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El “libramiento Arévalo”

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Redacción República
22 de julio, 2024

En lo que respecta al socavón ocurrido a la altura del kilómetro 44 de la autopista Palín-Escuintla, hay más que suficiente culpa para repartir; empezando, claro está, en la imprudencia y negligencia del gobierno de Alejandro Giammattei en permitir que la concesión que duró 25 años –sin que sucediese un trágico episodio como el actual– dejase de operar, sin haber planificado siquiera un nuevo proceso de concesión, o haber preparado a la administración pública para hacerse cargo del tramo carretero. 

Cierto es que la anterior administración no hizo nada, lo que resultó en el desastre actual. 

Pero también hay culpa suficiente para repartir (impericia) en la actual administración ante lo sucedido más de 5 meses después de haber asumido el poder. Llevan 5 semanas tratando de reparar el tramo –dos fallidas licitaciones de por medio– pidiendo apoyo al sector privado, y ahora el concurso del Cuerpo de Ingenieros del Ejército (tanto lo primero como lo segundo fastidia, personalmente, al ministro) y la realidad es que han hecho el problema innecesariamente más grande de lo que fue. No solo más grande, sino más caro.  

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Expertos apuntan a una incapacidad institucional que no es –solamente– atribuible a este gobierno; lo cierto es que no hay una ruta clara, por más maromas que el ministro Alvarado pretenda en redes sociales. Analogías odontológicas aparte, reparar el socavón no requería la intervención masiva que se hizo. Eso sí que es atribuible a la impericia de la administración actual; que se rechace el consejo oportuno y desinteresado –vaya, interesado en resolver el problema, solamente– es lamentable. 

Inevitablemente, la disparatada situación evoca la soflama de que aceptar un cargo para el que no se está preparado es el primer acto de corrupción. 

Si bien es válida la idea de que para reconducir el ministerio no hacía falta un ingeniero, solo un buen gestor, para gestionar y resolver problemas prácticos hay que dejar de lado la ideología. 

Pero todo ello es solo el síntoma de una enfermedad, la que parte de la actual administración parece padecer: una autosuficiencia preocupante. Viene a la mente el efecto Dunning-Kruger. Algunos de los funcionarios –los más ideologizados– creen tener las respuestas a problemas que ni siquiera dimensionan.  

Manuel Ayau Cordón, refiriéndose al usual proceder de la administración pública, decía: “Si podemos hacer las cosas mal, para qué las vamos a hacer bien”. 

El presidente Arévalo debe poner a los mejores a atender esta sensible situación. A Jimmy Morales se le ridiculizó –y continuará haciéndose– por calificar como “mega obra” el libramiento de Chimaltenango, cuando es, claramente, un fracaso.  

La mala atención al socavón del kilómetro 44 de la autopista Palín-Escuintla tiene todo el potencial de convertirse –si no se resuelve rápida y eficazmente– en el “libramiento Arévalo”.   

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El “libramiento Arévalo”

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22 de julio, 2024

En lo que respecta al socavón ocurrido a la altura del kilómetro 44 de la autopista Palín-Escuintla, hay más que suficiente culpa para repartir; empezando, claro está, en la imprudencia y negligencia del gobierno de Alejandro Giammattei en permitir que la concesión que duró 25 años –sin que sucediese un trágico episodio como el actual– dejase de operar, sin haber planificado siquiera un nuevo proceso de concesión, o haber preparado a la administración pública para hacerse cargo del tramo carretero. 

Cierto es que la anterior administración no hizo nada, lo que resultó en el desastre actual. 

Pero también hay culpa suficiente para repartir (impericia) en la actual administración ante lo sucedido más de 5 meses después de haber asumido el poder. Llevan 5 semanas tratando de reparar el tramo –dos fallidas licitaciones de por medio– pidiendo apoyo al sector privado, y ahora el concurso del Cuerpo de Ingenieros del Ejército (tanto lo primero como lo segundo fastidia, personalmente, al ministro) y la realidad es que han hecho el problema innecesariamente más grande de lo que fue. No solo más grande, sino más caro.  

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Expertos apuntan a una incapacidad institucional que no es –solamente– atribuible a este gobierno; lo cierto es que no hay una ruta clara, por más maromas que el ministro Alvarado pretenda en redes sociales. Analogías odontológicas aparte, reparar el socavón no requería la intervención masiva que se hizo. Eso sí que es atribuible a la impericia de la administración actual; que se rechace el consejo oportuno y desinteresado –vaya, interesado en resolver el problema, solamente– es lamentable. 

Inevitablemente, la disparatada situación evoca la soflama de que aceptar un cargo para el que no se está preparado es el primer acto de corrupción. 

Si bien es válida la idea de que para reconducir el ministerio no hacía falta un ingeniero, solo un buen gestor, para gestionar y resolver problemas prácticos hay que dejar de lado la ideología. 

Pero todo ello es solo el síntoma de una enfermedad, la que parte de la actual administración parece padecer: una autosuficiencia preocupante. Viene a la mente el efecto Dunning-Kruger. Algunos de los funcionarios –los más ideologizados– creen tener las respuestas a problemas que ni siquiera dimensionan.  

Manuel Ayau Cordón, refiriéndose al usual proceder de la administración pública, decía: “Si podemos hacer las cosas mal, para qué las vamos a hacer bien”. 

El presidente Arévalo debe poner a los mejores a atender esta sensible situación. A Jimmy Morales se le ridiculizó –y continuará haciéndose– por calificar como “mega obra” el libramiento de Chimaltenango, cuando es, claramente, un fracaso.  

La mala atención al socavón del kilómetro 44 de la autopista Palín-Escuintla tiene todo el potencial de convertirse –si no se resuelve rápida y eficazmente– en el “libramiento Arévalo”.   

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