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El racismo y la discriminación no van a desaparecer a “decretazos”

Tampoco se va a eliminar ese racismo (muchas veces de doble vía) disfrazando a los funcionarios públicos con huipiles y sacos de telas tradicionales indígenas, sino asumiendo cada quien, con conciencia y orgullo, su propio origen étnico.

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Rodrigo Fernández Ordóñez |
13 de diciembre, 2024

Las semanas anteriores hemos sido testigos nuevamente de los desaciertos del presidente de la República, quien en su afán por ofrecer acciones o supuestos resultados de su gestión ha tendido a aceptar, como buenas, pésimas ideas de sus círculos inmediatos. Entre otros, ahora fue el turno de los abogados que lo pusieron a firmar el Acuerdo Gubernativo 189-2024, que reforma al AG-390-2002 de fecha 8 de octubre de 2002, que creaba la Comisión Presidencial Contra la Discriminación y el Racismo Contra los Pueblos indígenas en Guatemala (CODISRA), modificando entre otros, su artículo 2, adicionándole el literal L), en el que se establece como una de sus funciones monitorear medios de comunicación para denunciar los casos de discriminación y racismo contra los pueblos indígenas.

No se puede negar que uno de los grandes problemas que aquejan a la sociedad guatemalteca es el racismo intrínseco en sus miembros, producto de un lento y conflictivo proceso de asimilación de las diferencias, que nuestra historia se encargó de volverlo tortuoso. Sin embargo, no es por medio de “decretazos” como se pueden cambiar los aspectos negativos de una sociedad. Tampoco se va a eliminar ese racismo (muchas veces de doble vía) disfrazando a los funcionarios públicos con huipiles y sacos de telas tradicionales indígenas, sino asumiendo cada quien, con conciencia y orgullo, su propio origen étnico. En ese sentido, es tan valiosa la idea de una “Guatemaya” emanada de la cultura indígena, como la de una “Guatemala”, producto del mestizaje, y no son contradictorias sino hermosamente complementarias. Pero ese orgullo y esa conciencia solo se pueden lograr mediante la educación.

La valoración correcta de la herencia cultural de los guatemaltecos, que ya sean indígenas mayas, xincas, garífunas, mestizos o descendientes de extranjeros, han creado una cultura propia, rica y hermosa de la que todos deberíamos de sentirnos orgullosos representantes. Pero, ese orgullo debe emanar del conocimiento, y el conocimiento emana de la educación que nuestro gobierno imparte en las aulas de las clases de miles de escuelas y que el sector privado imparte en las aulas de miles de colegios que conforman nuestro sistema educativo de niveles primarios y básicos.

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Es tan valiosa la idea de una “Guatemaya” emanada de la cultura indígena, como la de una “Guatemala”, producto del mestizaje, y no son contradictorias sino hermosamente complementarias. Pero ese orgullo y esa conciencia solo se pueden lograr mediante la educación.

La universidad pública y las privadas deben hacer su parte haciendo investigación y publicando sus resultados para que cualquier consumidor de información pueda acceder a ella y valorar esa riqueza cultural.

Dos ejemplos de esfuerzos educativos me saltan a la memoria, uno privado y otro financiado por fondos públicos: el primero es el Museo Ixchel del Traje Indígena, que contiene una colección completísima de trajes tradicionales indígenas que se remontan al siglo XVIII o antes y que realiza un inmenso esfuerzo de difusión en el público estudiantil para que se valoren estos objetos como muestra del más hermoso proceso de sintetización cultural. El segundo, público, es el Centro de Estudios Folklóricos —CEFOL—, de la Universidad de San Carlos, que tengo entendido cambió de nombre hace unos años, pero que persiste en su tarea de investigar, documentar y publicar todas esas manifestaciones culturales externas que conforman lo que llamamos “folclor local”; alguna vez dirigido por el inmenso Celso Figueroa, y que publica una de las revistas académicas más importantes para nuestra cultura como lo es “Tradiciones de Guatemala”.

Decía el teólogo español Domingo de Soto que las leyes deberían de reservarse para las cosas estrictamente necesarias, por lo que no es regulando la opinión de los demás lo que hará que desaparezca el racismo, sino fomentar el conocimiento cultural y su discusión, para encontrar vías de respeto y convivencia. Esta solución de la CODISRA, (para quien sabía que existía), solo abundó en nueva burocracia con su pesado bolsón salarial que pagamos todos los guatemaltecos. Tomando en cuenta que fue creada hace 22 años y el racismo y la discriminación continúan… ¿Será necesario persistir en el error de su existencia, asignándole encima nuevas funciones?

El racismo y la discriminación no van a desaparecer a “decretazos”

Tampoco se va a eliminar ese racismo (muchas veces de doble vía) disfrazando a los funcionarios públicos con huipiles y sacos de telas tradicionales indígenas, sino asumiendo cada quien, con conciencia y orgullo, su propio origen étnico.

Rodrigo Fernández Ordóñez |
13 de diciembre, 2024
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Las semanas anteriores hemos sido testigos nuevamente de los desaciertos del presidente de la República, quien en su afán por ofrecer acciones o supuestos resultados de su gestión ha tendido a aceptar, como buenas, pésimas ideas de sus círculos inmediatos. Entre otros, ahora fue el turno de los abogados que lo pusieron a firmar el Acuerdo Gubernativo 189-2024, que reforma al AG-390-2002 de fecha 8 de octubre de 2002, que creaba la Comisión Presidencial Contra la Discriminación y el Racismo Contra los Pueblos indígenas en Guatemala (CODISRA), modificando entre otros, su artículo 2, adicionándole el literal L), en el que se establece como una de sus funciones monitorear medios de comunicación para denunciar los casos de discriminación y racismo contra los pueblos indígenas.

No se puede negar que uno de los grandes problemas que aquejan a la sociedad guatemalteca es el racismo intrínseco en sus miembros, producto de un lento y conflictivo proceso de asimilación de las diferencias, que nuestra historia se encargó de volverlo tortuoso. Sin embargo, no es por medio de “decretazos” como se pueden cambiar los aspectos negativos de una sociedad. Tampoco se va a eliminar ese racismo (muchas veces de doble vía) disfrazando a los funcionarios públicos con huipiles y sacos de telas tradicionales indígenas, sino asumiendo cada quien, con conciencia y orgullo, su propio origen étnico. En ese sentido, es tan valiosa la idea de una “Guatemaya” emanada de la cultura indígena, como la de una “Guatemala”, producto del mestizaje, y no son contradictorias sino hermosamente complementarias. Pero ese orgullo y esa conciencia solo se pueden lograr mediante la educación.

La valoración correcta de la herencia cultural de los guatemaltecos, que ya sean indígenas mayas, xincas, garífunas, mestizos o descendientes de extranjeros, han creado una cultura propia, rica y hermosa de la que todos deberíamos de sentirnos orgullosos representantes. Pero, ese orgullo debe emanar del conocimiento, y el conocimiento emana de la educación que nuestro gobierno imparte en las aulas de las clases de miles de escuelas y que el sector privado imparte en las aulas de miles de colegios que conforman nuestro sistema educativo de niveles primarios y básicos.

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Es tan valiosa la idea de una “Guatemaya” emanada de la cultura indígena, como la de una “Guatemala”, producto del mestizaje, y no son contradictorias sino hermosamente complementarias. Pero ese orgullo y esa conciencia solo se pueden lograr mediante la educación.

La universidad pública y las privadas deben hacer su parte haciendo investigación y publicando sus resultados para que cualquier consumidor de información pueda acceder a ella y valorar esa riqueza cultural.

Dos ejemplos de esfuerzos educativos me saltan a la memoria, uno privado y otro financiado por fondos públicos: el primero es el Museo Ixchel del Traje Indígena, que contiene una colección completísima de trajes tradicionales indígenas que se remontan al siglo XVIII o antes y que realiza un inmenso esfuerzo de difusión en el público estudiantil para que se valoren estos objetos como muestra del más hermoso proceso de sintetización cultural. El segundo, público, es el Centro de Estudios Folklóricos —CEFOL—, de la Universidad de San Carlos, que tengo entendido cambió de nombre hace unos años, pero que persiste en su tarea de investigar, documentar y publicar todas esas manifestaciones culturales externas que conforman lo que llamamos “folclor local”; alguna vez dirigido por el inmenso Celso Figueroa, y que publica una de las revistas académicas más importantes para nuestra cultura como lo es “Tradiciones de Guatemala”.

Decía el teólogo español Domingo de Soto que las leyes deberían de reservarse para las cosas estrictamente necesarias, por lo que no es regulando la opinión de los demás lo que hará que desaparezca el racismo, sino fomentar el conocimiento cultural y su discusión, para encontrar vías de respeto y convivencia. Esta solución de la CODISRA, (para quien sabía que existía), solo abundó en nueva burocracia con su pesado bolsón salarial que pagamos todos los guatemaltecos. Tomando en cuenta que fue creada hace 22 años y el racismo y la discriminación continúan… ¿Será necesario persistir en el error de su existencia, asignándole encima nuevas funciones?

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