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Los Derechos Humanos: Del dicho al hecho

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Dulce Aguilar |
18 de diciembre, 2024

El 10 de diciembre pasado se conmemoró el Día Internacional de los Derechos Humanos, una fecha que nos invita a reflexionar sobre los principios fundamentales. Sin embargo, en estos tiempos vemos cómo estos derechos, que deben ser universales e inquebrantables, han sido desvirtuados, perdiendo su verdadero propósito y alejándose de quienes más los necesitan.

Hubo un tiempo en que los derechos humanos representaban la esperanza de un mundo mejor, un ideal que unía a la humanidad bajo un propósito común (porque para eso fueron creados): proteger la dignidad de cada persona sin importar su condición, cultura o credo. Fueron concebidos como un escudo para los vulnerables, una promesa de justicia que devolvería la voz a quienes habían sido silenciados. Sin embargo, ese propósito parece haberse desvirtuado. Hoy, los derechos humanos se han convertido, en muchos casos, en un instrumento al servicio de agendas ideológicas que no siempre coloca a la persona en el centro.

En este panorama, vemos cómo principios fundamentales como el derecho a la vida (como lo explica el Artículo 3 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos), la libertad de conciencia y la protección de la niñez son minimizados o tergiversados ​​bajo el peso de intereses políticos y económicos.

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La pregunta inevitable surge: ¿quién defiende hoy a aquellos que no tienen voz? ¿Quién levanta la bandera por los niños abandonados y desprotegidas, o por los perseguidos por sus creencias, o simplemente por los enfermos?

La ironía es desgarradora. Son los mismos sistemas creados para defender al más débil, que parecen ahora olvidar a quienes más los necesitan. No olvidemos que en este año, durante la 54° Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos (OEA), en el Diálogo con la Sociedad Civil, muchas organizaciones exigían la despenalización del aborto. Sin embargo, este espacio no debería ser utilizado para imponer agendas que dividen y polarizan a nuestras naciones. La OEA fue concebida para atender asuntos de paz, justicia y solidaridad; para defender la soberanía, integridad territorial e independencia. Y así sucede con los otros organismos internacionales, organizaciones locales y asociaciones que participan como sociedad civil.

Es urgente que volvamos a enfocar los esfuerzos en las verdaderas necesidades de nuestra región y en la búsqueda de soluciones que promuevan el desarrollo integral y la dignidad humana.

La pregunta inevitable surge: ¿quién defiende hoy a aquellos que no tienen voz? ¿Quién levanta la bandera por los niños abandonados y desprotegidas, o por los perseguidos por sus creencias, o simplemente por los enfermos?

Y es por eso que: del dicho al hecho hay un gran trecho.

Los Derechos Humanos: Del dicho al hecho

Dulce Aguilar |
18 de diciembre, 2024
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El 10 de diciembre pasado se conmemoró el Día Internacional de los Derechos Humanos, una fecha que nos invita a reflexionar sobre los principios fundamentales. Sin embargo, en estos tiempos vemos cómo estos derechos, que deben ser universales e inquebrantables, han sido desvirtuados, perdiendo su verdadero propósito y alejándose de quienes más los necesitan.

Hubo un tiempo en que los derechos humanos representaban la esperanza de un mundo mejor, un ideal que unía a la humanidad bajo un propósito común (porque para eso fueron creados): proteger la dignidad de cada persona sin importar su condición, cultura o credo. Fueron concebidos como un escudo para los vulnerables, una promesa de justicia que devolvería la voz a quienes habían sido silenciados. Sin embargo, ese propósito parece haberse desvirtuado. Hoy, los derechos humanos se han convertido, en muchos casos, en un instrumento al servicio de agendas ideológicas que no siempre coloca a la persona en el centro.

En este panorama, vemos cómo principios fundamentales como el derecho a la vida (como lo explica el Artículo 3 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos), la libertad de conciencia y la protección de la niñez son minimizados o tergiversados ​​bajo el peso de intereses políticos y económicos.

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La ironía es desgarradora. Son los mismos sistemas creados para defender al más débil, que parecen ahora olvidar a quienes más los necesitan. No olvidemos que en este año, durante la 54° Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos (OEA), en el Diálogo con la Sociedad Civil, muchas organizaciones exigían la despenalización del aborto. Sin embargo, este espacio no debería ser utilizado para imponer agendas que dividen y polarizan a nuestras naciones. La OEA fue concebida para atender asuntos de paz, justicia y solidaridad; para defender la soberanía, integridad territorial e independencia. Y así sucede con los otros organismos internacionales, organizaciones locales y asociaciones que participan como sociedad civil.

Es urgente que volvamos a enfocar los esfuerzos en las verdaderas necesidades de nuestra región y en la búsqueda de soluciones que promuevan el desarrollo integral y la dignidad humana.

La pregunta inevitable surge: ¿quién defiende hoy a aquellos que no tienen voz? ¿Quién levanta la bandera por los niños abandonados y desprotegidas, o por los perseguidos por sus creencias, o simplemente por los enfermos?

Y es por eso que: del dicho al hecho hay un gran trecho.

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