Guatemala cerrará 2025 con exportaciones al alza, impulsando divisas y dinamismo externo. Sin embargo, bajo la superficie crece una presión silenciosa: el aumento del salario mínimo y la baja productividad están deteriorando la competitividad. Varios sectores ya muestran contracciones, alertando sobre tensiones que pueden escalar en 2026.
Por qué importa. El país exporta más, pero no necesariamente mejor. El repunte general esconde retrocesos en productos cuya caída revela un sistema productivo tensionado por costos crecientes y productividad estancada. La discusión salarial hoy define la capacidad para competir y generar empleo formal.
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En comparación con el año anterior, en julio el cardamomo cayó 35 %. Productos químicos y preparaciones naturales hasta un 46 %. T-shirts (no algodón) y sweaters de algodón bajaron 23 y 18 %, respectivamente. Ello refleja presiones de costos y pérdida de competitividad.
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“La industria de textiles perdió plazas de costura tras el ajuste salarial”, afirma Alejandro Ceballos, director de Vestuario y Textiles de AGEXPORT.
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Cuando el costo laboral sube sin mejoras productivas, la inversión se frena y las órdenes internacionales migran hacia mercados más eficientes.
En el radar. Para varias cadenas productivas, 2025 marca un punto de inflexión. El aumento del salario mínimo habría encarecido operaciones que ya trabajaban con márgenes ajustados. El país exporta más volumen, aunque no sostiene el ritmo en rubros intensivos en mano de obra, donde el empleo formal retrocede.
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En vestuario y textiles, el 70 % de las marcas reportan retrasos o cancelaciones por altos costos. Y el 50 %, caída en ventas.
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“El salario mínimo dejó de ser mínimo y se convirtió en un techo aspiracional que pocas empresas y trabajadores pueden sostener”, explica.
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De acuerdo con el experto, al no haber productividad suficiente, las fábricas —por ejemplo, de origen coreano—, reubican operaciones hacia Nicaragua o El Salvador, donde los costos son proporcionalmente más sostenibles.
Datos clave. El país enfrenta una brecha crítica: sueldo creciente versus productividad estancada. La industria textil pierde empleos —13 000 solo en costura— mientras aumenta la exportación de tela hacia países con costos menores que completan la confección final.
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El 60 % de la tela producida en Guatemala ya se envía a Nicaragua, previo al 50 % previo al ajuste.
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Según Ceballos, la fórmula técnica para el salario debe combinar inflación y productividad. Sin ello, “las oportunidades se cierran”.
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El salario real de un puesto llega a costar GTQ 6000 por prestaciones. La productividad promedio —medida por crecimiento económico per cápita— no acompaña ese nivel.
Entre líneas. La presión no viene solo del mercado laboral. Guatemala pierde contratos agrícolas frente a México por ventajas arancelarias y mejor logística. Europa, por su parte, eleva exigencias por el Pacto Verde. La distancia, los fletes y la falta de infraestructura limitan la competitividad.
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México compite con un 0 % de arancel en productos donde Guatemala enfrenta un 10, ventaja que se traducirá en más desplazamiento si no se ajusta en 2026.
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“Europa está demasiado lejos para competir industrialmente, en especial frente a una Asia subsidiada”, detalla Ceballos.
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La falta de infraestructura y la dependencia de remesas provocan la llamada “enfermedad holandesa”. Aplicada al contexto guatemalteco, una economía condicionada a esos envíos debilita la capacidad productiva interna.
Lo que sigue. El debate salarial 2026 será determinante. Las cámaras empresariales impulsan una metodología técnica basada en inflación y productividad para evitar ajustes desconectados de la realidad productiva.
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Si el país opta por incrementos superiores, la tendencia ya observable —empleo formal en retroceso, relocalización y caída sectorial— podría profundizarse.
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El desafío será evitar que el actual boom exportador oculte las fisuras que, de no ser atendidas, pueden comprometer el crecimiento futuro.
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Para atraer inversión, se debe equilibrar competitividad, flexibilidad laboral y una estrategia exportadora acorde a las capacidades reales.
Guatemala cerrará 2025 con exportaciones al alza, impulsando divisas y dinamismo externo. Sin embargo, bajo la superficie crece una presión silenciosa: el aumento del salario mínimo y la baja productividad están deteriorando la competitividad. Varios sectores ya muestran contracciones, alertando sobre tensiones que pueden escalar en 2026.
Por qué importa. El país exporta más, pero no necesariamente mejor. El repunte general esconde retrocesos en productos cuya caída revela un sistema productivo tensionado por costos crecientes y productividad estancada. La discusión salarial hoy define la capacidad para competir y generar empleo formal.
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En comparación con el año anterior, en julio el cardamomo cayó 35 %. Productos químicos y preparaciones naturales hasta un 46 %. T-shirts (no algodón) y sweaters de algodón bajaron 23 y 18 %, respectivamente. Ello refleja presiones de costos y pérdida de competitividad.
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“La industria de textiles perdió plazas de costura tras el ajuste salarial”, afirma Alejandro Ceballos, director de Vestuario y Textiles de AGEXPORT.
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Cuando el costo laboral sube sin mejoras productivas, la inversión se frena y las órdenes internacionales migran hacia mercados más eficientes.
En el radar. Para varias cadenas productivas, 2025 marca un punto de inflexión. El aumento del salario mínimo habría encarecido operaciones que ya trabajaban con márgenes ajustados. El país exporta más volumen, aunque no sostiene el ritmo en rubros intensivos en mano de obra, donde el empleo formal retrocede.
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En vestuario y textiles, el 70 % de las marcas reportan retrasos o cancelaciones por altos costos. Y el 50 %, caída en ventas.
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“El salario mínimo dejó de ser mínimo y se convirtió en un techo aspiracional que pocas empresas y trabajadores pueden sostener”, explica.
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De acuerdo con el experto, al no haber productividad suficiente, las fábricas —por ejemplo, de origen coreano—, reubican operaciones hacia Nicaragua o El Salvador, donde los costos son proporcionalmente más sostenibles.
Datos clave. El país enfrenta una brecha crítica: sueldo creciente versus productividad estancada. La industria textil pierde empleos —13 000 solo en costura— mientras aumenta la exportación de tela hacia países con costos menores que completan la confección final.
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El 60 % de la tela producida en Guatemala ya se envía a Nicaragua, previo al 50 % previo al ajuste.
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Según Ceballos, la fórmula técnica para el salario debe combinar inflación y productividad. Sin ello, “las oportunidades se cierran”.
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El salario real de un puesto llega a costar GTQ 6000 por prestaciones. La productividad promedio —medida por crecimiento económico per cápita— no acompaña ese nivel.
Entre líneas. La presión no viene solo del mercado laboral. Guatemala pierde contratos agrícolas frente a México por ventajas arancelarias y mejor logística. Europa, por su parte, eleva exigencias por el Pacto Verde. La distancia, los fletes y la falta de infraestructura limitan la competitividad.
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México compite con un 0 % de arancel en productos donde Guatemala enfrenta un 10, ventaja que se traducirá en más desplazamiento si no se ajusta en 2026.
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“Europa está demasiado lejos para competir industrialmente, en especial frente a una Asia subsidiada”, detalla Ceballos.
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La falta de infraestructura y la dependencia de remesas provocan la llamada “enfermedad holandesa”. Aplicada al contexto guatemalteco, una economía condicionada a esos envíos debilita la capacidad productiva interna.
Lo que sigue. El debate salarial 2026 será determinante. Las cámaras empresariales impulsan una metodología técnica basada en inflación y productividad para evitar ajustes desconectados de la realidad productiva.
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Si el país opta por incrementos superiores, la tendencia ya observable —empleo formal en retroceso, relocalización y caída sectorial— podría profundizarse.
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El desafío será evitar que el actual boom exportador oculte las fisuras que, de no ser atendidas, pueden comprometer el crecimiento futuro.
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Para atraer inversión, se debe equilibrar competitividad, flexibilidad laboral y una estrategia exportadora acorde a las capacidades reales.
EL TIPO DE CAMBIO DE HOY ES DE: