Tal como informó República, la mayoría de la derecha en el Parlamento Europeo han alejado a la Unión Europea (UE) de su obsesión con el Pacto Verde Europeo (EGD, por sus siglas en inglés). Mientras el continente se aleja de sus medidas draconianas, los países en vías de industrialización siguen inciertos sobre cómo desarrollarse bajo una agenda global que limita su capacidad de crecimiento. Países como Guatemala necesitan incrementar sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), no reducirlas.
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Guatemala contribuye solamente un 0.08 % —al 2021— de las emisiones de GEI en el mundo, mientras sigue dependiendo de la industrialización, la expansión agrícola y la urbanización para superar la mayoría de sus desafíos.
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No obstante, la UE y organismos como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) siguen exigiendo el cumplimiento de metas medioambientales dictadas por los estándares de países ya desarrollados.
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Por qué importa. El EGD busca convertir a Europa en el primer continente con cero emisiones netas para 2050. Desde hace mucho tiempo, el tema de la sostenibilidad es una prioridad para la UE, tanto dentro de la zona Schengen como fuera de sus fronteras. Como tal, los principios del EGD constituyen pilares importantes de sus acuerdos comerciales con el resto del mundo, incluyendo a Centroamérica. A pesar de que el Acuerdo de Asociación UE-CA (AdA) fue aprobado en 2012, la UE ha utilizado metas dentro y fuera del acuerdo para impulsar sus metas del EGD en Centroamérica.
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La UE ha utilizado el capítulo de Desarrollo Sostenible del AdA, a través de sus mecanismos de diálogo, para impulsar debates sobre transición energética y descarbonización.
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A pesar de que las disposiciones no se incluyen en el acuerdo, también ha hecho hincapié en cumplir con los compromisos del Acuerdo de París como una obligación para todas sus relaciones comerciales, incluido el AdA.
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Adicionalmente, en 2024 se hizo efectivo el Reglamento de Productos Libres de Deforestación de la UE —en contradicción con los beneficios comerciales establecidos por el AdA—, que establece requisitos estrictos para garantizar que productos importados a la UE no estén vinculados a la degradación forestal.
Entre líneas. En concordancia con la ruta de la UE, el BID lleva trabajando desde 2023 en la adopción de una estrategia para que, al igual que la UE, Guatemala alcance las cero emisiones netas para el 2050. El plan implica un crecimiento anual del PIB de solo un 3.2 %; la eliminación total de energía producida con combustibles fósiles; reconvertir tierras de cultivos de maíz, frijol, café, banano, cardamomo, palma y caña en tierras forestales; reemplazar un 75 % de vehículos por carros eléctricos; limitar la producción de materiales de construcción de alta resistencia, y reducir el consumo de agua en un 40 % para la industria y un 20 % para residencias y comercios.
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Todos estos objetivos limitan la capacidad de desarrollo del país y suponen un riesgo para grandes retos como la pobreza, la desnutrición, la seguridad energética, el acceso a vivienda, entre otros.
Sí, pero. Los combustibles fósiles, por ejemplo, fueron los que evitaron el desabastecimiento eléctrico en el país durante la crisis energética del 2024. Adicionalmente, la reparación de vehículos aporta, hoy, un 21 % al PIB del país, además de que no existe la capacidad energética para la demanda de los vehículos energéticos; especialmente si se pretende eliminar la generación por combustibles fósiles. La reconversión de tierras agrícolas en tierras forestales también pondría en riesgo la seguridad alimentaria, en un país con un 50 % de desnutrición infantil.
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Evitar la deforestación para otros usos también impide solucionar la necesidad de vivienda, en un país con una tendencia poblacional ascendente.
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Los materiales de construcción de alta resistencia son una necesidad fundamental para un país como Guatemala, que sufre daños irreparables en carreteras, infraestructura crítica y vivienda en cada invierno.
En conclusión. Las metas del EGD son inviables incluso en países desarrollados. Europa lo ha entendido, especialmente con los problemas que sus políticas han generado en materia energética. Guatemala y Centroamérica, en general, están en necesidad de industrializarse y de aumentar sus emisiones para resolver sus problemas más grandes. Occidente está ignorando que, para adoptar políticas verdes, se necesita seguir una Curva de Kuznets Ambiental, como ellos lo hicieron en su momento.
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Esto requiere aumentar rápidamente las emisiones para desarrollarse, alcanzar un pico de crecimiento y, en la medida que los ingresos aumentan, invertir en tecnologías limpias, energías renovables y mitigar esas emisiones.
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Mientras la UE se da cuenta de sus errores, su estrategia debe adaptarse a promover la industrialización en los países en vías de desarrollo para que, en un futuro, puedan contribuir a una agenda climática que no ponga en riesgo la vida de sus ciudadanos.
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Centroamérica no puede pagar con pobreza y desnutrición la cuenta de la fiesta de los países desarrollados cuando, como región, aporta solamente entre un 0.5 % y un 1 % de las emisiones netas globales.
Tal como informó República, la mayoría de la derecha en el Parlamento Europeo han alejado a la Unión Europea (UE) de su obsesión con el Pacto Verde Europeo (EGD, por sus siglas en inglés). Mientras el continente se aleja de sus medidas draconianas, los países en vías de industrialización siguen inciertos sobre cómo desarrollarse bajo una agenda global que limita su capacidad de crecimiento. Países como Guatemala necesitan incrementar sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), no reducirlas.
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Guatemala contribuye solamente un 0.08 % —al 2021— de las emisiones de GEI en el mundo, mientras sigue dependiendo de la industrialización, la expansión agrícola y la urbanización para superar la mayoría de sus desafíos.
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No obstante, la UE y organismos como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) siguen exigiendo el cumplimiento de metas medioambientales dictadas por los estándares de países ya desarrollados.
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Por qué importa. El EGD busca convertir a Europa en el primer continente con cero emisiones netas para 2050. Desde hace mucho tiempo, el tema de la sostenibilidad es una prioridad para la UE, tanto dentro de la zona Schengen como fuera de sus fronteras. Como tal, los principios del EGD constituyen pilares importantes de sus acuerdos comerciales con el resto del mundo, incluyendo a Centroamérica. A pesar de que el Acuerdo de Asociación UE-CA (AdA) fue aprobado en 2012, la UE ha utilizado metas dentro y fuera del acuerdo para impulsar sus metas del EGD en Centroamérica.
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La UE ha utilizado el capítulo de Desarrollo Sostenible del AdA, a través de sus mecanismos de diálogo, para impulsar debates sobre transición energética y descarbonización.
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A pesar de que las disposiciones no se incluyen en el acuerdo, también ha hecho hincapié en cumplir con los compromisos del Acuerdo de París como una obligación para todas sus relaciones comerciales, incluido el AdA.
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Adicionalmente, en 2024 se hizo efectivo el Reglamento de Productos Libres de Deforestación de la UE —en contradicción con los beneficios comerciales establecidos por el AdA—, que establece requisitos estrictos para garantizar que productos importados a la UE no estén vinculados a la degradación forestal.
Entre líneas. En concordancia con la ruta de la UE, el BID lleva trabajando desde 2023 en la adopción de una estrategia para que, al igual que la UE, Guatemala alcance las cero emisiones netas para el 2050. El plan implica un crecimiento anual del PIB de solo un 3.2 %; la eliminación total de energía producida con combustibles fósiles; reconvertir tierras de cultivos de maíz, frijol, café, banano, cardamomo, palma y caña en tierras forestales; reemplazar un 75 % de vehículos por carros eléctricos; limitar la producción de materiales de construcción de alta resistencia, y reducir el consumo de agua en un 40 % para la industria y un 20 % para residencias y comercios.
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Todos estos objetivos limitan la capacidad de desarrollo del país y suponen un riesgo para grandes retos como la pobreza, la desnutrición, la seguridad energética, el acceso a vivienda, entre otros.
Sí, pero. Los combustibles fósiles, por ejemplo, fueron los que evitaron el desabastecimiento eléctrico en el país durante la crisis energética del 2024. Adicionalmente, la reparación de vehículos aporta, hoy, un 21 % al PIB del país, además de que no existe la capacidad energética para la demanda de los vehículos energéticos; especialmente si se pretende eliminar la generación por combustibles fósiles. La reconversión de tierras agrícolas en tierras forestales también pondría en riesgo la seguridad alimentaria, en un país con un 50 % de desnutrición infantil.
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Evitar la deforestación para otros usos también impide solucionar la necesidad de vivienda, en un país con una tendencia poblacional ascendente.
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Los materiales de construcción de alta resistencia son una necesidad fundamental para un país como Guatemala, que sufre daños irreparables en carreteras, infraestructura crítica y vivienda en cada invierno.
En conclusión. Las metas del EGD son inviables incluso en países desarrollados. Europa lo ha entendido, especialmente con los problemas que sus políticas han generado en materia energética. Guatemala y Centroamérica, en general, están en necesidad de industrializarse y de aumentar sus emisiones para resolver sus problemas más grandes. Occidente está ignorando que, para adoptar políticas verdes, se necesita seguir una Curva de Kuznets Ambiental, como ellos lo hicieron en su momento.
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Esto requiere aumentar rápidamente las emisiones para desarrollarse, alcanzar un pico de crecimiento y, en la medida que los ingresos aumentan, invertir en tecnologías limpias, energías renovables y mitigar esas emisiones.
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Mientras la UE se da cuenta de sus errores, su estrategia debe adaptarse a promover la industrialización en los países en vías de desarrollo para que, en un futuro, puedan contribuir a una agenda climática que no ponga en riesgo la vida de sus ciudadanos.
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Centroamérica no puede pagar con pobreza y desnutrición la cuenta de la fiesta de los países desarrollados cuando, como región, aporta solamente entre un 0.5 % y un 1 % de las emisiones netas globales.