Regresar a Miguel Ángel Asturias (I)
El caso de Asturias es más relevante aún por lo que significa para las letras nacionales, en términos de su legado creativo.
El anuncio dado por el Ministerio de Cultura y Deportes de conmemorar los 50 años de la muerte de Miguel Asturias, dedicando el año 2024 a revalorizar su legado literario es una buena noticia y, sobre todo, una buena apuesta para el país, tan necesitado de agenda cultural. En términos generales, para ampliar el mundo interior y adquirir nuevas ideas o discutir interiormente los conceptos propios y ponerlos a prueba, qué aventura mejor que regresar a la literatura y a los grandes autores.
El caso de Asturias es más relevante aún por lo que significa para las letras nacionales, en términos de su legado creativo. Hermosos libros de poemas y novelas, riquísimas en personajes y en voces narrativas que constituyen monumentos literarios en los que vale la pena sumergirse para comprender nuestra propia cultura guatemalteca. En mi caso, de Asturias me atraen poderosamente sus dos novelas de dictadores, por supuesto «El Señor Presidente» y la menos conocida y poco valorizada, «Viernes de Dolores».
De la primera novela mencionada, todos los guatemaltecos hemos oído al menos un comentario. Su crítica a la sociedad guatemalteca de principios del siglo XX, dentro de la que el nació y creció hasta su salida para Londres en 1922, constituye un acto valeroso, pues desnuda cómo todos se beneficiaron de las prebendas y favores que caían de la mesa de ese todopoderoso Señor Presidente, dueño de vidas y destinos. Recientemente, la Asociación de Academias de la Lengua editó un volumen conmemorativo de esa novela, con valiosos ensayos de estudiosos de la talla de Lucrecia Méndez de Penedo, experta en Asturias, que nos ayuda a comprender de mejor manera esta novela de la que muchos huyen por supuestamente complicada, pero que, llevado de la mano por estos sesudos estudiosos, allanan el camino para disfrutar cada una de sus páginas. También está disponible la edición que en su momento sacó la colección Archivos, del Fondo de Cultura Económica y el Gobierno de Guatemala, coordinada por Amos Segala, que se caracteriza por un formidable aparato crítico y notas explicativas que permiten que el lector se sumerja de forma profunda en la novela, acercándose a la época, a los personajes reales que transitan por sus páginas y por los paisajes por los que discurre. Es una edición realmente monumental.
Hermosos libros de poemas y novelas, riquísimas en personajes y en voces narrativas que constituyen monumentos literarios en los que vale la pena sumergirse para comprender nuestra propia cultura guatemalteca.
Gracias a un corto prólogo a la novela «Las lanzas coloradas», que Asturias escribió para su amigo, el venezolano Arturo Uslar Pietri, en 1971, a muy pocos años de su muerte, sabemos que la idea central de «El Señor Presidente» nació alrededor de una mesa del café Falstaff en el barrio parisino de Montmartre, cerca del Barrio Latino, en donde una peña de latinoamericanos se reunía por las noches para tomar algo y conversar. El grupo estaba integrado, principalmente, por el mencionado Uslar Pietri, Miguel Ángel Asturias y por Alejo Carpentier, el genial cubano que nos legó «El Reino de este mundo» y «El siglo de las luces», entre otras novelas. Según los recuerdos de Asturias, el grupo de amigos se había impuesto un reto: inventar una historia que tuviera por escenario su país de origen, al que cada noche le irían agregando nuevos detalles, alimentando la historia hasta el infinito. Así nació «El Señor Presidente», a raíz de un cuento titulado «Los mendigos del portal», que es, precisamente, la escena inicial de la novela. La historia fue adquiriendo tantos elementos y volviéndose cada vez más intrincada y genial que sus amigos le insistieron en que tenía que ponerla por escrito. Ese fue el origen del primer manuscrito que por alrededor de 17 años acompañó a Asturias hasta que se decidió a publicarlo. El resto, es historia.
De «Viernes de Dolores» se sabe mucho menos; se lee y conoce mucho menos. Hay disponibles dos buenas ediciones: una, de la editorial Piedra Santa, de la hermosa colección dedicada a Asturias en tomos de tonos sepia y portadas del genial fotógrafo Luis González Palma y recientemente una interesante edición de la colección Asturias de la editorial F&G Editores, que nos tiene acostumbrados a sus volúmenes de altísima calidad. La novela, que discurre durante el afianzamiento de la dictadura del general José María Orellana (1921-1926), se pasea por los recuerdos juveniles de Asturias, de cuando fue estudiante de Medicina y luego de Derecho, antes de tener que salir al exilio por burlarse del dictador durante uno de los desfiles bufos de la centenaria Huelga de Dolores. De momento, no existe edición crítica de esta novela, al menos de la que tenga noticia al día de hoy.
Literariamente, a «Viernes de Dolores» le hace juego otra novela hermosa y olvidada, «Los cien años del insecto», del médico José Barnoya, en la que realiza un tierno homenaje a su padre, apodado «la chinche Barnoya», amigo de correrías de Asturias y tantos otros personajes de la Generación de 1920 durante el gobierno de Orellana. También la complementa de forma útil y amena, para conocer el contexto de los años 20 en Guatemala, la novela policíaca de Francisco Pérez de Antón, «Callejón de dolores», que arranca con la caída de un aeroplano sobre las calles de la ciudad de Guatemala, en el que fatídicamente moriría uno de los entrañables amigos de Asturias, «Chocochiche» Balcárcel. En dicho accidente falleció también el piloto de la aeronave, Jacinto Rodríguez Díaz. La novela, que arranca con este trágico accidente, es un poderoso retrato de una época desconocida para la mayoría de los guatemaltecos.
Regresar a Miguel Ángel Asturias (I)
El caso de Asturias es más relevante aún por lo que significa para las letras nacionales, en términos de su legado creativo.
El anuncio dado por el Ministerio de Cultura y Deportes de conmemorar los 50 años de la muerte de Miguel Asturias, dedicando el año 2024 a revalorizar su legado literario es una buena noticia y, sobre todo, una buena apuesta para el país, tan necesitado de agenda cultural. En términos generales, para ampliar el mundo interior y adquirir nuevas ideas o discutir interiormente los conceptos propios y ponerlos a prueba, qué aventura mejor que regresar a la literatura y a los grandes autores.
El caso de Asturias es más relevante aún por lo que significa para las letras nacionales, en términos de su legado creativo. Hermosos libros de poemas y novelas, riquísimas en personajes y en voces narrativas que constituyen monumentos literarios en los que vale la pena sumergirse para comprender nuestra propia cultura guatemalteca. En mi caso, de Asturias me atraen poderosamente sus dos novelas de dictadores, por supuesto «El Señor Presidente» y la menos conocida y poco valorizada, «Viernes de Dolores».
De la primera novela mencionada, todos los guatemaltecos hemos oído al menos un comentario. Su crítica a la sociedad guatemalteca de principios del siglo XX, dentro de la que el nació y creció hasta su salida para Londres en 1922, constituye un acto valeroso, pues desnuda cómo todos se beneficiaron de las prebendas y favores que caían de la mesa de ese todopoderoso Señor Presidente, dueño de vidas y destinos. Recientemente, la Asociación de Academias de la Lengua editó un volumen conmemorativo de esa novela, con valiosos ensayos de estudiosos de la talla de Lucrecia Méndez de Penedo, experta en Asturias, que nos ayuda a comprender de mejor manera esta novela de la que muchos huyen por supuestamente complicada, pero que, llevado de la mano por estos sesudos estudiosos, allanan el camino para disfrutar cada una de sus páginas. También está disponible la edición que en su momento sacó la colección Archivos, del Fondo de Cultura Económica y el Gobierno de Guatemala, coordinada por Amos Segala, que se caracteriza por un formidable aparato crítico y notas explicativas que permiten que el lector se sumerja de forma profunda en la novela, acercándose a la época, a los personajes reales que transitan por sus páginas y por los paisajes por los que discurre. Es una edición realmente monumental.
Hermosos libros de poemas y novelas, riquísimas en personajes y en voces narrativas que constituyen monumentos literarios en los que vale la pena sumergirse para comprender nuestra propia cultura guatemalteca.
Gracias a un corto prólogo a la novela «Las lanzas coloradas», que Asturias escribió para su amigo, el venezolano Arturo Uslar Pietri, en 1971, a muy pocos años de su muerte, sabemos que la idea central de «El Señor Presidente» nació alrededor de una mesa del café Falstaff en el barrio parisino de Montmartre, cerca del Barrio Latino, en donde una peña de latinoamericanos se reunía por las noches para tomar algo y conversar. El grupo estaba integrado, principalmente, por el mencionado Uslar Pietri, Miguel Ángel Asturias y por Alejo Carpentier, el genial cubano que nos legó «El Reino de este mundo» y «El siglo de las luces», entre otras novelas. Según los recuerdos de Asturias, el grupo de amigos se había impuesto un reto: inventar una historia que tuviera por escenario su país de origen, al que cada noche le irían agregando nuevos detalles, alimentando la historia hasta el infinito. Así nació «El Señor Presidente», a raíz de un cuento titulado «Los mendigos del portal», que es, precisamente, la escena inicial de la novela. La historia fue adquiriendo tantos elementos y volviéndose cada vez más intrincada y genial que sus amigos le insistieron en que tenía que ponerla por escrito. Ese fue el origen del primer manuscrito que por alrededor de 17 años acompañó a Asturias hasta que se decidió a publicarlo. El resto, es historia.
De «Viernes de Dolores» se sabe mucho menos; se lee y conoce mucho menos. Hay disponibles dos buenas ediciones: una, de la editorial Piedra Santa, de la hermosa colección dedicada a Asturias en tomos de tonos sepia y portadas del genial fotógrafo Luis González Palma y recientemente una interesante edición de la colección Asturias de la editorial F&G Editores, que nos tiene acostumbrados a sus volúmenes de altísima calidad. La novela, que discurre durante el afianzamiento de la dictadura del general José María Orellana (1921-1926), se pasea por los recuerdos juveniles de Asturias, de cuando fue estudiante de Medicina y luego de Derecho, antes de tener que salir al exilio por burlarse del dictador durante uno de los desfiles bufos de la centenaria Huelga de Dolores. De momento, no existe edición crítica de esta novela, al menos de la que tenga noticia al día de hoy.
Literariamente, a «Viernes de Dolores» le hace juego otra novela hermosa y olvidada, «Los cien años del insecto», del médico José Barnoya, en la que realiza un tierno homenaje a su padre, apodado «la chinche Barnoya», amigo de correrías de Asturias y tantos otros personajes de la Generación de 1920 durante el gobierno de Orellana. También la complementa de forma útil y amena, para conocer el contexto de los años 20 en Guatemala, la novela policíaca de Francisco Pérez de Antón, «Callejón de dolores», que arranca con la caída de un aeroplano sobre las calles de la ciudad de Guatemala, en el que fatídicamente moriría uno de los entrañables amigos de Asturias, «Chocochiche» Balcárcel. En dicho accidente falleció también el piloto de la aeronave, Jacinto Rodríguez Díaz. La novela, que arranca con este trágico accidente, es un poderoso retrato de una época desconocida para la mayoría de los guatemaltecos.