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Tic, tac... el reloj demográfico no se detiene

.
María José Aresti
11 de noviembre, 2025

Latinoamérica está en riesgo de perder una ventaja que el mundo desarrollado ya agotó: una mayoría de población joven capaz de sostener crecimiento. Con todo, no se ha capitalizado. El bono demográfico, esa ventana en la que hay más trabajadores que dependientes, se está cerrando. Cuando eso ocurra, no bastará con contar los años.

Por qué importa. La región envejece sin haber madurado económicamente. Cada año la proporción de trabajadores que sostiene dependientes se reduce. Esto presiona el gasto en salud, pensiones y transferencias.

  • Entre 2000 y 2020, Latinoamérica experimentó su punto más alto de población en edad productiva. Sin embargo, el rendimiento por trabajador apenas aumentó.

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  • La informalidad absorbió buena parte del empleo joven. Esto limitó el ahorro, innovación y movilidad social.

  • “El bono existió, pero nunca se invirtió. Se gastó en presente, no en futuro”, resume la Comisión Económica para América Latina y el Caribe en su más reciente informe, al aludir a una década de políticas reactivas sin visión productiva.

Visto y no visto. Este giro silencioso que reconfigura el futuro económico se debe a familias más pequeñas y un bono demográfico que se desvanece. La fecundidad cayó a 1.8 hijos por mujer, frente a 2.6 a comienzos de siglo.

  • Desde 2015, la fecundidad se mantiene por debajo del nivel de reemplazo (2.1). Esto anticipa menos jóvenes ingresando al mercado laboral y más presión sobre los sistemas de protección social.

  • Chile (1.13), Costa Rica (1.32) y Uruguay (1.39) registran las tasas más bajas, comparables con las de Europa y Norteamérica. Se evidencia una transición acelerada y desigual en el impacto económico.

  • “La reducción de los nacimientos ha estrechado la base de la pirámide poblacional”, advierte la CEPAL, alertando que el reto no es cuántos nacen, sino cuánto producen los que quedan.

El otro lado. Bajo este panorama, algunos gobiernos y empresas han entendido que el “segundo bono demográfico” puede generar valor. Este propone que el cúmulo de activos, ahorro y experiencia de poblaciones maduras permite que el crecimiento se apoye en la productividad del capital.

  • Las economías con población envejecida pueden canalizar ahorro hacia infraestructura, tecnología y maquinaria, elevando el capital por trabajador.

  • Para lograrlo, los países necesitan mercados financieros sólidos que canalicen ahorro hacia innovación y eficiencia, no hacia gasto corriente. Esta última, una práctica común en la región.

  • La CEPAL plantea que “la longevidad puede transformarse en motor de prosperidad duradera”. En la práctica, depende de la capacidad de convertir la edad en valor y motor económico.

Lo que sigue. El impacto sobre el PIB per cápita será cada vez más visible: entre 2020 y 2050, el aporte de la población en edad laboral al crecimiento caerá de 1.4 a apenas 0.4 % anual.

  • Si la región no traduce su bono en capital productivo, enfrentará una economía estancada: más gasto, menos inversión y una base laboral incapaz de sostener el desarrollo que alguna vez prometió su juventud.

  • La nueva estructura de edad impulsa sectores como salud, biotecnología, finanzas, tecnología y servicios de bienestar. Estos podrían compensar parte de la desaceleración demográfica.

  • El bono estará en la capacidad de la población para producir valor. Aprovecharlo exige reformar la educación, modernizar los mercados laborales y fortalecer la inversión privada.

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María José Aresti
11 de noviembre, 2025

Latinoamérica está en riesgo de perder una ventaja que el mundo desarrollado ya agotó: una mayoría de población joven capaz de sostener crecimiento. Con todo, no se ha capitalizado. El bono demográfico, esa ventana en la que hay más trabajadores que dependientes, se está cerrando. Cuando eso ocurra, no bastará con contar los años.

Por qué importa. La región envejece sin haber madurado económicamente. Cada año la proporción de trabajadores que sostiene dependientes se reduce. Esto presiona el gasto en salud, pensiones y transferencias.

  • Entre 2000 y 2020, Latinoamérica experimentó su punto más alto de población en edad productiva. Sin embargo, el rendimiento por trabajador apenas aumentó.

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  • “El bono existió, pero nunca se invirtió. Se gastó en presente, no en futuro”, resume la Comisión Económica para América Latina y el Caribe en su más reciente informe, al aludir a una década de políticas reactivas sin visión productiva.

Visto y no visto. Este giro silencioso que reconfigura el futuro económico se debe a familias más pequeñas y un bono demográfico que se desvanece. La fecundidad cayó a 1.8 hijos por mujer, frente a 2.6 a comienzos de siglo.

  • Desde 2015, la fecundidad se mantiene por debajo del nivel de reemplazo (2.1). Esto anticipa menos jóvenes ingresando al mercado laboral y más presión sobre los sistemas de protección social.

  • Chile (1.13), Costa Rica (1.32) y Uruguay (1.39) registran las tasas más bajas, comparables con las de Europa y Norteamérica. Se evidencia una transición acelerada y desigual en el impacto económico.

  • “La reducción de los nacimientos ha estrechado la base de la pirámide poblacional”, advierte la CEPAL, alertando que el reto no es cuántos nacen, sino cuánto producen los que quedan.

El otro lado. Bajo este panorama, algunos gobiernos y empresas han entendido que el “segundo bono demográfico” puede generar valor. Este propone que el cúmulo de activos, ahorro y experiencia de poblaciones maduras permite que el crecimiento se apoye en la productividad del capital.

  • Las economías con población envejecida pueden canalizar ahorro hacia infraestructura, tecnología y maquinaria, elevando el capital por trabajador.

  • Para lograrlo, los países necesitan mercados financieros sólidos que canalicen ahorro hacia innovación y eficiencia, no hacia gasto corriente. Esta última, una práctica común en la región.

  • La CEPAL plantea que “la longevidad puede transformarse en motor de prosperidad duradera”. En la práctica, depende de la capacidad de convertir la edad en valor y motor económico.

Lo que sigue. El impacto sobre el PIB per cápita será cada vez más visible: entre 2020 y 2050, el aporte de la población en edad laboral al crecimiento caerá de 1.4 a apenas 0.4 % anual.

  • Si la región no traduce su bono en capital productivo, enfrentará una economía estancada: más gasto, menos inversión y una base laboral incapaz de sostener el desarrollo que alguna vez prometió su juventud.

  • La nueva estructura de edad impulsa sectores como salud, biotecnología, finanzas, tecnología y servicios de bienestar. Estos podrían compensar parte de la desaceleración demográfica.

  • El bono estará en la capacidad de la población para producir valor. Aprovecharlo exige reformar la educación, modernizar los mercados laborales y fortalecer la inversión privada.

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