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Carlos Betancourt: “Los malls funcionan como lugares para convivir en Latinoamérica”

.
María José Aresti
24 de julio, 2025

Los centros comerciales han evolucionado más allá del consumo, convirtiéndose en espacios de encuentro, comunidad y servicios esenciales para millones de personas. Carlos Betancourt, director ejecutivo de la Cámara Latinoamericana de Centros Comerciales, enfatiza que estos espacios cumplen un rol social clave. 

¿Cómo describirías la evolución del sector de centros comerciales en Colombia durante los últimos cinco años? 

— En los últimos cinco años, desde la pandemia hasta hoy, la industria experimentó un cambio profundo en su lógica de crecimiento. Desde 2003 se vivió una etapa de expansión intensa, que se extendió por unos 15 años. 

Durante ese tiempo se construyeron 180 de los 265 centros comerciales que existen actualmente. Sin embargo, para 2018 se anticipaba una etapa de consolidación. El mercado debía absorber todos los metros cuadrados nuevos que habían ingresado. Esto implicaba un freno en el ritmo de nuevos proyectos. 

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La pandemia interrumpió esa dinámica, complicando aún más el cierre financiero de nuevos desarrollos por el alza en tasas de interés y el encarecimiento de materiales. Hoy, el sector sigue con pocos proyectos nuevos, pero ha habido un auge significativo en ampliaciones y remodelaciones. Por cada nuevo proyecto, ahora hay al menos diez remodelaciones. 

Esto confirma que estamos en una fase de madurez. Se han alcanzado niveles de ocupación previos a la pandemia (93 %). Ha sido un periodo de reinvención. 

.

¿Por qué Colombia es un referente regional en centros comerciales? 

— Es una industria joven. Aunque hay centros comerciales desde 1972, el crecimiento fuerte comenzó en 2002. En ese momento teníamos 70 proyectos; hoy hay más de 260. Cuando una industria se multiplica por tres en 15 años, está claro que es joven. 

Esa juventud permitió desarrollar centros con estándares modernos. Antes del 2000, los malls ni siquiera incluían zonas de comida. Los más antiguos eran espacios puramente comerciales. Luego vino el food court y, más adelante, otro tipo de gastronomía. Eso trajo una modernización constante. 

En los años 90 —o incluso antes— fue un país cerrado en términos de globalización. Eso fortaleció el desarrollo de marcas locales, que son el alma y pilares del crecimiento de los centros comerciales. Esto permitió que la industria creciera no solo en número, sino en calidad.

¿Qué lecciones deja el caso del centro comercial Viva Envigado para la industria regional? 

— Uno de los discursos más repetidos en Colombia era que el país ya estaba saturado de centros comerciales. Entonces, pensar en construir el más grande del país parecía una locura. 

Hablamos de un centro comercial con 135 000 metros cuadrados de área comercial. Muchos decían que no había mercado ni espacio para algo así. Pero resultó ser un éxito rotundo. 

Viva Envigado está al 100 % de ocupación, incorporó conceptos nuevos, atrajo marcas potentes y lo hizo en un entorno como Medellín, sin afectar negativamente a otros centros. Es una industria que sigue creciendo en conjunto, impulsando el comercio, formalidad, desarrollo económico y social. 

.

¿Existe una identidad latinoamericana en los centros comerciales o cada país tiene su propia lógica? 

—Esto está clarísimo. Nosotros venimos hablando desde hace años del centro comercial al estilo latinoamericano. El modelo norteamericano es otro: es puramente transaccional. En EE. UU., si vas a un mall, compras. No existe otra lógica. 

En cambio, en la región los centros comerciales son espacios de comunidad. Vamos a ver amigos, caminar, hacer reuniones, incluso a pedir matrimonio. Son parques gratuitos y seguros en ciudades donde la calle puede ser hostil. 

Las familias resuelven su día a día en los centros comerciales. Son espacios de convivencia, más que de compra. Claro que hay transacciones, pero no es lo principal. Puedes estar sin comprar nada, y nadie te dice nada. 

En Latinoamérica, los malls funcionan como lugares para convivir. 

¿Qué visión tienen los grandes inversionistas sobre los centros comerciales en Latinoamérica? 

— En general, ven oportunidades enormes. Este es un mercado que se transforma, y que requiere entender qué cambios hacer y qué incorporar. 

Los centros comerciales de antes eran solamente eso: comerciales. Hoy, al incorporar oficinas, salud, educación, se generan flujos naturales de personas. Es una comunidad viva que ha reemplazado a la plaza central. 

Antes, alrededor de la plaza estaban los edificios clave de la ciudad. Hoy, ese centro de vida es el mall: ahí haces diligencias, comes, te encuentras con otros. 

¿Cómo evalúas el estado actual del mercado de centros comerciales en Guatemala? 

— Me impresionó muchísimo la calidad de sus centros comerciales. Es la joya escondida de Latinoamérica en esta industria. Eso es lo que representa Guatemala. 

Tener un Congreso aquí es una oportunidad para mostrarle al continente lo que hay. Es un país con desarrollos potentes, que merecen reconocimiento. Cuando se habla de centros comerciales, uno piensa en México, Brasil, Chile o Colombia. Pero Guatemala debería estar en ese grupo. 

.

¿Qué recomendaciones darías a los desarrolladores guatemaltecos para mantener su éxito? 

— Que sigan entendiendo su mercado, apostándole a su país, y construyendo con estándares internacionales. 

Mi única sugerencia sería que lo cuenten más. Esta industria tiene tanto valor que merece ser compartida. Qué bueno que más profesionales latinoamericanos vengan a conocerla. 

Para el Congreso vendrán más de 300 personas del extranjero. Y seguro van a quedar maravillados con lo que verán. 

¿Existe algún tipo de centro comercial con más oportunidades de desarrollo? 

— Depende del país. Cada uno vive un momento distinto. En Ecuador, por ejemplo, se están desarrollando nuevos centros. En Panamá o Colombia, el enfoque es renovar los existentes. 

En Colombia estamos viendo pequeños malls gastronómicos, de 4000 o 5000 metros cuadrados, con un 70 % de oferta en gastronomía.  

También están los de conveniencia: una evolución de la tienda de barrio, pero formal, organizada y cercana. Cada ciudad tiene su lógica. Lo importante es entenderla, llegar con el proyecto correcto, identidad adecuada y marcas apropiadas. 

No se trata de imponer una idea. Si haces eso, te estrellas. 

 

Material audiovisual: Diego Cabrera / República

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María José Aresti
24 de julio, 2025

Los centros comerciales han evolucionado más allá del consumo, convirtiéndose en espacios de encuentro, comunidad y servicios esenciales para millones de personas. Carlos Betancourt, director ejecutivo de la Cámara Latinoamericana de Centros Comerciales, enfatiza que estos espacios cumplen un rol social clave. 

¿Cómo describirías la evolución del sector de centros comerciales en Colombia durante los últimos cinco años? 

— En los últimos cinco años, desde la pandemia hasta hoy, la industria experimentó un cambio profundo en su lógica de crecimiento. Desde 2003 se vivió una etapa de expansión intensa, que se extendió por unos 15 años. 

Durante ese tiempo se construyeron 180 de los 265 centros comerciales que existen actualmente. Sin embargo, para 2018 se anticipaba una etapa de consolidación. El mercado debía absorber todos los metros cuadrados nuevos que habían ingresado. Esto implicaba un freno en el ritmo de nuevos proyectos. 

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La pandemia interrumpió esa dinámica, complicando aún más el cierre financiero de nuevos desarrollos por el alza en tasas de interés y el encarecimiento de materiales. Hoy, el sector sigue con pocos proyectos nuevos, pero ha habido un auge significativo en ampliaciones y remodelaciones. Por cada nuevo proyecto, ahora hay al menos diez remodelaciones. 

Esto confirma que estamos en una fase de madurez. Se han alcanzado niveles de ocupación previos a la pandemia (93 %). Ha sido un periodo de reinvención. 

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¿Por qué Colombia es un referente regional en centros comerciales? 

— Es una industria joven. Aunque hay centros comerciales desde 1972, el crecimiento fuerte comenzó en 2002. En ese momento teníamos 70 proyectos; hoy hay más de 260. Cuando una industria se multiplica por tres en 15 años, está claro que es joven. 

Esa juventud permitió desarrollar centros con estándares modernos. Antes del 2000, los malls ni siquiera incluían zonas de comida. Los más antiguos eran espacios puramente comerciales. Luego vino el food court y, más adelante, otro tipo de gastronomía. Eso trajo una modernización constante. 

En los años 90 —o incluso antes— fue un país cerrado en términos de globalización. Eso fortaleció el desarrollo de marcas locales, que son el alma y pilares del crecimiento de los centros comerciales. Esto permitió que la industria creciera no solo en número, sino en calidad.

¿Qué lecciones deja el caso del centro comercial Viva Envigado para la industria regional? 

— Uno de los discursos más repetidos en Colombia era que el país ya estaba saturado de centros comerciales. Entonces, pensar en construir el más grande del país parecía una locura. 

Hablamos de un centro comercial con 135 000 metros cuadrados de área comercial. Muchos decían que no había mercado ni espacio para algo así. Pero resultó ser un éxito rotundo. 

Viva Envigado está al 100 % de ocupación, incorporó conceptos nuevos, atrajo marcas potentes y lo hizo en un entorno como Medellín, sin afectar negativamente a otros centros. Es una industria que sigue creciendo en conjunto, impulsando el comercio, formalidad, desarrollo económico y social. 

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¿Existe una identidad latinoamericana en los centros comerciales o cada país tiene su propia lógica? 

—Esto está clarísimo. Nosotros venimos hablando desde hace años del centro comercial al estilo latinoamericano. El modelo norteamericano es otro: es puramente transaccional. En EE. UU., si vas a un mall, compras. No existe otra lógica. 

En cambio, en la región los centros comerciales son espacios de comunidad. Vamos a ver amigos, caminar, hacer reuniones, incluso a pedir matrimonio. Son parques gratuitos y seguros en ciudades donde la calle puede ser hostil. 

Las familias resuelven su día a día en los centros comerciales. Son espacios de convivencia, más que de compra. Claro que hay transacciones, pero no es lo principal. Puedes estar sin comprar nada, y nadie te dice nada. 

En Latinoamérica, los malls funcionan como lugares para convivir. 

¿Qué visión tienen los grandes inversionistas sobre los centros comerciales en Latinoamérica? 

— En general, ven oportunidades enormes. Este es un mercado que se transforma, y que requiere entender qué cambios hacer y qué incorporar. 

Los centros comerciales de antes eran solamente eso: comerciales. Hoy, al incorporar oficinas, salud, educación, se generan flujos naturales de personas. Es una comunidad viva que ha reemplazado a la plaza central. 

Antes, alrededor de la plaza estaban los edificios clave de la ciudad. Hoy, ese centro de vida es el mall: ahí haces diligencias, comes, te encuentras con otros. 

¿Cómo evalúas el estado actual del mercado de centros comerciales en Guatemala? 

— Me impresionó muchísimo la calidad de sus centros comerciales. Es la joya escondida de Latinoamérica en esta industria. Eso es lo que representa Guatemala. 

Tener un Congreso aquí es una oportunidad para mostrarle al continente lo que hay. Es un país con desarrollos potentes, que merecen reconocimiento. Cuando se habla de centros comerciales, uno piensa en México, Brasil, Chile o Colombia. Pero Guatemala debería estar en ese grupo. 

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¿Qué recomendaciones darías a los desarrolladores guatemaltecos para mantener su éxito? 

— Que sigan entendiendo su mercado, apostándole a su país, y construyendo con estándares internacionales. 

Mi única sugerencia sería que lo cuenten más. Esta industria tiene tanto valor que merece ser compartida. Qué bueno que más profesionales latinoamericanos vengan a conocerla. 

Para el Congreso vendrán más de 300 personas del extranjero. Y seguro van a quedar maravillados con lo que verán. 

¿Existe algún tipo de centro comercial con más oportunidades de desarrollo? 

— Depende del país. Cada uno vive un momento distinto. En Ecuador, por ejemplo, se están desarrollando nuevos centros. En Panamá o Colombia, el enfoque es renovar los existentes. 

En Colombia estamos viendo pequeños malls gastronómicos, de 4000 o 5000 metros cuadrados, con un 70 % de oferta en gastronomía.  

También están los de conveniencia: una evolución de la tienda de barrio, pero formal, organizada y cercana. Cada ciudad tiene su lógica. Lo importante es entenderla, llegar con el proyecto correcto, identidad adecuada y marcas apropiadas. 

No se trata de imponer una idea. Si haces eso, te estrellas. 

 

Material audiovisual: Diego Cabrera / República

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