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El Nobel desafía al régimen venezolano: la travesía clandestina de Machado hacia Oslo

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Luis Gonzalez
10 de diciembre, 2025

Todo comenzó con una llamada que cambió la historia política y personal de María Corina Machado. Era el Comité Noruego del Nobel confirmando lo impensable: la líder opositora venezolana había sido galardonada con el Premio Nobel de la Paz 2025. “En nombre del pueblo venezolano, gracias por este inmenso reconocimiento”, respondió con voz entrecortada, consciente de que aquel anuncio no solo premiaba su lucha, sino la resistencia de millones que han enfrentado años de represión.

Desde ese instante, la vida de Machado se convirtió en una carrera contra el tiempo y contra el miedo. El régimen venezolano la mantenía vigilada, amenazada, aislada. Salir del país era casi imposible. Pero la promesa de estar en Oslo, de mirar a los ojos a quienes la habían respaldado, se convirtió en un objetivo vital.

“Les contaré lo que tuvimos que pasar, y tanta gente que arriesgó su vida para que yo pudiera llegar”, diría más tarde en una conversación telefónica con Jørgen Watne Frydnes, presidente del Comité Nobel, mientras se preparaba para abordar un avión.

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El viaje fue una odisea digna de novela. Machado salió de Venezuela en secreto, a bordo de un barco rumbo a Curaçao, esquivando controles y amenazas. Desde allí, con ayuda de aliados, logró tomar un vuelo hacia Europa. Cada paso estuvo marcado por la incertidumbre: ¿llegaría a tiempo para la ceremonia? ¿Podría abrazar a sus hijos después de dos años de separación? La respuesta, por desgracia, fue no.

Ausente en Oslo

El Instituto Nobel confirmó horas antes del acto que Machado no estaría en el Ayuntamiento de Oslo cuando el reloj marcara la una de la tarde. “Desgraciadamente, todavía no está en Noruega”, declaró Kristian Berg Harpviken a la televisión pública NRK.

En su lugar, la hija de la líder opositora, Ana Corina Sosa Machado, subió al escenario. Con la medalla y el diploma en sus manos, leyó el discurso que su madre había escrito en la clandestinidad: “La libertad no es algo que esperamos, sino algo en lo que nos convertimos. Es una elección personal y deliberada, y la suma de esas elecciones forma el ethos cívico que debemos renovar cada día”.

Las palabras resonaron en el salón, donde se encontraban los reyes de Noruega, mandatarios latinoamericanos y cientos de venezolanos que viajaron para celebrar este triunfo colectivo. La ovación fue ensordecedora. Ana Corina, con la voz firme, agregó: “Mi madre nunca rompe una promesa; en unas horas podremos abrazarla aquí en Oslo”.

Mientras tanto, en algún punto del Atlántico, Machado seguía su travesía. “Estoy en camino a Oslo”, confirmó en un mensaje que se viralizó en redes sociales. “Esto es una muestra de lo que significa este reconocimiento para el pueblo venezolano”. Su llegada marcará la primera aparición pública desde enero, tras meses de clandestinidad y persecución.

En Oslo, la ceremonia se convirtió en un símbolo de resistencia. No era la primera vez que un Nobel de la Paz no podía estar presente: Liu Xiaobo en 2010, Narges Mohammadi en 2023. Hoy, la historia se repite, pero con un matiz esperanzador: Machado está libre, en movimiento, y pronto abrazará a su familia y a quienes comparten su lucha.

Este premio no es solo para ella. Es para un país que se niega a rendirse, para quienes creen que la democracia y la libertad valen cada sacrificio. Y cuando María Corina pise suelo noruego, Oslo será testigo de algo más que un galardón: será el inicio de un nuevo capítulo en la historia de Venezuela.

 

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El Nobel desafía al régimen venezolano: la travesía clandestina de Machado hacia Oslo

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Luis Gonzalez
10 de diciembre, 2025

Todo comenzó con una llamada que cambió la historia política y personal de María Corina Machado. Era el Comité Noruego del Nobel confirmando lo impensable: la líder opositora venezolana había sido galardonada con el Premio Nobel de la Paz 2025. “En nombre del pueblo venezolano, gracias por este inmenso reconocimiento”, respondió con voz entrecortada, consciente de que aquel anuncio no solo premiaba su lucha, sino la resistencia de millones que han enfrentado años de represión.

Desde ese instante, la vida de Machado se convirtió en una carrera contra el tiempo y contra el miedo. El régimen venezolano la mantenía vigilada, amenazada, aislada. Salir del país era casi imposible. Pero la promesa de estar en Oslo, de mirar a los ojos a quienes la habían respaldado, se convirtió en un objetivo vital.

“Les contaré lo que tuvimos que pasar, y tanta gente que arriesgó su vida para que yo pudiera llegar”, diría más tarde en una conversación telefónica con Jørgen Watne Frydnes, presidente del Comité Nobel, mientras se preparaba para abordar un avión.

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El viaje fue una odisea digna de novela. Machado salió de Venezuela en secreto, a bordo de un barco rumbo a Curaçao, esquivando controles y amenazas. Desde allí, con ayuda de aliados, logró tomar un vuelo hacia Europa. Cada paso estuvo marcado por la incertidumbre: ¿llegaría a tiempo para la ceremonia? ¿Podría abrazar a sus hijos después de dos años de separación? La respuesta, por desgracia, fue no.

Ausente en Oslo

El Instituto Nobel confirmó horas antes del acto que Machado no estaría en el Ayuntamiento de Oslo cuando el reloj marcara la una de la tarde. “Desgraciadamente, todavía no está en Noruega”, declaró Kristian Berg Harpviken a la televisión pública NRK.

En su lugar, la hija de la líder opositora, Ana Corina Sosa Machado, subió al escenario. Con la medalla y el diploma en sus manos, leyó el discurso que su madre había escrito en la clandestinidad: “La libertad no es algo que esperamos, sino algo en lo que nos convertimos. Es una elección personal y deliberada, y la suma de esas elecciones forma el ethos cívico que debemos renovar cada día”.

Las palabras resonaron en el salón, donde se encontraban los reyes de Noruega, mandatarios latinoamericanos y cientos de venezolanos que viajaron para celebrar este triunfo colectivo. La ovación fue ensordecedora. Ana Corina, con la voz firme, agregó: “Mi madre nunca rompe una promesa; en unas horas podremos abrazarla aquí en Oslo”.

Mientras tanto, en algún punto del Atlántico, Machado seguía su travesía. “Estoy en camino a Oslo”, confirmó en un mensaje que se viralizó en redes sociales. “Esto es una muestra de lo que significa este reconocimiento para el pueblo venezolano”. Su llegada marcará la primera aparición pública desde enero, tras meses de clandestinidad y persecución.

En Oslo, la ceremonia se convirtió en un símbolo de resistencia. No era la primera vez que un Nobel de la Paz no podía estar presente: Liu Xiaobo en 2010, Narges Mohammadi en 2023. Hoy, la historia se repite, pero con un matiz esperanzador: Machado está libre, en movimiento, y pronto abrazará a su familia y a quienes comparten su lucha.

Este premio no es solo para ella. Es para un país que se niega a rendirse, para quienes creen que la democracia y la libertad valen cada sacrificio. Y cuando María Corina pise suelo noruego, Oslo será testigo de algo más que un galardón: será el inicio de un nuevo capítulo en la historia de Venezuela.

 

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