El sector privado guatemalteco ha comprendido que la nutrición temprana es una inversión económica. Empresas destinan recursos a programas alimentarios porque un país con baja desnutrición mejora la productividad, reduce costos laborales y eleva la competitividad global. Un capital humano bien alimentado significa menos ausentismo, mayor rendimiento y retorno financiero tangible. Invertir en ello es asegurar crecimiento sostenible y rentabilidad empresarial a medio y largo plazo.
Por qué importa. La desnutrición crónica infantil impacta directamente en la calidad del capital humano y, por ende, en la capacidad empresarial de un país.
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En Guatemala, alrededor del 46.5 % de los niños menores de cinco años la padecen, lo que coloca al país como uno de los más afectados de Latinoamérica por esta lacra.
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Este retraso en crecimiento físico y cognitivo tiene consecuencias para la preparación escolar, la salud y, finalmente, la empleabilidad.
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Para empresas que compiten en mercados globales, disponer de trabajadores más sanos y eficientes permite reducir tiempos muertos, minimizar rotación y mejorar competitividad en cadenas internacionales.
Lo indispensable. Para los empresarios resulta clave comprender los mecanismos mediante los cuales la depauperación temprana se traduce en beneficios económicos.
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El estudio “Effect of a nutrition intervention during early childhood on economic productivity in Guatemalan adults”, publicado en The Lancet, demuestra que los hombres expuestos a suplementos alimenticios en la infancia registraron un aumento promedio de USD 0.67 por hora trabajada, equivalente a un 46 % más de ingreso.
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El artículo expone que una nutrición deficiente en los primeros años de vida se asocia con bajo peso al nacer, menor desarrollo físico y cognitivo, menor escolaridad y, en consecuencia, menores ingresos en la edad adulta.
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Desde la óptica empresarial, estos hallazgos confirman que una inversión temprana genera retornos medibles en productividad laboral. En concreto: menor rotación, menos días perdidos por enfermedad, mayor productividad por turno y menor necesidad de formación compensativa.
Entre líneas. La apuesta empresarial por la nutrición en Guatemala debe entenderse en un contexto regional más amplio.
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Guatemala se encuentra entre los 36 países que concentran el 90 % de las tasas globales de desnutrición crónica.
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Las dinámicas migratorias, la inseguridad alimentaria recurrente en Centroamérica y la integración de cadenas productivas regionales vuelven especialmente costoso para la empresa depender de mano de obra poco preparada o con salud deteriorada.
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En este escenario, la compañía que participa activamente en programas de salud infantil mejora su posicionamiento ante inversionistas extranjeros, que valoran cadenas de suministro sostenibles y con menor riesgo reputacional.
Lo que sigue. Para que la estrategia tenga éxito completo, las empresas deben pasar de la intención a la acción, generando alianzas, midiendo resultados y comunicando valor.
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Deben integrarse en programas existentes o diseñar iniciativas propias que conecten con planes de salud pública.
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Es esencial establecer indicadores claros (reducción de rotación, incremento de productividad, menor ausentismo) para evaluar retorno de la inversión.
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Es recomendable que los aportes se comuniquen internamente como parte de la cultura empresarial. Asimismo, en el ámbito externo como valor ESG (Environmental, Social and Governance), atractivo para inversionistas y con transparencia.
El sector privado guatemalteco ha comprendido que la nutrición temprana es una inversión económica. Empresas destinan recursos a programas alimentarios porque un país con baja desnutrición mejora la productividad, reduce costos laborales y eleva la competitividad global. Un capital humano bien alimentado significa menos ausentismo, mayor rendimiento y retorno financiero tangible. Invertir en ello es asegurar crecimiento sostenible y rentabilidad empresarial a medio y largo plazo.
Por qué importa. La desnutrición crónica infantil impacta directamente en la calidad del capital humano y, por ende, en la capacidad empresarial de un país.
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En Guatemala, alrededor del 46.5 % de los niños menores de cinco años la padecen, lo que coloca al país como uno de los más afectados de Latinoamérica por esta lacra.
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Este retraso en crecimiento físico y cognitivo tiene consecuencias para la preparación escolar, la salud y, finalmente, la empleabilidad.
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Para empresas que compiten en mercados globales, disponer de trabajadores más sanos y eficientes permite reducir tiempos muertos, minimizar rotación y mejorar competitividad en cadenas internacionales.
Lo indispensable. Para los empresarios resulta clave comprender los mecanismos mediante los cuales la depauperación temprana se traduce en beneficios económicos.
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El estudio “Effect of a nutrition intervention during early childhood on economic productivity in Guatemalan adults”, publicado en The Lancet, demuestra que los hombres expuestos a suplementos alimenticios en la infancia registraron un aumento promedio de USD 0.67 por hora trabajada, equivalente a un 46 % más de ingreso.
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El artículo expone que una nutrición deficiente en los primeros años de vida se asocia con bajo peso al nacer, menor desarrollo físico y cognitivo, menor escolaridad y, en consecuencia, menores ingresos en la edad adulta.
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Desde la óptica empresarial, estos hallazgos confirman que una inversión temprana genera retornos medibles en productividad laboral. En concreto: menor rotación, menos días perdidos por enfermedad, mayor productividad por turno y menor necesidad de formación compensativa.
Entre líneas. La apuesta empresarial por la nutrición en Guatemala debe entenderse en un contexto regional más amplio.
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Guatemala se encuentra entre los 36 países que concentran el 90 % de las tasas globales de desnutrición crónica.
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Las dinámicas migratorias, la inseguridad alimentaria recurrente en Centroamérica y la integración de cadenas productivas regionales vuelven especialmente costoso para la empresa depender de mano de obra poco preparada o con salud deteriorada.
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En este escenario, la compañía que participa activamente en programas de salud infantil mejora su posicionamiento ante inversionistas extranjeros, que valoran cadenas de suministro sostenibles y con menor riesgo reputacional.
Lo que sigue. Para que la estrategia tenga éxito completo, las empresas deben pasar de la intención a la acción, generando alianzas, midiendo resultados y comunicando valor.
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Deben integrarse en programas existentes o diseñar iniciativas propias que conecten con planes de salud pública.
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Es esencial establecer indicadores claros (reducción de rotación, incremento de productividad, menor ausentismo) para evaluar retorno de la inversión.
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Es recomendable que los aportes se comuniquen internamente como parte de la cultura empresarial. Asimismo, en el ámbito externo como valor ESG (Environmental, Social and Governance), atractivo para inversionistas y con transparencia.
EL TIPO DE CAMBIO DE HOY ES DE: