Más que un discurso aspiracional, la sostenibilidad se ha convertido en una exigencia estratégica. Durante el XVIII Foro Iberoamericano 2025, organizado por la red guatemalteca CentraRSE, líderes empresariales debaten cómo integrar innovación, propósito y rentabilidad para redefinir la competitividad nacional.
Por qué importa. La sostenibilidad ya no es un lujo ni un anexo reputacional: es una condición vertebradora para competir en la economía global. Como otras naciones de la región, Guatemala necesita modelos de crecimiento más resilientes, inclusivos y sostenibles.
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El país requiere la capacidad de articular estas áreas desde lo local. Repensar la competitividad con enfoque territorial y social es fundamental para destrabar el desarrollo económico, cerrar brechas históricas y construir resiliencia.
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Este enfoque no solo genera impacto económico directo, sino que también redefine la visión país. Una óptica que reconoce la urgencia de invertir en infraestructura, educación, salud, gobernanza y sostenibilidad como pilares interdependientes del crecimiento.
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El Foro revela que este tema no puede seguir aislado en manos de tecnócratas. Más allá de ellos, esta materia exige compromiso político, acción del sector privado y participación ciudadana articulada.
Qué destacar. El evento realza referentes como el plan “Meta RD 2036” de República Dominicana, un esfuerzo ambicioso por duplicar el PIB nacional con base en tres aspectos. Estos son: desarrollo sostenible, visión de largo plazo y APP sólidas.
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Peter Prazmowski, director del Consejo Nacional de Competitividad de ese país, explicó que un método exitoso requiere “liderazgo, empatía y convergencia intersectorial” para generar confianza y visión compartida.
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Guatemala puede trazar su propia hoja de ruta siguiendo una lógica similar de complejidad, participación multisectorial y metas que trasciendan ciclos políticos.
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Roberto Lara, CEO de Castillo Hermanos, argumentó que “no hay empresa que prospere en un país sin desarrollo humano”. Para ello, resaltó su programa contra la desnutrición como caso ejemplar de inversión social a largo plazo.
Voces. Las empresas que lideran el cambio han entendido que sostenibilidad y competitividad no son excluyentes. Todo lo contrario, forman un binomio virtuoso cuando se ancla en estrategia, innovación y visión compartidas.
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Durante el panel “Sostenibilidad para la competitividad” Enrique Crespo, CEO de CMI Capital y presidente del Foro, afirmó que el éxito de las compañías ya no se mide solo en resultados financieros. Se cuantifica con la creación de valor distribuido en todos los grupos de interés.
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Asimismo, Héctor Leal, CEO de Ciudad Cayalá, subrayó que la sostenibilidad “no es una moda”, sino una visión ética a largo plazo que genera rentabilidad, talento y confianza institucional.
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Desde el sector bancario Eric Campos, presidente ejecutivo de BAC Credomatic, señaló que el paso de la responsabilidad social a una estrategia de triple valor —económica, social y ambiental— ha reconfigurado el propósito mismo de las instituciones financieras.
Ahora qué. El consenso del evento en su primer día, evidenció la necesidad de una visión-país compartida que redefina el desarrollo como prosperidad inclusiva. La sostenibilidad como ventaja competitiva y, a la vez, exigencia moral.
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Se hace un llamado para dejar atrás los debates superficiales. Se insta a tener conversaciones profundas y tomar decisiones transformadoras.
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La fórmula sintetizada en el mencionado lema —Sostenibilidad: Innovar, Competir, Prosperar — exige pasar del discurso a la acción incorporando principios éticos, impacto positivo y enfoque a largo plazo.
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La responsabilidad es conjunta: el sector privado no puede avanzar sin certidumbre institucional. Y el sector público no logrará implementar una transformación sin empresas comprometidas con el desarrollo real.
Más que un discurso aspiracional, la sostenibilidad se ha convertido en una exigencia estratégica. Durante el XVIII Foro Iberoamericano 2025, organizado por la red guatemalteca CentraRSE, líderes empresariales debaten cómo integrar innovación, propósito y rentabilidad para redefinir la competitividad nacional.
Por qué importa. La sostenibilidad ya no es un lujo ni un anexo reputacional: es una condición vertebradora para competir en la economía global. Como otras naciones de la región, Guatemala necesita modelos de crecimiento más resilientes, inclusivos y sostenibles.
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El país requiere la capacidad de articular estas áreas desde lo local. Repensar la competitividad con enfoque territorial y social es fundamental para destrabar el desarrollo económico, cerrar brechas históricas y construir resiliencia.
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Este enfoque no solo genera impacto económico directo, sino que también redefine la visión país. Una óptica que reconoce la urgencia de invertir en infraestructura, educación, salud, gobernanza y sostenibilidad como pilares interdependientes del crecimiento.
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El Foro revela que este tema no puede seguir aislado en manos de tecnócratas. Más allá de ellos, esta materia exige compromiso político, acción del sector privado y participación ciudadana articulada.
Qué destacar. El evento realza referentes como el plan “Meta RD 2036” de República Dominicana, un esfuerzo ambicioso por duplicar el PIB nacional con base en tres aspectos. Estos son: desarrollo sostenible, visión de largo plazo y APP sólidas.
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Peter Prazmowski, director del Consejo Nacional de Competitividad de ese país, explicó que un método exitoso requiere “liderazgo, empatía y convergencia intersectorial” para generar confianza y visión compartida.
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Guatemala puede trazar su propia hoja de ruta siguiendo una lógica similar de complejidad, participación multisectorial y metas que trasciendan ciclos políticos.
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Roberto Lara, CEO de Castillo Hermanos, argumentó que “no hay empresa que prospere en un país sin desarrollo humano”. Para ello, resaltó su programa contra la desnutrición como caso ejemplar de inversión social a largo plazo.
Voces. Las empresas que lideran el cambio han entendido que sostenibilidad y competitividad no son excluyentes. Todo lo contrario, forman un binomio virtuoso cuando se ancla en estrategia, innovación y visión compartidas.
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Durante el panel “Sostenibilidad para la competitividad” Enrique Crespo, CEO de CMI Capital y presidente del Foro, afirmó que el éxito de las compañías ya no se mide solo en resultados financieros. Se cuantifica con la creación de valor distribuido en todos los grupos de interés.
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Asimismo, Héctor Leal, CEO de Ciudad Cayalá, subrayó que la sostenibilidad “no es una moda”, sino una visión ética a largo plazo que genera rentabilidad, talento y confianza institucional.
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Desde el sector bancario Eric Campos, presidente ejecutivo de BAC Credomatic, señaló que el paso de la responsabilidad social a una estrategia de triple valor —económica, social y ambiental— ha reconfigurado el propósito mismo de las instituciones financieras.
Ahora qué. El consenso del evento en su primer día, evidenció la necesidad de una visión-país compartida que redefina el desarrollo como prosperidad inclusiva. La sostenibilidad como ventaja competitiva y, a la vez, exigencia moral.
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Se hace un llamado para dejar atrás los debates superficiales. Se insta a tener conversaciones profundas y tomar decisiones transformadoras.
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La fórmula sintetizada en el mencionado lema —Sostenibilidad: Innovar, Competir, Prosperar — exige pasar del discurso a la acción incorporando principios éticos, impacto positivo y enfoque a largo plazo.
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La responsabilidad es conjunta: el sector privado no puede avanzar sin certidumbre institucional. Y el sector público no logrará implementar una transformación sin empresas comprometidas con el desarrollo real.