América Latina se está volviendo más segura, pero al costo del arraigo y la institucionalización del crimen organizado.
En perspectiva. Las tendencias de violencia en la región son esperanzadoras. El 2025 ha visto una reducción de homicidios en países como México y Brasil, que por sí solos inclinan la balanza por su densidad poblacional, pero también en Chile, Argentina, Colombia, Honduras y El Salvador.
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La región lleva —en términos generales— una tendencia de reducción de homicidios, sin correlación necesaria con políticas públicas específicas; algo que ya pasó antes a nivel global en 2009.
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El crimen está mutado, de una manifestación caótica y aleatoria, a un fenómeno más ordenado.
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Lo cual, aunque parezca positivo, es señal del crecimiento regional del crimen organizado.
Visto y no visto. La violencia en Latinoamérica se redujo a nivel general a partir del año 2009, fluctuando a lo largo de esa década y disminuyendo drásticamente durante la pandemia. A partir del regreso a la normalidad, el crimen empezó a despuntar nuevamente, hasta ahora.
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Sin embargo, la percepción popular es distinta. En muchos casos, la difusión de crímenes brutales e imágenes altamente gráficas en internet generan una sensación de mayor temor.
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Por otra parte, mucha de la percepción actual sigue respondiendo a rezagos del repunte de violencia pospandemia.
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Pero el punto de inflexión en el sentimiento de que la región es más insegura es, realmente, el crecimiento del crimen organizado.
Entre líneas. A pesar de la mejora, los grupos de crimen organizado más grandes e importantes de la región siguen ganando más poder e influencia y acabando con grupos locales más pequeños, menos organizados y más violentos. Esos grupos más pequeños han sido gradualmente eliminados, concentrando la violencia en menos manos que, a su vez, la ejercen de manera más estratégica.
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Unos pocos grupos criminales transnacionales muy grandes (en particular el CJNG) han consolidado sus posiciones y profesionalizado sus operaciones.
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Este es uno de los motivos por los que las estadísticas de criminalidad disminuyen, mientras la percepción de la influencia criminal incrementa.
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Cuando el crimen está más organizado, utiliza la violencia de forma menos aleatoria. Esto da lugar a menos homicidios y más robos y redes de extorsión mejor dirigidas y organizadas.
Sí, pero. A pesar de ello, el crimen violento sigue siendo una de las principales causas de muerte en la región, y las tasas de homicidio son más altas que en la mayoría de otras regiones del mundo. Que el 2025 sea mejor que el 2022 en la mayoría de los países no significa que el problema esté resuelto.
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Existen barrios, ciudades y hasta países donde las tasas de criminalidad han aumentado, incluso si la tendencia regional va a la baja.
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Los homicidios y la extorsión se han disparado en Perú; hay una ola de homicidios violentos en Sinaloa, México, y aunque los homicidios en Ecuador se han reducido, siguen rozando los máximos históricos.
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La reducción de homicidios, por positiva que sea, no debe opacar la realidad de un continente aún altamente violento y con organizaciones criminales cada vez más sofisticadas y de mayor alcance.
América Latina se está volviendo más segura, pero al costo del arraigo y la institucionalización del crimen organizado.
En perspectiva. Las tendencias de violencia en la región son esperanzadoras. El 2025 ha visto una reducción de homicidios en países como México y Brasil, que por sí solos inclinan la balanza por su densidad poblacional, pero también en Chile, Argentina, Colombia, Honduras y El Salvador.
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La región lleva —en términos generales— una tendencia de reducción de homicidios, sin correlación necesaria con políticas públicas específicas; algo que ya pasó antes a nivel global en 2009.
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Lo cual, aunque parezca positivo, es señal del crecimiento regional del crimen organizado.
Visto y no visto. La violencia en Latinoamérica se redujo a nivel general a partir del año 2009, fluctuando a lo largo de esa década y disminuyendo drásticamente durante la pandemia. A partir del regreso a la normalidad, el crimen empezó a despuntar nuevamente, hasta ahora.
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Sin embargo, la percepción popular es distinta. En muchos casos, la difusión de crímenes brutales e imágenes altamente gráficas en internet generan una sensación de mayor temor.
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Por otra parte, mucha de la percepción actual sigue respondiendo a rezagos del repunte de violencia pospandemia.
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Pero el punto de inflexión en el sentimiento de que la región es más insegura es, realmente, el crecimiento del crimen organizado.
Entre líneas. A pesar de la mejora, los grupos de crimen organizado más grandes e importantes de la región siguen ganando más poder e influencia y acabando con grupos locales más pequeños, menos organizados y más violentos. Esos grupos más pequeños han sido gradualmente eliminados, concentrando la violencia en menos manos que, a su vez, la ejercen de manera más estratégica.
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Unos pocos grupos criminales transnacionales muy grandes (en particular el CJNG) han consolidado sus posiciones y profesionalizado sus operaciones.
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Este es uno de los motivos por los que las estadísticas de criminalidad disminuyen, mientras la percepción de la influencia criminal incrementa.
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Cuando el crimen está más organizado, utiliza la violencia de forma menos aleatoria. Esto da lugar a menos homicidios y más robos y redes de extorsión mejor dirigidas y organizadas.
Sí, pero. A pesar de ello, el crimen violento sigue siendo una de las principales causas de muerte en la región, y las tasas de homicidio son más altas que en la mayoría de otras regiones del mundo. Que el 2025 sea mejor que el 2022 en la mayoría de los países no significa que el problema esté resuelto.
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Existen barrios, ciudades y hasta países donde las tasas de criminalidad han aumentado, incluso si la tendencia regional va a la baja.
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Los homicidios y la extorsión se han disparado en Perú; hay una ola de homicidios violentos en Sinaloa, México, y aunque los homicidios en Ecuador se han reducido, siguen rozando los máximos históricos.
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La reducción de homicidios, por positiva que sea, no debe opacar la realidad de un continente aún altamente violento y con organizaciones criminales cada vez más sofisticadas y de mayor alcance.