El Proyecto de Presupuesto 2026 asciende a GTQ 163 783M y plantea un incremento sin precedentes en el gasto público, pero sin una orientación clara hacia la inversión productiva. Entre 2024 y 2026, el gasto crece 41 % mientras la física —obras, infraestructura y equipamiento— cae a mínimos.
Por qué importa. Guatemala destina más recursos al funcionamiento del Estado que a su desarrollo. La inversión pública, que debería impulsar infraestructura y productividad, retrocede a niveles históricamente bajos.
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Solo el 18 % del total (GTQ 28 716M), se dirige a inversión. Mientras que la deuda —33 514M— se usa principalmente para sueldos, subsidios y transferencias, no para generar capital productivo.
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Jorge Benavides, investigador asociado de FUNDESA, explica que el país invierte cerca del 1 % del PIB en infraestructura. Una sexta parte de lo necesario y cuarta parte del promedio regional.
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Esa brecha impide que se mantenga siquiera la infraestructura actual. “Estamos perdiendo los pocos activos sobre los cuales se sostiene la competitividad del país”, señala.
Entre líneas. El modelo prioriza la ejecución política sobre la eficiencia económica. Así, el presupuesto crece en forma, pero no en propósito: distribuye recursos, no desarrollo.
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El CIV pierde el 28 % de su asignación, pese a ser clave para competitividad y logística. Por su parte, los CODEDES recibirán más de GTQ 4400M sin planificación técnica.
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La administración pública carece de capacidad técnica y opera con procesos obsoletos. “En lugar de ejecutar los planes, el Gobierno paga saldos de proyectos viejos e inicia obras pequeñas impulsadas por convenios locales”, indica Benavides.
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Esto se refleja en los 2946 proyectos presupuestados en el Proyecto del Programa de Inversión Física, Transferencias de Capital e Inversión Financiera 2026. La mayoría son de bajo monto y alcance local.
Datos clave. La baja inversión y su mala asignación explican la pérdida de dinamismo económico. Los datos oficiales muestran un deterioro sostenido de la calidad del gasto.
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En 1996, la inversión representaba cerca del 30 % del presupuesto. Actualmente, es menos de la mitad. “De cada GTQ 10, antes se invertían cuatro; hoy, apenas dos”, apunta Sigfrido Lee, director de la Unidad Económica de CACIF.
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El próximo año, el 49 % de la deuda 2026 financiará funcionamiento, 35 % pago de deuda y solo 16 % inversión, incumpliendo la Ley Orgánica del Presupuesto.
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La analogía de Lee ilustra que se usa deuda para financiar consumo; “es como pagar el supermercado del mes con cuotas. Es una deuda que no genera rentabilidad y empobrecerá a las próximas generaciones”.
En conclusión. El gasto público crece sin dirección. Más deuda, menos inversión productiva y menor impacto económico. El país no necesita gastar más, sino todo lo contrario. Eso o ser más eficiente.
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Lee plantea volver a la “regla de oro fiscal”: endeudarse solo para inversión duradera. “Cumplir la Ley, rendir cuentas y ser prudentes fiscalmente es suficiente. No necesitamos más leyes, sino cumplir las que existen”.
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Benavides alerta que un déficit superior al 3 % del PIB, sin inversión productiva, erosiona la confianza de los inversionistas y la estabilidad macroeconómica.
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En suma, Guatemala no enfrenta una crisis de ingresos, sino una crisis de prioridades. Usa la deuda para vivir hoy, en lugar de invertir en el mañana.
El Proyecto de Presupuesto 2026 asciende a GTQ 163 783M y plantea un incremento sin precedentes en el gasto público, pero sin una orientación clara hacia la inversión productiva. Entre 2024 y 2026, el gasto crece 41 % mientras la física —obras, infraestructura y equipamiento— cae a mínimos.
Por qué importa. Guatemala destina más recursos al funcionamiento del Estado que a su desarrollo. La inversión pública, que debería impulsar infraestructura y productividad, retrocede a niveles históricamente bajos.
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Solo el 18 % del total (GTQ 28 716M), se dirige a inversión. Mientras que la deuda —33 514M— se usa principalmente para sueldos, subsidios y transferencias, no para generar capital productivo.
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Jorge Benavides, investigador asociado de FUNDESA, explica que el país invierte cerca del 1 % del PIB en infraestructura. Una sexta parte de lo necesario y cuarta parte del promedio regional.
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Esa brecha impide que se mantenga siquiera la infraestructura actual. “Estamos perdiendo los pocos activos sobre los cuales se sostiene la competitividad del país”, señala.
Entre líneas. El modelo prioriza la ejecución política sobre la eficiencia económica. Así, el presupuesto crece en forma, pero no en propósito: distribuye recursos, no desarrollo.
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El CIV pierde el 28 % de su asignación, pese a ser clave para competitividad y logística. Por su parte, los CODEDES recibirán más de GTQ 4400M sin planificación técnica.
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La administración pública carece de capacidad técnica y opera con procesos obsoletos. “En lugar de ejecutar los planes, el Gobierno paga saldos de proyectos viejos e inicia obras pequeñas impulsadas por convenios locales”, indica Benavides.
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Esto se refleja en los 2946 proyectos presupuestados en el Proyecto del Programa de Inversión Física, Transferencias de Capital e Inversión Financiera 2026. La mayoría son de bajo monto y alcance local.
Datos clave. La baja inversión y su mala asignación explican la pérdida de dinamismo económico. Los datos oficiales muestran un deterioro sostenido de la calidad del gasto.
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En 1996, la inversión representaba cerca del 30 % del presupuesto. Actualmente, es menos de la mitad. “De cada GTQ 10, antes se invertían cuatro; hoy, apenas dos”, apunta Sigfrido Lee, director de la Unidad Económica de CACIF.
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El próximo año, el 49 % de la deuda 2026 financiará funcionamiento, 35 % pago de deuda y solo 16 % inversión, incumpliendo la Ley Orgánica del Presupuesto.
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La analogía de Lee ilustra que se usa deuda para financiar consumo; “es como pagar el supermercado del mes con cuotas. Es una deuda que no genera rentabilidad y empobrecerá a las próximas generaciones”.
En conclusión. El gasto público crece sin dirección. Más deuda, menos inversión productiva y menor impacto económico. El país no necesita gastar más, sino todo lo contrario. Eso o ser más eficiente.
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Lee plantea volver a la “regla de oro fiscal”: endeudarse solo para inversión duradera. “Cumplir la Ley, rendir cuentas y ser prudentes fiscalmente es suficiente. No necesitamos más leyes, sino cumplir las que existen”.
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Benavides alerta que un déficit superior al 3 % del PIB, sin inversión productiva, erosiona la confianza de los inversionistas y la estabilidad macroeconómica.
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En suma, Guatemala no enfrenta una crisis de ingresos, sino una crisis de prioridades. Usa la deuda para vivir hoy, en lugar de invertir en el mañana.
EL TIPO DE CAMBIO DE HOY ES DE: