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La economía digital no espera: cómo los empresarios guatemaltecos compiten por el futuro

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Dr. Ramiro Bolaños |
15 de diciembre, 2025

El mundo ha entrado en una fase distinta de la economía global. Ya no se trata solo de producir más, sino de comprender mejor. En este nuevo entorno, las empresas que han logrado convertir datos en decisiones inteligentes han tomado ventaja frente a aquellas que han permanecido ancladas a modelos analógicos basados en el conocimiento y la experiencia de uno o varios jefes. El contraste se observa con claridad al comparar dos casos recientes. Palantir Technologies, empresa con sede en Colorado y especializada en modelos de inteligencia artificial aplicados a la resolución de problemas complejos, ha logrado quintuplicar su capitalización bursátil en cuatro años, alcanzando en 2025 un valor cercano a US$70 mil millones con apenas cuatro mil empleados. En cambio, Atos, uno de los mayores grupos europeos de servicios de TI, pasó de más de 130 mil empleados a cerca de 69 mil tras una profunda reestructuración asociada a su entrada tardía al mundo de la inteligencia artificial, proceso que incluso obligó a la intervención del Estado francés. La señal es clara: en la economía digital, el valor ya no se explica por el tamaño de la organización, sino por la inteligencia incorporada en sus decisiones.

Más que un estado alcanzado, Guatemala atraviesa un proceso de creciente digitalización. Con una población estimada de 18.6 millones de personas en 2025, alrededor de 11.3 millones han utilizado internet (60.8%) y el país registra 10.4 millones de cuentas activas en redes sociales. En paralelo, las estimaciones oficiales indican que cerca de dos tercios de la población adulta posee al menos una cuenta bancaria activa. Todo apunta a que más de nueve de cada diez guatemaltecos bancarizados ya participan del mundo digital. Esta convergencia revela una dinámica relevante: la economía digital comienza a superponerse a la economía financiera formal y abre un espacio de transformación que avanza más rápido que muchas de las estructuras tradicionales del país.

Esta lógica de creciente digitalización ya se ha trasladado a la actividad económica. El comercio electrónico en Guatemala ha crecido a tasas cercanas al 20% anual en los últimos años, impulsado por pagos digitales, plataformas de intermediación y nuevos hábitos de consumo. En paralelo, las exportaciones de servicios modernos —software, BPO, analítica y servicios digitales— han registrado crecimientos anuales de entre 8% y 10%, según datos de AGEXPORT. Este desempeño muestra que una parte creciente del aparato productivo guatemalteco ya compite y genera valor bajo las reglas de la economía digital, incluso en un entorno institucional que avanza a un ritmo más lento.

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Este desfase entre el dinamismo económico y la capacidad institucional del país no es abstracto ni nuevo. Ya ha tenido consecuencias concretas en sectores estratégicos, y el caso del sector eléctrico es ilustrativo. Entre 2010 y 2015, Guatemala logró consolidarse como exportador neto de electricidad en el mercado regional, con superávits anuales superiores a los 70 GWh. Sin embargo, la falta de decisiones oportunas en planificación, regulación e inversión fue erosionando esa ventaja. En años recientes, el país ha pasado de ser exportador neto a importar entre 200 y 300 GWh anuales, revirtiendo una posición que había tomado más de una década en construirse. El mensaje es claro: cuando la institucionalidad no acompaña el cambio tecnológico y productivo, incluso las ventajas ganadas terminan disipándose.

La economía digital no es un bloque homogéneo ni una moda que se adopta de una sola vez. Se organiza en capas sucesivas, cada una con un nivel distinto de sofisticación, impacto productivo y barreras de entrada. Primero surge la infraestructura digital, que habilita transacciones y conectividad; luego los servicios y la automatización, que permiten eficiencia y escala; más adelante, la inteligencia aplicada, donde los datos se transforman en decisiones; y finalmente, la innovación abierta, que reduce la incertidumbre al integrar talento, tecnología y aprendizaje continuo. Estas capas no compiten entre sí: se complementan. Entender esta secuencia es clave para identificar dónde se encuentra hoy cada economía y cada empresa dentro del proceso de transformación digital.

Sobre esta base se desarrolla una segunda capa: la de los servicios digitales y la automatización de procesos, donde Guatemala ha mostrado una madurez temprana y una clara vocación exportadora. En este nivel se ubican soluciones orientadas a digitalizar operaciones y automatizar tareas, permitiendo eficiencia y escala. Empresas como BDG han desplegado miles de robots de software (RPA) para automatizar procesos administrativos y operativos, generando mejoras de productividad medibles. Otras, como Iungo, han trabajado en la digitalización de procesos y experiencias de atención, facilitando que empresas locales operen con estándares comparables a los de mercados más sofisticados.

Una tercera capa, más reciente y decisiva, es la de la analítica avanzada y la inteligencia artificial aplicada, donde los datos se convierten en motor de decisión. Aquí ya no se trata solo de automatizar, sino de optimizar y automatizar sistemas complejos. En Guatemala comienzan a consolidarse empresas que operan en este espacio. Sento ha desarrollado soluciones capaces de transformar el cien por ciento de las interacciones de voz de los contact centers en datos estructurados y accionables. En esa misma capa se ubica Improgress, empresa de la cual soy CEO, cuyo crecimiento reciente responde a una estrategia deliberada construida sobre más de dos décadas de experiencia y un estudio cuidadoso del ecosistema internacional de innovación. En apenas un año, la empresa ha triplicado su base de talento profesional —hoy integrada por 55 colaboradores— y ha más que duplicado su facturación, reinvirtiendo esos excedentes en innovación y desarrollo de nuevas soluciones.

A medida que la economía digital avanza hacia capas de mayor sofisticación, emerge con claridad un factor decisivo: el talento. Las soluciones basadas en inteligencia artificial, analítica avanzada e innovación abierta no escalan únicamente con capital o tecnología; requieren personas formadas con criterio, autonomía intelectual y capacidad de aprendizaje continuo. Desde la experiencia concreta de empresas tecnológicas que operamos en estas capas, el talento que mejor se integra y más rápido genera valor suele provenir de entornos universitarios que han apostado por la exigencia académica, la responsabilidad individual y la vinculación temprana con problemas reales. En nuestro caso, la colaboración cercana con universidades como la Francisco Marroquín, la del Valle de Guatemala y la del Istmo ha permitido incorporar cuadros técnicos con una base sólida y una cultura compatible con entornos de alta complejidad. Para participar plenamente en esta nueva cultura empresarial, de la mano de la inteligencia artificial, se requieren personas capaces de pensar, aprender y asumir responsabilidad por los resultados.

Sin embargo, incluso con talento disponible, no todas las organizaciones están preparadas para operar en estas capas avanzadas. La inteligencia artificial aplicada exige culturas organizacionales distintas: menor dependencia jerárquica, mayor autonomía individual, responsabilidad clara por resultados y una disposición permanente al aprendizaje. No es casual que muchas iniciativas fracasen no por falta de tecnología, sino por resistencia cultural, especialmente en niveles intermedios donde el cambio se percibe como amenaza. En este contexto, la decisión estratégica ya no es si adoptar estas herramientas, sino cuándo y cómo hacerlo. La experiencia reciente muestra que el costo de experimentar y corregir temprano suele ser menor que el de adaptarse tarde y de forma forzada. Al final, como en toda carrera tecnológica, el mayor riesgo no es fallar, sino quedarse fuera mientras otros avanzan.

Lo que hoy ocurre en la economía digital no es un fenómeno aislado ni exclusivo de países pequeños. En pocos años, gigantes industriales y tecnológicos que parecían inexpugnables han sido superados por competidores más ágiles. Empresas japonesas y alemanas que dominaron durante décadas sectores como la electrónica o la industria automotriz han perdido terreno frente a actores que integraron antes los datos, la inteligencia y la innovación continua. Las pantallas de alta gama dejaron de ser japonesas para convertirse en coreanas; los vehículos eléctricos ya no están definidos por la tradición alemana, sino por la velocidad de aprendizaje de empresas como Tesla o BYD. Este proceso se ha acelerado en Estados Unidos, Europa y Asia, y hoy se extiende al resto del mundo. Para países como Guatemala, la lección es clara: el futuro no pertenece necesariamente a los más grandes ni a los más antiguos, sino a quienes logren incorporar valor inteligente antes que los demás. Todo dependerá de la capacidad de aprender rápido y de la voluntad de competir en la economía del futuro: una decisión que, como guatemaltecos, nos tocará tomar más temprano que tarde.

Ramiro Bolaños, PhD.

Fuentes y referencias

Economía digital global y casos empresariales

  1. Palantir Technologies – Investor Relations
    https://investors.palantir.com
  2. Financial Times – cobertura Atos
    https://www.ft.com
  3. Reuters – Atos y sector tecnológico europeo
    https://www.reuters.com

Digitalización y uso de internet en Guatemala

  1. DataReportal – Digital 2025: Guatemala
    https://datareportal.com
  2. Instituto Nacional de Estadística (INE), Guatemala
    https://www.ine.gob.gt

Bancarización y sistema financiero

  1. Banco Mundial – Global Findex Database
    https://www.worldbank.org/globalfindex
  2. Superintendencia de Bancos de Guatemala (SIB)
    https://www.sib.gob.gt

Comercio electrónico y servicios digitales

  1. AGEXPORT – DataExport y sector de servicios modernos
    https://www.agexport.org.gt
  2. CEPAL – economía digital en América Latina
    https://www.cepal.org

Competitividad e institucionalidad

  1. Banco Mundial – Worldwide Governance Indicators (WGI)
    https://info.worldbank.org/governance/wgi
  2. IMD – World Competitiveness Ranking
    https://www.imd.org

Sector eléctrico y energía

  1. Comisión Regional de Interconexión Eléctrica (CRIE)
    https://www.crie.org.gt
  2. Administrador del Mercado Mayorista (AMM), Guatemala
    https://www.amm.org.gt

Industria tecnológica y disrupción global

  1. McKinsey Global Institute
    https://www.mckinsey.com/mgi
  2. OECD – Digital Economy Outlook
    https://www.oecd.org/digital

La economía digital no espera: cómo los empresarios guatemaltecos compiten por el futuro

Dr. Ramiro Bolaños |
15 de diciembre, 2025
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El mundo ha entrado en una fase distinta de la economía global. Ya no se trata solo de producir más, sino de comprender mejor. En este nuevo entorno, las empresas que han logrado convertir datos en decisiones inteligentes han tomado ventaja frente a aquellas que han permanecido ancladas a modelos analógicos basados en el conocimiento y la experiencia de uno o varios jefes. El contraste se observa con claridad al comparar dos casos recientes. Palantir Technologies, empresa con sede en Colorado y especializada en modelos de inteligencia artificial aplicados a la resolución de problemas complejos, ha logrado quintuplicar su capitalización bursátil en cuatro años, alcanzando en 2025 un valor cercano a US$70 mil millones con apenas cuatro mil empleados. En cambio, Atos, uno de los mayores grupos europeos de servicios de TI, pasó de más de 130 mil empleados a cerca de 69 mil tras una profunda reestructuración asociada a su entrada tardía al mundo de la inteligencia artificial, proceso que incluso obligó a la intervención del Estado francés. La señal es clara: en la economía digital, el valor ya no se explica por el tamaño de la organización, sino por la inteligencia incorporada en sus decisiones.

Más que un estado alcanzado, Guatemala atraviesa un proceso de creciente digitalización. Con una población estimada de 18.6 millones de personas en 2025, alrededor de 11.3 millones han utilizado internet (60.8%) y el país registra 10.4 millones de cuentas activas en redes sociales. En paralelo, las estimaciones oficiales indican que cerca de dos tercios de la población adulta posee al menos una cuenta bancaria activa. Todo apunta a que más de nueve de cada diez guatemaltecos bancarizados ya participan del mundo digital. Esta convergencia revela una dinámica relevante: la economía digital comienza a superponerse a la economía financiera formal y abre un espacio de transformación que avanza más rápido que muchas de las estructuras tradicionales del país.

Esta lógica de creciente digitalización ya se ha trasladado a la actividad económica. El comercio electrónico en Guatemala ha crecido a tasas cercanas al 20% anual en los últimos años, impulsado por pagos digitales, plataformas de intermediación y nuevos hábitos de consumo. En paralelo, las exportaciones de servicios modernos —software, BPO, analítica y servicios digitales— han registrado crecimientos anuales de entre 8% y 10%, según datos de AGEXPORT. Este desempeño muestra que una parte creciente del aparato productivo guatemalteco ya compite y genera valor bajo las reglas de la economía digital, incluso en un entorno institucional que avanza a un ritmo más lento.

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Este desfase entre el dinamismo económico y la capacidad institucional del país no es abstracto ni nuevo. Ya ha tenido consecuencias concretas en sectores estratégicos, y el caso del sector eléctrico es ilustrativo. Entre 2010 y 2015, Guatemala logró consolidarse como exportador neto de electricidad en el mercado regional, con superávits anuales superiores a los 70 GWh. Sin embargo, la falta de decisiones oportunas en planificación, regulación e inversión fue erosionando esa ventaja. En años recientes, el país ha pasado de ser exportador neto a importar entre 200 y 300 GWh anuales, revirtiendo una posición que había tomado más de una década en construirse. El mensaje es claro: cuando la institucionalidad no acompaña el cambio tecnológico y productivo, incluso las ventajas ganadas terminan disipándose.

La economía digital no es un bloque homogéneo ni una moda que se adopta de una sola vez. Se organiza en capas sucesivas, cada una con un nivel distinto de sofisticación, impacto productivo y barreras de entrada. Primero surge la infraestructura digital, que habilita transacciones y conectividad; luego los servicios y la automatización, que permiten eficiencia y escala; más adelante, la inteligencia aplicada, donde los datos se transforman en decisiones; y finalmente, la innovación abierta, que reduce la incertidumbre al integrar talento, tecnología y aprendizaje continuo. Estas capas no compiten entre sí: se complementan. Entender esta secuencia es clave para identificar dónde se encuentra hoy cada economía y cada empresa dentro del proceso de transformación digital.

Sobre esta base se desarrolla una segunda capa: la de los servicios digitales y la automatización de procesos, donde Guatemala ha mostrado una madurez temprana y una clara vocación exportadora. En este nivel se ubican soluciones orientadas a digitalizar operaciones y automatizar tareas, permitiendo eficiencia y escala. Empresas como BDG han desplegado miles de robots de software (RPA) para automatizar procesos administrativos y operativos, generando mejoras de productividad medibles. Otras, como Iungo, han trabajado en la digitalización de procesos y experiencias de atención, facilitando que empresas locales operen con estándares comparables a los de mercados más sofisticados.

Una tercera capa, más reciente y decisiva, es la de la analítica avanzada y la inteligencia artificial aplicada, donde los datos se convierten en motor de decisión. Aquí ya no se trata solo de automatizar, sino de optimizar y automatizar sistemas complejos. En Guatemala comienzan a consolidarse empresas que operan en este espacio. Sento ha desarrollado soluciones capaces de transformar el cien por ciento de las interacciones de voz de los contact centers en datos estructurados y accionables. En esa misma capa se ubica Improgress, empresa de la cual soy CEO, cuyo crecimiento reciente responde a una estrategia deliberada construida sobre más de dos décadas de experiencia y un estudio cuidadoso del ecosistema internacional de innovación. En apenas un año, la empresa ha triplicado su base de talento profesional —hoy integrada por 55 colaboradores— y ha más que duplicado su facturación, reinvirtiendo esos excedentes en innovación y desarrollo de nuevas soluciones.

A medida que la economía digital avanza hacia capas de mayor sofisticación, emerge con claridad un factor decisivo: el talento. Las soluciones basadas en inteligencia artificial, analítica avanzada e innovación abierta no escalan únicamente con capital o tecnología; requieren personas formadas con criterio, autonomía intelectual y capacidad de aprendizaje continuo. Desde la experiencia concreta de empresas tecnológicas que operamos en estas capas, el talento que mejor se integra y más rápido genera valor suele provenir de entornos universitarios que han apostado por la exigencia académica, la responsabilidad individual y la vinculación temprana con problemas reales. En nuestro caso, la colaboración cercana con universidades como la Francisco Marroquín, la del Valle de Guatemala y la del Istmo ha permitido incorporar cuadros técnicos con una base sólida y una cultura compatible con entornos de alta complejidad. Para participar plenamente en esta nueva cultura empresarial, de la mano de la inteligencia artificial, se requieren personas capaces de pensar, aprender y asumir responsabilidad por los resultados.

Sin embargo, incluso con talento disponible, no todas las organizaciones están preparadas para operar en estas capas avanzadas. La inteligencia artificial aplicada exige culturas organizacionales distintas: menor dependencia jerárquica, mayor autonomía individual, responsabilidad clara por resultados y una disposición permanente al aprendizaje. No es casual que muchas iniciativas fracasen no por falta de tecnología, sino por resistencia cultural, especialmente en niveles intermedios donde el cambio se percibe como amenaza. En este contexto, la decisión estratégica ya no es si adoptar estas herramientas, sino cuándo y cómo hacerlo. La experiencia reciente muestra que el costo de experimentar y corregir temprano suele ser menor que el de adaptarse tarde y de forma forzada. Al final, como en toda carrera tecnológica, el mayor riesgo no es fallar, sino quedarse fuera mientras otros avanzan.

Lo que hoy ocurre en la economía digital no es un fenómeno aislado ni exclusivo de países pequeños. En pocos años, gigantes industriales y tecnológicos que parecían inexpugnables han sido superados por competidores más ágiles. Empresas japonesas y alemanas que dominaron durante décadas sectores como la electrónica o la industria automotriz han perdido terreno frente a actores que integraron antes los datos, la inteligencia y la innovación continua. Las pantallas de alta gama dejaron de ser japonesas para convertirse en coreanas; los vehículos eléctricos ya no están definidos por la tradición alemana, sino por la velocidad de aprendizaje de empresas como Tesla o BYD. Este proceso se ha acelerado en Estados Unidos, Europa y Asia, y hoy se extiende al resto del mundo. Para países como Guatemala, la lección es clara: el futuro no pertenece necesariamente a los más grandes ni a los más antiguos, sino a quienes logren incorporar valor inteligente antes que los demás. Todo dependerá de la capacidad de aprender rápido y de la voluntad de competir en la economía del futuro: una decisión que, como guatemaltecos, nos tocará tomar más temprano que tarde.

Ramiro Bolaños, PhD.

Fuentes y referencias

Economía digital global y casos empresariales

  1. Palantir Technologies – Investor Relations
    https://investors.palantir.com
  2. Financial Times – cobertura Atos
    https://www.ft.com
  3. Reuters – Atos y sector tecnológico europeo
    https://www.reuters.com

Digitalización y uso de internet en Guatemala

  1. DataReportal – Digital 2025: Guatemala
    https://datareportal.com
  2. Instituto Nacional de Estadística (INE), Guatemala
    https://www.ine.gob.gt

Bancarización y sistema financiero

  1. Banco Mundial – Global Findex Database
    https://www.worldbank.org/globalfindex
  2. Superintendencia de Bancos de Guatemala (SIB)
    https://www.sib.gob.gt

Comercio electrónico y servicios digitales

  1. AGEXPORT – DataExport y sector de servicios modernos
    https://www.agexport.org.gt
  2. CEPAL – economía digital en América Latina
    https://www.cepal.org

Competitividad e institucionalidad

  1. Banco Mundial – Worldwide Governance Indicators (WGI)
    https://info.worldbank.org/governance/wgi
  2. IMD – World Competitiveness Ranking
    https://www.imd.org

Sector eléctrico y energía

  1. Comisión Regional de Interconexión Eléctrica (CRIE)
    https://www.crie.org.gt
  2. Administrador del Mercado Mayorista (AMM), Guatemala
    https://www.amm.org.gt

Industria tecnológica y disrupción global

  1. McKinsey Global Institute
    https://www.mckinsey.com/mgi
  2. OECD – Digital Economy Outlook
    https://www.oecd.org/digital

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