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Lecciones de los vecinos centroamericanos

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Marimaite Rayo |
04 de diciembre, 2025

El fin de semana, el sistema político hondureño nos dejó un cierre de película. A pesar de que el recuento final mantuvo a toda la población al borde de sus sillas, debido a que únicamente los decimales separaban a un candidato de otro, la distancia con el oficialismo sí era marcada. En primer lugar, los resultados señalaron un reconocimiento por parte de la población del error cometido durante las últimas elecciones, una oposición al voto de rechazo que llevó a Xiomara Castro al poder.  

Ahora bien, en perspectiva comparada, este proceso confirmó la tendencia regional, ya que sí existe un claro giro del electorado hacia la derecha, lo cual se podría explicar por varias razones. El factor más determinante ha sido el retorno de Donald Trump a la Presidencia, ya que, como lo ha demostrado en sus declaraciones, las alianzas regionales y los beneficios estarán determinados, en gran parte, por la afinidad ideológica. Asimismo, este giro se le puede atribuir al fracaso que han sido las administraciones de izquierda en la región. Como lo reflejan los gobiernos de Chile, Colombia y, hasta ahora, Honduras, en vez consolidar una sociedad más pacífica y armónica, como proponían con sus agendas de gobierno, sus cuentas han estado marcadas por las fracturas sociales, los problemas económicos y el aumento de la inseguridad. Todos son problemas que afectan directamente a la población. 

Efecto derrame, asegurado 

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Los últimos procesos electorales de la región, particularmente el de Honduras, podrían interpretarse como un adelanto de las elecciones que se celebrarán en Guatemala en 2027. Esto se debe a las similitudes que comparten ambos contextos. De forma general, la afinidad ideológica y la inestabilidad institucional han sido elementos que han marcado el rumbo de ambas administraciones. 

No obstante, el elemento clave es el hecho de que ambos oficialismos, el hondureño y el guatemalteco, llegaron al poder como resultado del voto de rechazo hacia la política tradicional. Consecuentemente, los dos dirigentes consideraron que este “voto de confianza” les otorgaba todas las credenciales para actuar con un mayor margen de discrecionalidad, a fin de “hacer las cosas diferentes”. En Honduras el fracaso ha sido evidente, tanto en la captura institucional que esta agenda ha supuesto, como en el marcado rechazo que ha señalado la población en las urnas. El panorama guatemalteco no se aleja tanto de esta realidad, ya que la desaprobación hacia el oficialismo es cada vez más marcada, dado que esa promesa de cambios en el sistema se ha traducido en inactividad. En muchos sectores, este estancamiento institucional ha supuesto un profundo desmejoramiento de condiciones, como es el caso de la seguridad y la infraestructura, por mencionar algunos. 

Así pues, tomando en consideración los eventos vecinos, se podría afirmar que en 2027 Guatemala repetirá el patrón: una oposición al oficialismo y una apuesta por “la política tradicional”, pese a que en el pasado esta fue rechazada. En términos generales, esta dinámica se puede describir como un péndulo, dados los constantes vaivenes de propuestas políticas. No obstante, en este proceso el elemento que más ha sufrido ha sido la institucionalidad, ya que no ha sido posible consolidar una agenda, trazar una hoja de ruta y establecer objetivos alcanzables. 

Por lo tanto, el reto para las próximas elecciones será conseguir que ese péndulo se detenga, lo cual requiere, por lo menos, un mínimo consenso político sobre hacia dónde se debe llevar al país. De no conseguirse, este movimiento pendular únicamente abrirá el espacio para que el oportunismo tome precedencia sobre la estabilidad política e institucional.

Lecciones de los vecinos centroamericanos

Marimaite Rayo |
04 de diciembre, 2025
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El fin de semana, el sistema político hondureño nos dejó un cierre de película. A pesar de que el recuento final mantuvo a toda la población al borde de sus sillas, debido a que únicamente los decimales separaban a un candidato de otro, la distancia con el oficialismo sí era marcada. En primer lugar, los resultados señalaron un reconocimiento por parte de la población del error cometido durante las últimas elecciones, una oposición al voto de rechazo que llevó a Xiomara Castro al poder.  

Ahora bien, en perspectiva comparada, este proceso confirmó la tendencia regional, ya que sí existe un claro giro del electorado hacia la derecha, lo cual se podría explicar por varias razones. El factor más determinante ha sido el retorno de Donald Trump a la Presidencia, ya que, como lo ha demostrado en sus declaraciones, las alianzas regionales y los beneficios estarán determinados, en gran parte, por la afinidad ideológica. Asimismo, este giro se le puede atribuir al fracaso que han sido las administraciones de izquierda en la región. Como lo reflejan los gobiernos de Chile, Colombia y, hasta ahora, Honduras, en vez consolidar una sociedad más pacífica y armónica, como proponían con sus agendas de gobierno, sus cuentas han estado marcadas por las fracturas sociales, los problemas económicos y el aumento de la inseguridad. Todos son problemas que afectan directamente a la población. 

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Los últimos procesos electorales de la región, particularmente el de Honduras, podrían interpretarse como un adelanto de las elecciones que se celebrarán en Guatemala en 2027. Esto se debe a las similitudes que comparten ambos contextos. De forma general, la afinidad ideológica y la inestabilidad institucional han sido elementos que han marcado el rumbo de ambas administraciones. 

No obstante, el elemento clave es el hecho de que ambos oficialismos, el hondureño y el guatemalteco, llegaron al poder como resultado del voto de rechazo hacia la política tradicional. Consecuentemente, los dos dirigentes consideraron que este “voto de confianza” les otorgaba todas las credenciales para actuar con un mayor margen de discrecionalidad, a fin de “hacer las cosas diferentes”. En Honduras el fracaso ha sido evidente, tanto en la captura institucional que esta agenda ha supuesto, como en el marcado rechazo que ha señalado la población en las urnas. El panorama guatemalteco no se aleja tanto de esta realidad, ya que la desaprobación hacia el oficialismo es cada vez más marcada, dado que esa promesa de cambios en el sistema se ha traducido en inactividad. En muchos sectores, este estancamiento institucional ha supuesto un profundo desmejoramiento de condiciones, como es el caso de la seguridad y la infraestructura, por mencionar algunos. 

Así pues, tomando en consideración los eventos vecinos, se podría afirmar que en 2027 Guatemala repetirá el patrón: una oposición al oficialismo y una apuesta por “la política tradicional”, pese a que en el pasado esta fue rechazada. En términos generales, esta dinámica se puede describir como un péndulo, dados los constantes vaivenes de propuestas políticas. No obstante, en este proceso el elemento que más ha sufrido ha sido la institucionalidad, ya que no ha sido posible consolidar una agenda, trazar una hoja de ruta y establecer objetivos alcanzables. 

Por lo tanto, el reto para las próximas elecciones será conseguir que ese péndulo se detenga, lo cual requiere, por lo menos, un mínimo consenso político sobre hacia dónde se debe llevar al país. De no conseguirse, este movimiento pendular únicamente abrirá el espacio para que el oportunismo tome precedencia sobre la estabilidad política e institucional.

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