Costa Rica ha escalado hasta ser el principal receptor de IED de Centroamérica, gracias a una estrategia clara, fortaleza institucional y compromiso con la productividad. Estos elementos han impulsado empleo, innovación y exportaciones. Guatemala podría observar con interés este modelo consolidado y analizar cómo replicarlo.
Por qué importa. Costa Rica demuestra que la IED no es solo capital, sino motor estructural del desarrollo empresarial. Ha fortalecido su oferta competitiva desde lo institucional y ha generado ventajas duraderas.
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Una estrategia estatal articulada, con incentivos y zonas francas, impulsa la llegada de inversiones de alto nivel.
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Eficiencia logística (puertos, aeropuertos, carreteras) incrementa la competitividad internacional.
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“Costa Rica ha mantenido una visión de Estado con instituciones fuertes y liderazgo político para facilitar trámites”, explica Juan Carlos Zapata, CEO de FUNDESA.
En el radar. La creación de una marca país estable ha sido clave para sostener el liderazgo en atracción de capital. A diferencia de otros países con narrativas interrumpidas por vaivenes políticos, Costa Rica apostó por continuidad, consistencia y visión empresarial.
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Rodolfo Mendoza, director de Diestra, lo resume en tres claves: “intencionalidad, constancia e institucionalidad. Costa Rica construyó una marca país sólida sin importar quién gobierne”.
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Esa coherencia permitió desarrollar zonas francas robustas y sectores de alto valor, posicionando Costa Rica como un destino confiable para tecnología, manufactura y servicios.
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El país no solo promueve inversión; la convierte en política de Estado. Esa estabilidad narrativa es difícil de construir. Y aun más valiosa de sostener.
Entre líneas. El éxito se ha vinculado al rápido crecimiento de la manufactura de dispositivos médicos. Aunque impulsa exportaciones, también provoca dependencia de un solo sector y mercado. Esa concentración, sumada a nuevos aranceles de EE. UU., obliga a revisar la sostenibilidad del modelo.
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En 2023, el sector aportó casi el 50 % de las exportaciones, según la Coalición Costarricense de Iniciativas de Desarrollo (CINDE), con empresas como Abbott, Boston Scientific y Medtronic instaladas en zonas francas.
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El pasado año, la Oficina del Representante Comercial de EE. UU. subió aranceles a productos médicos de Costa Rica, presionando a un sector que crecía con condiciones preferenciales.
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“Han sabido atraer inversión especializada, pero hay que abrir nuevos mercados y sectores”, advierte Zapata.
El otro lado. El cierre de Intel no pasó desapercibido. Aunque mantiene operaciones de ingeniería y servicios corporativos, la salida parcial de este emblema industrial lanza señales que el entorno empresarial no puede ignorar.
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Intel fue la primera gran multinacional tecnológica en apostar por Costa Rica en 1997. Su presencia ayudó a posicionarlo como hub confiable para inversión de alta complejidad.
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Hace un lustro, la empresa reabrió operaciones de prueba y ensamblaje. Ahora las trasladará a Vietnam y Malasia para ganar eficiencia frente a presiones logísticas y geopolíticas.
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“Costa Rica ya tiene su nombre ganado, pero pierde a un embajador estratégico”, reflexiona Mendoza. El reto será contener lecturas erróneas del retiro y redoblar esfuerzos en innovación e IA.
Ecos regionales. Guatemala tiene ventaja si logra aprender y sincronizarse con los mecanismos costarricenses, alineando su perfil exportador.
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Sectores como alimentos y bebidas, BPO y manufactura liviana ofrecen canales naturales de aproximación.
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“Hay que construir una conciencia nacional sobre la necesidad de atraer inversión para incrementar exportaciones”, señala Mendoza.
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Zapata insiste en que solo con infraestructura moderna, instancias confiables y visión clara se puede activar un ciclo virtuoso similar.
Lo que sigue. El modelo costarricense no es imitable automáticamente, pero sí ofrece lecciones para aprender. Guatemala tiene ahora la oportunidad de fortalecer lo estructural y apuntar a resultados concretos.
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Reformar la ley de inversiones, consolidar una marca país y aumentar inversión en capital humano y logística son urgentes.
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“Toda inversión extranjera genera salario y exigencia de productividad”, enfatiza Mendoza.
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El momento es propicio. El nearshoring rompe esquemas globales, y la región tiene ventana para responder con audacia y coherencia.
Costa Rica ha escalado hasta ser el principal receptor de IED de Centroamérica, gracias a una estrategia clara, fortaleza institucional y compromiso con la productividad. Estos elementos han impulsado empleo, innovación y exportaciones. Guatemala podría observar con interés este modelo consolidado y analizar cómo replicarlo.
Por qué importa. Costa Rica demuestra que la IED no es solo capital, sino motor estructural del desarrollo empresarial. Ha fortalecido su oferta competitiva desde lo institucional y ha generado ventajas duraderas.
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Una estrategia estatal articulada, con incentivos y zonas francas, impulsa la llegada de inversiones de alto nivel.
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Eficiencia logística (puertos, aeropuertos, carreteras) incrementa la competitividad internacional.
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“Costa Rica ha mantenido una visión de Estado con instituciones fuertes y liderazgo político para facilitar trámites”, explica Juan Carlos Zapata, CEO de FUNDESA.
En el radar. La creación de una marca país estable ha sido clave para sostener el liderazgo en atracción de capital. A diferencia de otros países con narrativas interrumpidas por vaivenes políticos, Costa Rica apostó por continuidad, consistencia y visión empresarial.
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Rodolfo Mendoza, director de Diestra, lo resume en tres claves: “intencionalidad, constancia e institucionalidad. Costa Rica construyó una marca país sólida sin importar quién gobierne”.
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Esa coherencia permitió desarrollar zonas francas robustas y sectores de alto valor, posicionando Costa Rica como un destino confiable para tecnología, manufactura y servicios.
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El país no solo promueve inversión; la convierte en política de Estado. Esa estabilidad narrativa es difícil de construir. Y aun más valiosa de sostener.
Entre líneas. El éxito se ha vinculado al rápido crecimiento de la manufactura de dispositivos médicos. Aunque impulsa exportaciones, también provoca dependencia de un solo sector y mercado. Esa concentración, sumada a nuevos aranceles de EE. UU., obliga a revisar la sostenibilidad del modelo.
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En 2023, el sector aportó casi el 50 % de las exportaciones, según la Coalición Costarricense de Iniciativas de Desarrollo (CINDE), con empresas como Abbott, Boston Scientific y Medtronic instaladas en zonas francas.
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El pasado año, la Oficina del Representante Comercial de EE. UU. subió aranceles a productos médicos de Costa Rica, presionando a un sector que crecía con condiciones preferenciales.
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“Han sabido atraer inversión especializada, pero hay que abrir nuevos mercados y sectores”, advierte Zapata.
El otro lado. El cierre de Intel no pasó desapercibido. Aunque mantiene operaciones de ingeniería y servicios corporativos, la salida parcial de este emblema industrial lanza señales que el entorno empresarial no puede ignorar.
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Intel fue la primera gran multinacional tecnológica en apostar por Costa Rica en 1997. Su presencia ayudó a posicionarlo como hub confiable para inversión de alta complejidad.
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Hace un lustro, la empresa reabrió operaciones de prueba y ensamblaje. Ahora las trasladará a Vietnam y Malasia para ganar eficiencia frente a presiones logísticas y geopolíticas.
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“Costa Rica ya tiene su nombre ganado, pero pierde a un embajador estratégico”, reflexiona Mendoza. El reto será contener lecturas erróneas del retiro y redoblar esfuerzos en innovación e IA.
Ecos regionales. Guatemala tiene ventaja si logra aprender y sincronizarse con los mecanismos costarricenses, alineando su perfil exportador.
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Sectores como alimentos y bebidas, BPO y manufactura liviana ofrecen canales naturales de aproximación.
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“Hay que construir una conciencia nacional sobre la necesidad de atraer inversión para incrementar exportaciones”, señala Mendoza.
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Zapata insiste en que solo con infraestructura moderna, instancias confiables y visión clara se puede activar un ciclo virtuoso similar.
Lo que sigue. El modelo costarricense no es imitable automáticamente, pero sí ofrece lecciones para aprender. Guatemala tiene ahora la oportunidad de fortalecer lo estructural y apuntar a resultados concretos.
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Reformar la ley de inversiones, consolidar una marca país y aumentar inversión en capital humano y logística son urgentes.
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“Toda inversión extranjera genera salario y exigencia de productividad”, enfatiza Mendoza.
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El momento es propicio. El nearshoring rompe esquemas globales, y la región tiene ventana para responder con audacia y coherencia.