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Honduras decide: repetir la tragedia de Venezuela, Cuba y Nicaragua o preservar la democracia

RepublicaUSA
Emmanuel Rincón
25 de noviembre, 2025

“Es fácil ser comunista en un país libre; lo difícil es ser libre en un país comunista”. Ese viejo refrán lo escuchamos quienes tuvimos la desgracia de ver cómo el comunismo destruyó nuestros países. Yo nací en Venezuela en 1990. Ocho años más tarde, el socialista Hugo Chávez llegó al poder. Cuando alcancé la mayoría de edad, seguían allí… pero nunca pude votar realmente. O, mejor dicho: votaba, pero mi voto jamás contó.

Hoy tengo 35 años y el escenario es exactamente el mismo.

En aquellos tiempos, los cubanos nos advertían: “no voten por esa gente, miren lo que pasó en Cuba”. Y los venezolanos respondían: “no, jamás, Venezuela no será Cuba”. Aquí estamos, 27 años después, viviendo las consecuencias de haber ignorado esas advertencias.
 

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Honduras enfrenta ahora el mismo cruce de caminos.

El próximo domingo el país no vota entre dos partidos ni entre dos modelos económicos. Honduras vota entre autoritarismo y democracia. Vota entre conservar la posibilidad de elegir dentro de cuatro años o someterse al mismo modelo que hundió a Venezuela, Cuba y Nicaragua.

Desde hace más de una década, Mel Zelaya ha sido —abiertamente, sin pudor alguno— socio político del régimen narcoterrorista de Nicolás Maduro. No es rumor, no es exageración. Él, Xiomara y la candidata oficialista Rixi Moncada han respaldado públicamente al chavismo incluso después del robo de las elecciones del 28 de julio de 2024, tras el asesinato de 25 opositores y la cárcel para más de 2.000 ciudadanos cuyo único “delito” fue exigir democracia.
 

¿Puede alguien en su sano juicio creer que quienes aplauden fraudes, asesinatos y encarcelamientos harán algo distinto si llegan a controlar el poder absoluto en Honduras?
 

Quiero insistir: estas elecciones no son ideológicas. No se trata de derechas o izquierdas —aunque los dictadores mencionados siempre acaben abrazando la misma vertiente ideológica—. Lo que está en juego es la democracia hondureña, la libertad de escoger y las garantías de que la Constitución no terminará en un basurero mientras un grupo criminal se aferra al poder de manera indefinida.

Por desgracia, llegamos a la última semana con una oposición dividida. Lo ideal para la democracia hondureña hubiese sido un pacto entre liberales y nacionalistas para evitar que el país caiga en una dictadura. Aunque las encuestas colocan a la candidata oficialista en un lejano tercer lugar, todos saben que intentarán un fraude, como el que ya celebraron en Venezuela.

Aun así, soy optimista. Confío en que el pueblo hondureño saldrá a votar masivamente, que la diferencia será tan amplia que no habrá manipulación que la oculte, y que los socios del régimen narcoterrorista de Maduro finalmente serán sacados del poder por la fuerza más poderosa que existe en democracia: la participación ciudadana.

 

Honduras decide: repetir la tragedia de Venezuela, Cuba y Nicaragua o preservar la democracia

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Emmanuel Rincón
25 de noviembre, 2025

“Es fácil ser comunista en un país libre; lo difícil es ser libre en un país comunista”. Ese viejo refrán lo escuchamos quienes tuvimos la desgracia de ver cómo el comunismo destruyó nuestros países. Yo nací en Venezuela en 1990. Ocho años más tarde, el socialista Hugo Chávez llegó al poder. Cuando alcancé la mayoría de edad, seguían allí… pero nunca pude votar realmente. O, mejor dicho: votaba, pero mi voto jamás contó.

Hoy tengo 35 años y el escenario es exactamente el mismo.

En aquellos tiempos, los cubanos nos advertían: “no voten por esa gente, miren lo que pasó en Cuba”. Y los venezolanos respondían: “no, jamás, Venezuela no será Cuba”. Aquí estamos, 27 años después, viviendo las consecuencias de haber ignorado esas advertencias.
 

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Desde hace más de una década, Mel Zelaya ha sido —abiertamente, sin pudor alguno— socio político del régimen narcoterrorista de Nicolás Maduro. No es rumor, no es exageración. Él, Xiomara y la candidata oficialista Rixi Moncada han respaldado públicamente al chavismo incluso después del robo de las elecciones del 28 de julio de 2024, tras el asesinato de 25 opositores y la cárcel para más de 2.000 ciudadanos cuyo único “delito” fue exigir democracia.
 

¿Puede alguien en su sano juicio creer que quienes aplauden fraudes, asesinatos y encarcelamientos harán algo distinto si llegan a controlar el poder absoluto en Honduras?
 

Quiero insistir: estas elecciones no son ideológicas. No se trata de derechas o izquierdas —aunque los dictadores mencionados siempre acaben abrazando la misma vertiente ideológica—. Lo que está en juego es la democracia hondureña, la libertad de escoger y las garantías de que la Constitución no terminará en un basurero mientras un grupo criminal se aferra al poder de manera indefinida.

Por desgracia, llegamos a la última semana con una oposición dividida. Lo ideal para la democracia hondureña hubiese sido un pacto entre liberales y nacionalistas para evitar que el país caiga en una dictadura. Aunque las encuestas colocan a la candidata oficialista en un lejano tercer lugar, todos saben que intentarán un fraude, como el que ya celebraron en Venezuela.

Aun así, soy optimista. Confío en que el pueblo hondureño saldrá a votar masivamente, que la diferencia será tan amplia que no habrá manipulación que la oculte, y que los socios del régimen narcoterrorista de Maduro finalmente serán sacados del poder por la fuerza más poderosa que existe en democracia: la participación ciudadana.

 

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