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Presidente o presidenta

El argumento de que «presidenta» no es una palabra correcta se basa en una interpretación rígida de la lengua, ignorando que los idiomas son organismos vivos que cambian con el tiempo.

Foto por Yuri Cortez / AFP
Camilo Bello Wilches |
09 de octubre, 2024

El reciente nombramiento de Claudia Sheinbaum como presidenta de México ha generado un interesante debate sobre el uso de los términos «presidente» y «presidenta». Este debate no es nuevo, pero ha ganado relevancia con la creciente presencia de mujeres en altos cargos de liderazgo en el mundo hispanohablante. Uno de los puntos clave de discusión es si el término «presidenta» es adecuado o si su uso responde a una imposición ideológica. Para entender este asunto de manera académica y desapasionada, es fundamental analizar la etimología, la evolución del lenguaje y el rol que juega la Real Academia Española (RAE) en la aceptación de términos.

Primero, examinemos el origen etimológico de la palabra «presidente». Este término proviene del latín praesidens, que significa «el que se sienta al frente» o «el que dirige». La forma original no lleva una connotación de género, sino que se refiere a la acción de presidir, una función que puede ser desempeñada por cualquier persona, independientemente de su sexo. Durante siglos, el uso de «presidente» fue suficiente para referirse a cualquiera que ocupara dicho cargo, ya que en la mayoría de los contextos el liderazgo era casi exclusivamente masculino.

Sin embargo, a medida que las mujeres comenzaron a ocupar posiciones de liderazgo, surgió la necesidad de adaptar el lenguaje para reflejar esta realidad. Así como ocurrió con términos como «juez» y «jueza», o «ministro» y «ministra», la palabra «presidenta» se fue incorporando al uso cotidiano. La RAE, cuya función es documentar y normar el uso de la lengua española, no crea las palabras por capricho, sino que observa cómo evoluciona el lenguaje en el día a día y refleja estos cambios en el Diccionario. Desde hace años, la RAE admite el uso de «presidenta» como correcto para referirse a una mujer que ocupa dicho cargo, sin que esto implique una postura ideológica, sino una evolución natural del idioma.

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Es importante señalar que en otros ámbitos profesionales ya es común y aceptado el uso del femenino. Se habla, por ejemplo, de «la jueza» sin mayor problema, aunque todavía hay casos en los que el cambio no ha sido tan fluido. Palabras como «soldado», por ejemplo, no tienen una forma femenina aceptada en la mayoría de los países hispanohablantes, y «pilota» sigue siendo un término marginal. Esto se debe a la frecuencia de uso y a las convenciones sociales que varían en cada región.

Como cualquier otro cambio en el lenguaje, el uso de «presidenta» continuará evolucionando conforme cambien las dinámicas sociales y es nuestra responsabilidad como hablantes elegir las palabras más adecuadas para cada situación.

El argumento de que «presidenta» no es una palabra correcta se basa en una interpretación rígida de la lengua, ignorando que los idiomas son organismos vivos que cambian con el tiempo. De hecho, todos los países de habla hispana contribuyen al desarrollo del idioma. No existe una única región que «hable mejor» español; cada una lo hace de acuerdo con su contexto y realidad sociolingüística. La propia RAE reconoce esta diversidad y por eso existe un Diccionario de Americanismos, que recoge palabras usadas en los países de América Latina que no necesariamente forman parte del español peninsular.

El uso de «presidenta» no debe verse como una simple cuestión de ideología, sino como parte de un proceso de adaptación del lenguaje para reflejar una realidad más inclusiva. El lenguaje no es estático y lo que antes era impensable, hoy se convierte en parte del discurso cotidiano. La evolución de las palabras no responde a caprichos, sino a la necesidad de las personas de expresar de manera precisa su realidad. Y como usuarios de la lengua, debemos entender el contexto en el que utilizamos las palabras. En ciertos ambientes, puede ser más apropiado usar términos más formales o cultos, mientras que, en otros contextos, como el coloquial, el lenguaje es más flexible.

En conclusión, el debate sobre el uso de «presidenta» refleja la capacidad del idioma español para adaptarse a los cambios sociales y culturales. La inclusión de términos femeninos en cargos de liderazgo no es una cuestión ideológica, sino una adaptación natural y necesaria para reflejar el creciente papel de las mujeres en la sociedad. Como cualquier otro cambio en el lenguaje, el uso de «presidenta» continuará evolucionando conforme cambien las dinámicas sociales y es nuestra responsabilidad como hablantes elegir las palabras más adecuadas para cada situación.

Presidente o presidenta

El argumento de que «presidenta» no es una palabra correcta se basa en una interpretación rígida de la lengua, ignorando que los idiomas son organismos vivos que cambian con el tiempo.

Camilo Bello WilchesCamilo Bello Wilches
Camilo Bello Wilches |
09 de octubre, 2024
Foto por Yuri Cortez / AFP Foto por Yuri Cortez / AFP
Foto por Yuri Cortez / AFP

El reciente nombramiento de Claudia Sheinbaum como presidenta de México ha generado un interesante debate sobre el uso de los términos «presidente» y «presidenta». Este debate no es nuevo, pero ha ganado relevancia con la creciente presencia de mujeres en altos cargos de liderazgo en el mundo hispanohablante. Uno de los puntos clave de discusión es si el término «presidenta» es adecuado o si su uso responde a una imposición ideológica. Para entender este asunto de manera académica y desapasionada, es fundamental analizar la etimología, la evolución del lenguaje y el rol que juega la Real Academia Española (RAE) en la aceptación de términos.

Primero, examinemos el origen etimológico de la palabra «presidente». Este término proviene del latín praesidens, que significa «el que se sienta al frente» o «el que dirige». La forma original no lleva una connotación de género, sino que se refiere a la acción de presidir, una función que puede ser desempeñada por cualquier persona, independientemente de su sexo. Durante siglos, el uso de «presidente» fue suficiente para referirse a cualquiera que ocupara dicho cargo, ya que en la mayoría de los contextos el liderazgo era casi exclusivamente masculino.

Sin embargo, a medida que las mujeres comenzaron a ocupar posiciones de liderazgo, surgió la necesidad de adaptar el lenguaje para reflejar esta realidad. Así como ocurrió con términos como «juez» y «jueza», o «ministro» y «ministra», la palabra «presidenta» se fue incorporando al uso cotidiano. La RAE, cuya función es documentar y normar el uso de la lengua española, no crea las palabras por capricho, sino que observa cómo evoluciona el lenguaje en el día a día y refleja estos cambios en el Diccionario. Desde hace años, la RAE admite el uso de «presidenta» como correcto para referirse a una mujer que ocupa dicho cargo, sin que esto implique una postura ideológica, sino una evolución natural del idioma.

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Es importante señalar que en otros ámbitos profesionales ya es común y aceptado el uso del femenino. Se habla, por ejemplo, de «la jueza» sin mayor problema, aunque todavía hay casos en los que el cambio no ha sido tan fluido. Palabras como «soldado», por ejemplo, no tienen una forma femenina aceptada en la mayoría de los países hispanohablantes, y «pilota» sigue siendo un término marginal. Esto se debe a la frecuencia de uso y a las convenciones sociales que varían en cada región.

Como cualquier otro cambio en el lenguaje, el uso de «presidenta» continuará evolucionando conforme cambien las dinámicas sociales y es nuestra responsabilidad como hablantes elegir las palabras más adecuadas para cada situación.

El argumento de que «presidenta» no es una palabra correcta se basa en una interpretación rígida de la lengua, ignorando que los idiomas son organismos vivos que cambian con el tiempo. De hecho, todos los países de habla hispana contribuyen al desarrollo del idioma. No existe una única región que «hable mejor» español; cada una lo hace de acuerdo con su contexto y realidad sociolingüística. La propia RAE reconoce esta diversidad y por eso existe un Diccionario de Americanismos, que recoge palabras usadas en los países de América Latina que no necesariamente forman parte del español peninsular.

El uso de «presidenta» no debe verse como una simple cuestión de ideología, sino como parte de un proceso de adaptación del lenguaje para reflejar una realidad más inclusiva. El lenguaje no es estático y lo que antes era impensable, hoy se convierte en parte del discurso cotidiano. La evolución de las palabras no responde a caprichos, sino a la necesidad de las personas de expresar de manera precisa su realidad. Y como usuarios de la lengua, debemos entender el contexto en el que utilizamos las palabras. En ciertos ambientes, puede ser más apropiado usar términos más formales o cultos, mientras que, en otros contextos, como el coloquial, el lenguaje es más flexible.

En conclusión, el debate sobre el uso de «presidenta» refleja la capacidad del idioma español para adaptarse a los cambios sociales y culturales. La inclusión de términos femeninos en cargos de liderazgo no es una cuestión ideológica, sino una adaptación natural y necesaria para reflejar el creciente papel de las mujeres en la sociedad. Como cualquier otro cambio en el lenguaje, el uso de «presidenta» continuará evolucionando conforme cambien las dinámicas sociales y es nuestra responsabilidad como hablantes elegir las palabras más adecuadas para cada situación.

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