimiento en acción estructural y descentralizada.
- El borrador se trabajó entre 2017 y 2019 por SEGEPLAN, INSIVUMEH y sector académico. Propone que cada municipio cuente con un Plan de Gestión del Riesgo Territorial obligatorio, con enfoque “multiamenaza”.
- También plantea la creación de una Plataforma Nacional de Datos de Riesgo, interoperable entre ministerios y municipalidades, para facilitar la toma de decisiones sobre urbanismo, infraestructura y educación.
- Aunque la iniciativa nunca llegó al Congreso, urbanistas y geógrafos recomiendan relanzarla como hoja de ruta nacional para prevención sísmica, aprovechando el simbolismo de los 50 años del terremoto del 76.
Los guatemaltecos reaccionan con fuerza emocional cada vez que tiembla. Aunque existe memoria histórica —como el recuerdo del 76— y se multiplican alertas, no pasa de alimentar el mito y la alarma colectiva. Entre susto y susto, el país no transforma el temor en prevención.
Por qué importa. El temor a un “gran terremoto” se renueva ante un nuevo “temblor fuerte”. Un sismo en la madrugada del pasado 5 de febrero reavivó esa ansiedad, exacerbada por la continua secuencia de temblores recientes, que evidencian una persistente actividad sísmica.
- El 8 de julio, Guatemala registró un sismo de magnitud 5.7 con epicentro en Escuintla. Se percibió en la capital y activó protocolos de evaluación inmediata, generando preocupación generalizada.
- Desde el martes se han contabilizado más de 340 réplicas, varias de magnitud entre 5.2 y 5.6, con epicentros en Sacatepéquez y Escuintla. Esto ha mantenido en alerta constante a autoridades y ciudadanos.
- En respuesta, se suspendieron clases y labores públicas entre el 9 y 10, mientras CONRED, Ejército y bomberos activaban protocolos de evaluación y limpieza. Se han atendido más de 176 emergencias y afectando caminos, viviendas y servicios.
Entre líneas. La respuesta sísmica en Guatemala sigue siendo más reactiva que preventiva. Los simulacros no se toman con la seriedad necesaria, y los planes municipales de riesgo son más declarativos que operativos. La prevención es aún débil como práctica técnica y cívica.
- De los 340 municipios del país, más del 70 % no tiene actualizados sus planes de reducción de desastres, según reportes internos de la CONRED.
- Los simulacros nacionales se han realizado en fechas clave, pero muchas veces sin evaluación ni seguimiento. En varios casos, se reporta que duran menos de 15 minutos y carecen de participación comunitaria real.
- Instituciones como INSIVUMEH y SEGEPLAN insisten en la necesidad de transformar la prevención en una rutina ciudadana y escolar, no solo en una reacción simbólica ante el miedo.
Hemeroteca. Guatemala ha vivido al menos cinco episodios sísmicos relevantes en los últimos 30 años. Cada uno trajo anuncios importantes y propuestas para reforzar la prevención. Sin embargo, muchos planes se quedaron a medio camino. La falta de continuidad marca la pauta.
- En 1998, tras sismos en Alta Verapaz y Baja Verapaz, se anunció una estrategia de zonificación de riesgo urbano-rural, pero nunca se completaron los mapas debido a falta de fondos en SEGEPLAN.
- En 2012, luego del terremoto de San Marcos (7.2 grados), el Congreso creó una mesa técnica para auditar la vulnerabilidad de hospitales y escuelas. La auditoría se inició, pero no se publicó el informe final ni se actualizó el sistema nacional de infraestructura crítica.
- Una década después se lanzó la campaña “Prevenir Salva Vidas”, impulsada por CONRED. Buscó fortalecer la cultura de la autoprotección, pero no contó con presupuesto para extenderse ni pasó a una fase práctica.
Lo que sigue. A menos de un año del 50 aniversario del terremoto de 1976, diversas organizaciones civiles, universidades y expertos piden retomar la Ley de Riesgo Territorial, una propuesta técnica que busca convertir el conocimiento en acción estructural y descentralizada.
- El borrador se trabajó entre 2017 y 2019 por SEGEPLAN, INSIVUMEH y sector académico. Propone que cada municipio cuente con un Plan de Gestión del Riesgo Territorial obligatorio, con enfoque “multiamenaza”.
- También plantea la creación de una Plataforma Nacional de Datos de Riesgo, interoperable entre ministerios y municipalidades, para facilitar la toma de decisiones sobre urbanismo, infraestructura y educación.
- Aunque la iniciativa nunca llegó al Congreso, urbanistas y geógrafos recomiendan relanzarla como hoja de ruta nacional para prevención sísmica, aprovechando el simbolismo de los 50 años del terremoto del 76.