En las últimas décadas, el mundo pasó de celebrar la globalización a hablar de fragmentación. Lo que antes se entendía como un mercado mundial integrado, hoy se reordena en bloques, alianzas selectivas y cadenas de suministro entre países aliados. Este giro no es solo económico, sino que afecta la seguridad, la tecnología y la política. Para países pequeños y abiertos como Guatemala, la regionalización es al mismo tiempo una oportunidad y una fuente de riesgos estructurales.
En perspectiva. Las condiciones del antiguo orden se basaron en la lógica de eficiencia económica.
-
Tras el fin de la Guerra Fría, se consolidó una etapa de globalización expansiva: apertura comercial, surgimiento de la OMC, auge de los tratados multilaterales y cadenas de valor dispersas en todo el planeta.
SUSCRÍBASE A NUESTRO NEWSLETTER DE POLÍTICA -
La lógica dominante privilegiaba la eficiencia por encima de la geografía: producir donde fuese más barato, financiarse donde hubiese más capital, vender en cualquier mercado y una interdependencia financiera cada vez mayor.
-
Los grandes shocks —la crisis financiera de 2008, la pandemia, la guerra en Ucrania, las tensiones tecnológicas entre potencias— expusieron las vulnerabilidades de esa interdependencia: cuellos de botella, dependencia energética, fragilidad de suministros críticos y uso de sanciones económicas como arma geopolítica.
Lo indispensable. El nuevo orden se define por la competencia regional y la lucha por el control de recursos críticos.
-
La regionalización y el friend-shoring han sustituido a la globalización: empresas y gobiernos buscan producir más cerca, en países aliados o políticamente alineados, y los foros panregionales amplios pierden peso frente a acuerdos más pequeños y selectivos.
-
Se aceleró una carrera por capital, energía y tecnología. Ahora, los Estados compiten por atraer y mantener capital productivo, asegurar rutas y fuentes de energía, controlar minerales críticos, datos y plataformas digitales que serán la base del crecimiento futuro.
-
En lugar de proyectos de alcance mundial como los de la Guerra Fría, las potencias refuerzan esferas de influencia regional y multiplican la fragmentación de espacios multilaterales, reemplazados por bloques más homogéneos o alianzas bilaterales con grandes potencias.
Entre líneas. La fragmentación global redefine el peso de Latinoamérica y crea riesgos diferenciados para Guatemala.
-
La región vuelve a ser tratada como zona de influencia estratégica de EE. UU. La competencia con China reactiva lógicas de contención, presión diplomática y disputa por inversiones, lo que limita el margen de autonomía para países pequeños y obliga a alineamientos más explícitos en comercio, seguridad y tecnología.
-
La aceleración del Mercosur para negociar colectivamente con la Unión Europea ilustra la tendencia: los bloques regionales intentan fortalecer posiciones frente a potencias mayores, pero la fragmentación interna latinoamericana —tensiones políticas, modelos económicos divergentes, agendas contrapuestas— aumenta la exposición de la región ante la coordinación de bloques internacionales.
-
La fragmentación regional y la debilidad de mecanismos como el SICA, sumadas a tensiones diplomáticas y agendas nacionales cortoplacistas, limitan la capacidad de negociar como bloque. Esto expone a Guatemala a negociar sola frente a potencias y capitales mayores, aumenta la vulnerabilidad frente a presiones geopolíticas y deja más espacio a actores ilícitos en temas de seguridad, migración y control territorial.
En conclusión. El tránsito de la globalización a la fragmentación no es un episodio pasajero, sino un reordenamiento de largo plazo del sistema internacional. En ese escenario, países como Guatemala ya no pueden limitarse a abrirse al mundo, pues deben decidir con qué bloques se alinean, qué tipo de integración regional priorizan y cómo quieren insertarse en las nuevas cadenas de valor.
-
Si la región centroamericana sigue descoordinada y sin visión estratégica, la fragmentación global convertirá en permanentes sus vulnerabilidades actuales.
En las últimas décadas, el mundo pasó de celebrar la globalización a hablar de fragmentación. Lo que antes se entendía como un mercado mundial integrado, hoy se reordena en bloques, alianzas selectivas y cadenas de suministro entre países aliados. Este giro no es solo económico, sino que afecta la seguridad, la tecnología y la política. Para países pequeños y abiertos como Guatemala, la regionalización es al mismo tiempo una oportunidad y una fuente de riesgos estructurales.
En perspectiva. Las condiciones del antiguo orden se basaron en la lógica de eficiencia económica.
-
Tras el fin de la Guerra Fría, se consolidó una etapa de globalización expansiva: apertura comercial, surgimiento de la OMC, auge de los tratados multilaterales y cadenas de valor dispersas en todo el planeta.
SUSCRÍBASE A NUESTRO NEWSLETTER DE POLÍTICA -
La lógica dominante privilegiaba la eficiencia por encima de la geografía: producir donde fuese más barato, financiarse donde hubiese más capital, vender en cualquier mercado y una interdependencia financiera cada vez mayor.
-
Los grandes shocks —la crisis financiera de 2008, la pandemia, la guerra en Ucrania, las tensiones tecnológicas entre potencias— expusieron las vulnerabilidades de esa interdependencia: cuellos de botella, dependencia energética, fragilidad de suministros críticos y uso de sanciones económicas como arma geopolítica.
Lo indispensable. El nuevo orden se define por la competencia regional y la lucha por el control de recursos críticos.
-
La regionalización y el friend-shoring han sustituido a la globalización: empresas y gobiernos buscan producir más cerca, en países aliados o políticamente alineados, y los foros panregionales amplios pierden peso frente a acuerdos más pequeños y selectivos.
-
Se aceleró una carrera por capital, energía y tecnología. Ahora, los Estados compiten por atraer y mantener capital productivo, asegurar rutas y fuentes de energía, controlar minerales críticos, datos y plataformas digitales que serán la base del crecimiento futuro.
-
En lugar de proyectos de alcance mundial como los de la Guerra Fría, las potencias refuerzan esferas de influencia regional y multiplican la fragmentación de espacios multilaterales, reemplazados por bloques más homogéneos o alianzas bilaterales con grandes potencias.
Entre líneas. La fragmentación global redefine el peso de Latinoamérica y crea riesgos diferenciados para Guatemala.
-
La región vuelve a ser tratada como zona de influencia estratégica de EE. UU. La competencia con China reactiva lógicas de contención, presión diplomática y disputa por inversiones, lo que limita el margen de autonomía para países pequeños y obliga a alineamientos más explícitos en comercio, seguridad y tecnología.
-
La aceleración del Mercosur para negociar colectivamente con la Unión Europea ilustra la tendencia: los bloques regionales intentan fortalecer posiciones frente a potencias mayores, pero la fragmentación interna latinoamericana —tensiones políticas, modelos económicos divergentes, agendas contrapuestas— aumenta la exposición de la región ante la coordinación de bloques internacionales.
-
La fragmentación regional y la debilidad de mecanismos como el SICA, sumadas a tensiones diplomáticas y agendas nacionales cortoplacistas, limitan la capacidad de negociar como bloque. Esto expone a Guatemala a negociar sola frente a potencias y capitales mayores, aumenta la vulnerabilidad frente a presiones geopolíticas y deja más espacio a actores ilícitos en temas de seguridad, migración y control territorial.
En conclusión. El tránsito de la globalización a la fragmentación no es un episodio pasajero, sino un reordenamiento de largo plazo del sistema internacional. En ese escenario, países como Guatemala ya no pueden limitarse a abrirse al mundo, pues deben decidir con qué bloques se alinean, qué tipo de integración regional priorizan y cómo quieren insertarse en las nuevas cadenas de valor.
-
Si la región centroamericana sigue descoordinada y sin visión estratégica, la fragmentación global convertirá en permanentes sus vulnerabilidades actuales.
EL TIPO DE CAMBIO DE HOY ES DE: