Reemplazar pisos de tierra por pisos de concreto se ha convertido en una de las inversiones más rentables para las familias de bajos ingresos. Más allá de los beneficiarios, cada piso instalado libera recursos, eleva la productividad y genera encadenamientos económicos que impulsan desarrollo.
Por qué importa. La sustitución de pisos de tierra impacta en la salud, dignidad y bolsillo de miles de hogares. Los beneficios son directos: menos enfermedades, más asistencia escolar y mayor capacidad de trabajo para los adultos en comunidades vulnerables.
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Estudios demuestran que un piso de cemento reduce en un 81 % los casos de anemia y un 49 % la diarrea infantil. Además, disminuye significativamente las infecciones parasitarias.
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El ahorro sanitario se estima en hasta 20 % del ingreso familiar. Estos recursos se reorientan hacia educación, emprendimiento o mejoras de vivienda. Da origen de este modo a un círculo virtuoso de progreso.
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Abelardo Pinto, ministro de Desarrollo Social, asegura que se necesitan soluciones estructurales. “Un piso de cemento abre la puerta a condiciones sanitarias, educativas y productivas superiores”.
Datos clave. Con 45 000 pisos construidos en 2025, el gobierno plantea una meta de 250 000 para el final del actual mandato. Según el funcionario, esto es equivalente a transformar un millón de vidas. “Debemos combinar infraestructura con atención social e integral”, agrega.
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En países como México y Paraguay, la inversión en pisos saludables mostró impactos macroeconómicos: menores tasas de absentismo laboral y un incremento de hasta 12 % en el ingreso familiar disponible.
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Estudios del Banco Mundial indican que por cada dólar invertido en pisos de concreto se genera USD 1.5 en beneficios por ahorro en salud y aumento en capital humano.
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Erin Krasik, directora regional de Asistencia Exterior de EE. UU., resalta que “los datos hablan por sí mismos”: hasta un 78 % menos infecciones parasitarias significa más días de trabajo y productividad en comunidades rurales.
Qué destacar. La articulación público-privada y la inclusión financiera son claves para sostener el modelo. La participación de fundaciones, municipios y empresas ha permitido escalar la cobertura, reducir costos y aumentar el alcance en áreas marginadas.
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María José Paiz, gerente general de Fundación BI resalta que “todo inicia por un piso digno”. Su programa “Hogares Saludables” busca que los beneficiarios participen activamente en el proceso y fortalezcan su autonomía financiera.
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Agrega que al mejorar condiciones básicas, las familias liberan ingresos para microcréditos y proyectos productivos. Esto dinamiza economías locales a través del empleo de albañiles y la compra de insumos de construcción.
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Sin embargo, persisten desafíos logísticos: llegar a áreas rurales aisladas, asegurar continuidad presupuestaria y mantener estándares de calidad en la ejecución.
Lo que sigue. El futuro de estas políticas se mide en expansión y sostenibilidad. El reto no es menor: mantener la velocidad de construcción y garantizar que cada piso sea un verdadero cimiento para el desarrollo económico.
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El gobierno plantea construir 100 000 pisos por año a partir de 2026 y declarar al menos 20 municipios libres de pisos de tierra hacia 2027. No obstante, la continuidad de los programas gubernamentales podría interrumpirse por cambios políticos.
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Organismos internacionales respaldan la estrategia. Con todo, advierten que debe complementarse con acceso a agua potable y programas de nutrición para maximizar resultados.
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La visión compartida es que cada piso nuevo no solo transforma una casa: establece la base literal y simbólica de un desarrollo económico más inclusivo y sostenible.
Reemplazar pisos de tierra por pisos de concreto se ha convertido en una de las inversiones más rentables para las familias de bajos ingresos. Más allá de los beneficiarios, cada piso instalado libera recursos, eleva la productividad y genera encadenamientos económicos que impulsan desarrollo.
Por qué importa. La sustitución de pisos de tierra impacta en la salud, dignidad y bolsillo de miles de hogares. Los beneficios son directos: menos enfermedades, más asistencia escolar y mayor capacidad de trabajo para los adultos en comunidades vulnerables.
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Estudios demuestran que un piso de cemento reduce en un 81 % los casos de anemia y un 49 % la diarrea infantil. Además, disminuye significativamente las infecciones parasitarias.
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El ahorro sanitario se estima en hasta 20 % del ingreso familiar. Estos recursos se reorientan hacia educación, emprendimiento o mejoras de vivienda. Da origen de este modo a un círculo virtuoso de progreso.
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Abelardo Pinto, ministro de Desarrollo Social, asegura que se necesitan soluciones estructurales. “Un piso de cemento abre la puerta a condiciones sanitarias, educativas y productivas superiores”.
Datos clave. Con 45 000 pisos construidos en 2025, el gobierno plantea una meta de 250 000 para el final del actual mandato. Según el funcionario, esto es equivalente a transformar un millón de vidas. “Debemos combinar infraestructura con atención social e integral”, agrega.
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En países como México y Paraguay, la inversión en pisos saludables mostró impactos macroeconómicos: menores tasas de absentismo laboral y un incremento de hasta 12 % en el ingreso familiar disponible.
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Estudios del Banco Mundial indican que por cada dólar invertido en pisos de concreto se genera USD 1.5 en beneficios por ahorro en salud y aumento en capital humano.
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Erin Krasik, directora regional de Asistencia Exterior de EE. UU., resalta que “los datos hablan por sí mismos”: hasta un 78 % menos infecciones parasitarias significa más días de trabajo y productividad en comunidades rurales.
Qué destacar. La articulación público-privada y la inclusión financiera son claves para sostener el modelo. La participación de fundaciones, municipios y empresas ha permitido escalar la cobertura, reducir costos y aumentar el alcance en áreas marginadas.
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María José Paiz, gerente general de Fundación BI resalta que “todo inicia por un piso digno”. Su programa “Hogares Saludables” busca que los beneficiarios participen activamente en el proceso y fortalezcan su autonomía financiera.
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Agrega que al mejorar condiciones básicas, las familias liberan ingresos para microcréditos y proyectos productivos. Esto dinamiza economías locales a través del empleo de albañiles y la compra de insumos de construcción.
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Sin embargo, persisten desafíos logísticos: llegar a áreas rurales aisladas, asegurar continuidad presupuestaria y mantener estándares de calidad en la ejecución.
Lo que sigue. El futuro de estas políticas se mide en expansión y sostenibilidad. El reto no es menor: mantener la velocidad de construcción y garantizar que cada piso sea un verdadero cimiento para el desarrollo económico.
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El gobierno plantea construir 100 000 pisos por año a partir de 2026 y declarar al menos 20 municipios libres de pisos de tierra hacia 2027. No obstante, la continuidad de los programas gubernamentales podría interrumpirse por cambios políticos.
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Organismos internacionales respaldan la estrategia. Con todo, advierten que debe complementarse con acceso a agua potable y programas de nutrición para maximizar resultados.
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La visión compartida es que cada piso nuevo no solo transforma una casa: establece la base literal y simbólica de un desarrollo económico más inclusivo y sostenible.