Los altos precios de la vivienda están estrangulando la movilidad, productividad y desarrollo social en Europa. La situación no afecta solo a jóvenes o migrantes: amenaza la cohesión económica del continente. Un estudio reciente del Banco Europeo de Inversiones (EIB, siglas en inglés) advierte que el modelo actual es insostenible sin reformas estructurales urgentes.
Por qué importa. La crisis habitacional europea no es solo una tragedia social: es un freno económico. El informe “Why is there a housing crisis and how do we fix it?”, publicado por el EIB en junio de 2025, vincula la falta de vivienda asequible con pérdida de crecimiento y oportunidades a nivel continental.
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Según el estudio, jóvenes, migrantes y trabajadores esenciales están siendo desplazados de las ciudades más productivas por el costo de vida.
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Esta exclusión habitacional impide que empresas contraten talento y que estudiantes accedan a las mejores universidades.
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El EIB calcula que mejorar la disponibilidad de vivienda en áreas clave podría aumentar el PIB europeo hasta en 9 %.
Entre líneas. El auge inmobiliario ha beneficiado a propietarios, pero ha generado desigualdades estructurales.
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Desde 2010, los precios de las viviendas en la UE han subido 55 %, mientras los salarios no siguen el ritmo.
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Países como Hungría (+234 %), Estonia (+228 %) y Portugal (+120 %) lideran el encarecimiento. Italia es la única excepción con un retroceso del 4 %.
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La tenencia de vivienda entre jóvenes de 24 a 35 años cayó casi seis puntos en dos décadas; y entre hogares de bajos ingresos, nueve puntos.
Lo indispensable. El EIB lanzó un plan de acción para 2025 con el fin de abordar el déficit habitacional mediante innovación, financiamiento y reformas regulatorias. El diagnóstico es claro: se necesita construir más, pero también mejor y más rápido.
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El plan contempla inversiones por EUR 4300M en nuevos métodos constructivos, eficiencia energética y programas piloto de vivienda social.
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Se apunta a reducir trámites, armonizar normas técnicas y promover modelos de financiación que mezclen capital privado con fondos públicos.
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La renovación del parque existente también es clave: el 50 % de las viviendas fueron construidas antes de 1980 y muchas tienen baja eficiencia energética.
Ahora qué. El futuro del acceso a la vivienda en el viejo continente dependerá de la capacidad de los gobiernos para equilibrar mercado e intervención. El reto no es solo financiero: es político y urbano.
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Las ciudades deben repensar el uso del suelo, integrar nuevas tecnologías constructivas y facilitar inversión sin ahogar la oferta en trámites.
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La escasez de suelo urbanizable y la fragmentación normativa siguen frenando proyectos, especialmente en zonas densamente pobladas.
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Mientras tanto, el EIB propone ampliar su plan de vivienda como parte de la Plataforma Paneuropea de Vivienda Asequible y Sostenible, en alianza con la Comisión Europea.
Los altos precios de la vivienda están estrangulando la movilidad, productividad y desarrollo social en Europa. La situación no afecta solo a jóvenes o migrantes: amenaza la cohesión económica del continente. Un estudio reciente del Banco Europeo de Inversiones (EIB, siglas en inglés) advierte que el modelo actual es insostenible sin reformas estructurales urgentes.
Por qué importa. La crisis habitacional europea no es solo una tragedia social: es un freno económico. El informe “Why is there a housing crisis and how do we fix it?”, publicado por el EIB en junio de 2025, vincula la falta de vivienda asequible con pérdida de crecimiento y oportunidades a nivel continental.
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Según el estudio, jóvenes, migrantes y trabajadores esenciales están siendo desplazados de las ciudades más productivas por el costo de vida.
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Esta exclusión habitacional impide que empresas contraten talento y que estudiantes accedan a las mejores universidades.
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El EIB calcula que mejorar la disponibilidad de vivienda en áreas clave podría aumentar el PIB europeo hasta en 9 %.
Entre líneas. El auge inmobiliario ha beneficiado a propietarios, pero ha generado desigualdades estructurales.
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Desde 2010, los precios de las viviendas en la UE han subido 55 %, mientras los salarios no siguen el ritmo.
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Países como Hungría (+234 %), Estonia (+228 %) y Portugal (+120 %) lideran el encarecimiento. Italia es la única excepción con un retroceso del 4 %.
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La tenencia de vivienda entre jóvenes de 24 a 35 años cayó casi seis puntos en dos décadas; y entre hogares de bajos ingresos, nueve puntos.
Lo indispensable. El EIB lanzó un plan de acción para 2025 con el fin de abordar el déficit habitacional mediante innovación, financiamiento y reformas regulatorias. El diagnóstico es claro: se necesita construir más, pero también mejor y más rápido.
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El plan contempla inversiones por EUR 4300M en nuevos métodos constructivos, eficiencia energética y programas piloto de vivienda social.
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Se apunta a reducir trámites, armonizar normas técnicas y promover modelos de financiación que mezclen capital privado con fondos públicos.
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La renovación del parque existente también es clave: el 50 % de las viviendas fueron construidas antes de 1980 y muchas tienen baja eficiencia energética.
Ahora qué. El futuro del acceso a la vivienda en el viejo continente dependerá de la capacidad de los gobiernos para equilibrar mercado e intervención. El reto no es solo financiero: es político y urbano.
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Las ciudades deben repensar el uso del suelo, integrar nuevas tecnologías constructivas y facilitar inversión sin ahogar la oferta en trámites.
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La escasez de suelo urbanizable y la fragmentación normativa siguen frenando proyectos, especialmente en zonas densamente pobladas.
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Mientras tanto, el EIB propone ampliar su plan de vivienda como parte de la Plataforma Paneuropea de Vivienda Asequible y Sostenible, en alianza con la Comisión Europea.