Las remesas siguen batiendo récords en Guatemala. Durante el primer trimestre del año recibió USD 9908M. Esto representa el 53.4 % del total regional. Uno de los factores es que más jóvenes optan por migrar, debilitando la base productiva del país.
Por qué importa. A primera vista, las divisas parecerían un salvavidas económico. Sin embargo, también reflejan la pérdida de capital humano joven que no participa activamente en el mercado laboral local. Esta desconexión alimenta una dependencia estructural hacia ingresos externos.
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David Casasola, investigador del CIEN, advierte que “los jóvenes más capacitados son quienes emigran”. Esto deja a Guatemala con menos capacidad de innovar y crecer.
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El fenómeno —conocido como fuga de cerebros— resta competitividad a los países emisores y fortalece a economías con entornos más atractivos para el talento.
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Las remesas sostienen el consumo inmediato, pero no son una base duradera. Dependen de políticas migratorias ajenas y de un vínculo emocional que se diluye con el tiempo.
Entre líneas. Detrás de este incremento hay una transformación silenciosa aunque profunda del tejido productivo. La migración funciona como un atajo individual al bienestar. No obstante, causa distorsiones económicas a largo plazo.
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“El auge del consumo no es sostenible”, afirma Casasola, quien ve con preocupación como el aumento de remesas posterga reformas urgentes.
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El ingreso masivo de dólares presiona a la baja el tipo de cambio, encareciendo las exportaciones y afectando al sector productivo nacional.
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Guatemala enfrenta un caso de “mal holandés”, fenómeno económico en el que un sector exitoso —en este caso las remesas— debilita al resto.
Punto de fricción. Sectores como la construcción y el transporte luchan por llenar vacantes locales. En ambos casos los empleos existen, pero no hay quien los tome. Ambos pierden dinamismo, mientras los jóvenes optan por irse.
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Luis Castellanos, presidente de la Cámara de la Construcción, estima que podrían generarse 20 000 empleos si se agilizaran permisos en el sector.
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Por su parte, la industria del transporte sufre una escasez crítica: faltan al menos 12 000 pilotos y muchas flotas están estacionadas por falta de personal.
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“Tengo 10 camiones parqueados sin pilotos”, relata un operador logístico, frustrado por no poder responder a la demanda por falta de recurso humano.
Ahora qué. La situación actual exige una revisión del modelo económico que fortalezca la economía de mercado. Apostar por remesas como fuente de desarrollo es insostenible, especialmente cuando la base migrante empieza a envejecer.
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Casasola asegura que podríamos terminar como Japón, pero sin habernos enriquecido antes. Con ello se refiere al envejecimiento de la población sin desarrollo previo.
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A su vez, la informalidad ya no es suficiente como válvula de escape. “Ahora migrar se ha convertido en la nueva alternativa para sobrevivir”, concluye.
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La oportunidad de corregir el rumbo aún existe, pero el tiempo es limitado. Para evitar la fuga de talento se debe facilitar la inversión privada y la creación de empleo mediante condiciones propicias.
Las remesas siguen batiendo récords en Guatemala. Durante el primer trimestre del año recibió USD 9908M. Esto representa el 53.4 % del total regional. Uno de los factores es que más jóvenes optan por migrar, debilitando la base productiva del país.
Por qué importa. A primera vista, las divisas parecerían un salvavidas económico. Sin embargo, también reflejan la pérdida de capital humano joven que no participa activamente en el mercado laboral local. Esta desconexión alimenta una dependencia estructural hacia ingresos externos.
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David Casasola, investigador del CIEN, advierte que “los jóvenes más capacitados son quienes emigran”. Esto deja a Guatemala con menos capacidad de innovar y crecer.
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El fenómeno —conocido como fuga de cerebros— resta competitividad a los países emisores y fortalece a economías con entornos más atractivos para el talento.
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Las remesas sostienen el consumo inmediato, pero no son una base duradera. Dependen de políticas migratorias ajenas y de un vínculo emocional que se diluye con el tiempo.
Entre líneas. Detrás de este incremento hay una transformación silenciosa aunque profunda del tejido productivo. La migración funciona como un atajo individual al bienestar. No obstante, causa distorsiones económicas a largo plazo.
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“El auge del consumo no es sostenible”, afirma Casasola, quien ve con preocupación como el aumento de remesas posterga reformas urgentes.
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El ingreso masivo de dólares presiona a la baja el tipo de cambio, encareciendo las exportaciones y afectando al sector productivo nacional.
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Guatemala enfrenta un caso de “mal holandés”, fenómeno económico en el que un sector exitoso —en este caso las remesas— debilita al resto.
Punto de fricción. Sectores como la construcción y el transporte luchan por llenar vacantes locales. En ambos casos los empleos existen, pero no hay quien los tome. Ambos pierden dinamismo, mientras los jóvenes optan por irse.
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Luis Castellanos, presidente de la Cámara de la Construcción, estima que podrían generarse 20 000 empleos si se agilizaran permisos en el sector.
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Por su parte, la industria del transporte sufre una escasez crítica: faltan al menos 12 000 pilotos y muchas flotas están estacionadas por falta de personal.
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“Tengo 10 camiones parqueados sin pilotos”, relata un operador logístico, frustrado por no poder responder a la demanda por falta de recurso humano.
Ahora qué. La situación actual exige una revisión del modelo económico que fortalezca la economía de mercado. Apostar por remesas como fuente de desarrollo es insostenible, especialmente cuando la base migrante empieza a envejecer.
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Casasola asegura que podríamos terminar como Japón, pero sin habernos enriquecido antes. Con ello se refiere al envejecimiento de la población sin desarrollo previo.
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A su vez, la informalidad ya no es suficiente como válvula de escape. “Ahora migrar se ha convertido en la nueva alternativa para sobrevivir”, concluye.
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La oportunidad de corregir el rumbo aún existe, pero el tiempo es limitado. Para evitar la fuga de talento se debe facilitar la inversión privada y la creación de empleo mediante condiciones propicias.