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De la ausencia al desprestigio. Cómo Guatemala pierde la batalla de la percepción global

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Dr. Ramiro Bolaños |
24 de febrero, 2025

Guatemala enfrenta una crisis de percepción y estrategia. No solo no figuramos en los rankings clave de competitividad global, sino que cuando sí aparecemos, se nos califica como un país en declive, comparable a regímenes autoritarios y economías frágiles.

El caso del Business Ready del Banco Mundial es revelador: Guatemala ni siquiera fue considerada. No estamos en la primera ola de 50 países, ni en la segunda de 58, ni en la tercera… simplemente no contamos. Para los inversionistas internacionales, Guatemala no es una opción.

Y cuando sí se nos evalúa, los resultados son aún peores. La Fundación Bertelsmann, centro de pensamiento liberal de Alemania, nos catalogó como una autocracia de línea dura, al nivel de Cuba y Venezuela. El contraste con la realidad es absurdo. En Guatemala, el sistema electoral permitió el triunfo de la oposición y garantizó la transición de poder. Mientras tanto, El Salvador, donde la independencia judicial ha sido eliminada y el poder se ha concentrado en una sola figura, recibió una calificación más benévola de «autocracia moderada». Seguro Bukele ha sabido manejar la imagen de su país y la suya propia.

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Este no es solo un problema de evaluación externa; es un fracaso en la defensa de nuestra imagen internacional. Ni el gobierno ni el sector privado han hecho el esfuerzo necesario por posicionar a Guatemala en el escenario global. No hemos conquistado mercados, ni hemos generado confianza, ni construido una narrativa propia. Peor aún, la oposición que hoy gobierna ha contribuido activamente a debilitar nuestra reputación, proyectando al país como un estado fallido ante la comunidad internacional.

Más allá de la imagen: una economía sin ambición

Si la percepción internacional es mala, el desempeño económico tampoco ayuda a corregirla. Mientras Panamá, Costa Rica y República Dominicana han diseñado estrategias claras para atraer inversión y fortalecer su posicionamiento, Guatemala sigue atrapada en la inercia.

El crecimiento económico de los últimos años es positivo, pero insuficiente. República Dominicana ha logrado un crecimiento del 9.6 % en su PIB per cápita en los últimos tres años, consolidándose como una de las economías más dinámicas de la región. En contraste, Guatemala apenas creció un 4.8 % en el mismo período. Si Guatemala no acelera su crecimiento, en una o dos décadas República Dominicana podría ser tres o cuatro veces más rica que Guatemala, al nivel de Costa Rica y Panamá. Mientras tanto, Guatemala quedaría rezagada por medio siglo o más.

La diferencia no es casualidad; es resultado de visión estratégica. Mientras República Dominicana ha apostado agresivamente por el turismo y la diversificación económica, Guatemala sigue dependiendo de exportaciones tradicionales, remesas y un mercado interno limitado. No hemos hecho esfuerzos por integrarnos a cadenas de valor globales ni hemos implementado reformas para mejorar nuestra competitividad.

Además, el gobierno actual desconfía del sector privado, cuando en otros países la alianza entre empresa y Estado ha sido clave para el desarrollo. En República Dominicana, el gobierno y los empresarios trabajan juntos por una mejor nación. En Guatemala, esa colaboración es impensable.

Cinco cambios estructurales urgentes

Para transformar la realidad económica del país, Guatemala necesita acciones inmediatas y profundas.

Primero, una reforma fiscal integral. El sistema actual desincentiva la inversión. Urge rediseñar el ISR corporativo para hacerlo más competitivo y simplificar la carga tributaria. Además, se necesitan leyes de garantía para inversionistas, que brinden seguridad jurídica y estabilidad a largo plazo. Sin reglas claras, nadie apostará su capital en Guatemala.

Segundo, convertir el turismo en un pilar económico. Mientras República Dominicana recibe más de 11 millones de turistas al año, Guatemala apenas supera los 2 millones, a pesar de contar con una riqueza cultural y natural inigualable. Pero para crecer en turismo, necesitamos infraestructura. No tenemos puertos, aeropuertos, hoteles ni restaurantes para albergar a 11 millones de turistas. Si mañana llegaran, sería un caos. Y si a uno de ellos le pasara algo grave, adiós, turismo en Guatemala por una década.

El crecimiento del turismo debe ser planificado. Invertir en conectividad aérea, promoción internacional y seguridad es clave. No basta con esperar a que los turistas lleguen; hay que salir a buscarlos.

Tercero, modernizar el sector productivo. La productividad en Guatemala es de las más bajas de la región. Las empresas no han adoptado tecnologías avanzadas ni han invertido en la capacitación de sus mandos medios, que están muy por debajo del estándar latinoamericano. La automatización, la inteligencia artificial y la digitalización deben ser prioridad, pero sin talento capacitado, ninguna de estas soluciones funcionará.

Cuarto, mejorar la infraestructura con soluciones inmediatas. Modernizar puertos y carreteras tomará al menos 15 años, pero hay cambios que pueden implementarse ahora. Optimizar procesos logísticos, digitalizar trámites aduaneros y reducir barreras burocráticas permitiría mejorar la eficiencia sin necesidad de esperar décadas para ver resultados.

Quinto, gastar mejor, no más. Guatemala no necesita un Estado de bienestar basado en subsidios y asistencialismo. Necesita un gobierno que invierta estratégicamente en infraestructura, educación y tecnología. Reducir el gasto corriente y reorientarlo a proyectos productivos es la única forma de generar riqueza y reducir la migración. El mayor fracaso de un país es ver a sus ciudadanos partir porque no encuentran futuro en su propia tierra.

Un llamado a la acción: el futuro de Guatemala no está escrito

El problema de Guatemala no es solo económico, sino de visión y estrategia. No aparecemos en los rankings clave, y cuando lo hacemos, se nos retrata como un país sin rumbo. No hemos sabido manejar nuestra imagen ante el mundo, ni hemos tomado decisiones estructurales para cambiar nuestra realidad.

Pero aún hay tiempo para corregir el rumbo. Guatemala tiene todo el potencial para convertirse en una nación de oportunidades, pero necesita decisiones valientes y una visión clara. No podemos seguir esperando que el cambio llegue solo. Si queremos un país competitivo y próspero, hay que construirlo desde hoy.

Guatemala tiene una oportunidad histórica. No es un país sin recursos, sin talento o capacidad. Es un país que, si se lo propone, puede cambiar su destino. Pero para ello, debemos actuar ya. No podemos seguir resignándonos a ser una nación invisible, ignorada y relegada. Es hora de construir un país reconocido en el mapa global, admirado por su crecimiento, su estabilidad y su capacidad para competir en un mundo donde Guatemala puede tener su propio destino manifiesto si así lo decidimos.

PhD. Ramiro Bolaños

De la ausencia al desprestigio. Cómo Guatemala pierde la batalla de la percepción global

Dr. Ramiro Bolaños |
24 de febrero, 2025
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Guatemala enfrenta una crisis de percepción y estrategia. No solo no figuramos en los rankings clave de competitividad global, sino que cuando sí aparecemos, se nos califica como un país en declive, comparable a regímenes autoritarios y economías frágiles.

El caso del Business Ready del Banco Mundial es revelador: Guatemala ni siquiera fue considerada. No estamos en la primera ola de 50 países, ni en la segunda de 58, ni en la tercera… simplemente no contamos. Para los inversionistas internacionales, Guatemala no es una opción.

Y cuando sí se nos evalúa, los resultados son aún peores. La Fundación Bertelsmann, centro de pensamiento liberal de Alemania, nos catalogó como una autocracia de línea dura, al nivel de Cuba y Venezuela. El contraste con la realidad es absurdo. En Guatemala, el sistema electoral permitió el triunfo de la oposición y garantizó la transición de poder. Mientras tanto, El Salvador, donde la independencia judicial ha sido eliminada y el poder se ha concentrado en una sola figura, recibió una calificación más benévola de «autocracia moderada». Seguro Bukele ha sabido manejar la imagen de su país y la suya propia.

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Este no es solo un problema de evaluación externa; es un fracaso en la defensa de nuestra imagen internacional. Ni el gobierno ni el sector privado han hecho el esfuerzo necesario por posicionar a Guatemala en el escenario global. No hemos conquistado mercados, ni hemos generado confianza, ni construido una narrativa propia. Peor aún, la oposición que hoy gobierna ha contribuido activamente a debilitar nuestra reputación, proyectando al país como un estado fallido ante la comunidad internacional.

Más allá de la imagen: una economía sin ambición

Si la percepción internacional es mala, el desempeño económico tampoco ayuda a corregirla. Mientras Panamá, Costa Rica y República Dominicana han diseñado estrategias claras para atraer inversión y fortalecer su posicionamiento, Guatemala sigue atrapada en la inercia.

El crecimiento económico de los últimos años es positivo, pero insuficiente. República Dominicana ha logrado un crecimiento del 9.6 % en su PIB per cápita en los últimos tres años, consolidándose como una de las economías más dinámicas de la región. En contraste, Guatemala apenas creció un 4.8 % en el mismo período. Si Guatemala no acelera su crecimiento, en una o dos décadas República Dominicana podría ser tres o cuatro veces más rica que Guatemala, al nivel de Costa Rica y Panamá. Mientras tanto, Guatemala quedaría rezagada por medio siglo o más.

La diferencia no es casualidad; es resultado de visión estratégica. Mientras República Dominicana ha apostado agresivamente por el turismo y la diversificación económica, Guatemala sigue dependiendo de exportaciones tradicionales, remesas y un mercado interno limitado. No hemos hecho esfuerzos por integrarnos a cadenas de valor globales ni hemos implementado reformas para mejorar nuestra competitividad.

Además, el gobierno actual desconfía del sector privado, cuando en otros países la alianza entre empresa y Estado ha sido clave para el desarrollo. En República Dominicana, el gobierno y los empresarios trabajan juntos por una mejor nación. En Guatemala, esa colaboración es impensable.

Cinco cambios estructurales urgentes

Para transformar la realidad económica del país, Guatemala necesita acciones inmediatas y profundas.

Primero, una reforma fiscal integral. El sistema actual desincentiva la inversión. Urge rediseñar el ISR corporativo para hacerlo más competitivo y simplificar la carga tributaria. Además, se necesitan leyes de garantía para inversionistas, que brinden seguridad jurídica y estabilidad a largo plazo. Sin reglas claras, nadie apostará su capital en Guatemala.

Segundo, convertir el turismo en un pilar económico. Mientras República Dominicana recibe más de 11 millones de turistas al año, Guatemala apenas supera los 2 millones, a pesar de contar con una riqueza cultural y natural inigualable. Pero para crecer en turismo, necesitamos infraestructura. No tenemos puertos, aeropuertos, hoteles ni restaurantes para albergar a 11 millones de turistas. Si mañana llegaran, sería un caos. Y si a uno de ellos le pasara algo grave, adiós, turismo en Guatemala por una década.

El crecimiento del turismo debe ser planificado. Invertir en conectividad aérea, promoción internacional y seguridad es clave. No basta con esperar a que los turistas lleguen; hay que salir a buscarlos.

Tercero, modernizar el sector productivo. La productividad en Guatemala es de las más bajas de la región. Las empresas no han adoptado tecnologías avanzadas ni han invertido en la capacitación de sus mandos medios, que están muy por debajo del estándar latinoamericano. La automatización, la inteligencia artificial y la digitalización deben ser prioridad, pero sin talento capacitado, ninguna de estas soluciones funcionará.

Cuarto, mejorar la infraestructura con soluciones inmediatas. Modernizar puertos y carreteras tomará al menos 15 años, pero hay cambios que pueden implementarse ahora. Optimizar procesos logísticos, digitalizar trámites aduaneros y reducir barreras burocráticas permitiría mejorar la eficiencia sin necesidad de esperar décadas para ver resultados.

Quinto, gastar mejor, no más. Guatemala no necesita un Estado de bienestar basado en subsidios y asistencialismo. Necesita un gobierno que invierta estratégicamente en infraestructura, educación y tecnología. Reducir el gasto corriente y reorientarlo a proyectos productivos es la única forma de generar riqueza y reducir la migración. El mayor fracaso de un país es ver a sus ciudadanos partir porque no encuentran futuro en su propia tierra.

Un llamado a la acción: el futuro de Guatemala no está escrito

El problema de Guatemala no es solo económico, sino de visión y estrategia. No aparecemos en los rankings clave, y cuando lo hacemos, se nos retrata como un país sin rumbo. No hemos sabido manejar nuestra imagen ante el mundo, ni hemos tomado decisiones estructurales para cambiar nuestra realidad.

Pero aún hay tiempo para corregir el rumbo. Guatemala tiene todo el potencial para convertirse en una nación de oportunidades, pero necesita decisiones valientes y una visión clara. No podemos seguir esperando que el cambio llegue solo. Si queremos un país competitivo y próspero, hay que construirlo desde hoy.

Guatemala tiene una oportunidad histórica. No es un país sin recursos, sin talento o capacidad. Es un país que, si se lo propone, puede cambiar su destino. Pero para ello, debemos actuar ya. No podemos seguir resignándonos a ser una nación invisible, ignorada y relegada. Es hora de construir un país reconocido en el mapa global, admirado por su crecimiento, su estabilidad y su capacidad para competir en un mundo donde Guatemala puede tener su propio destino manifiesto si así lo decidimos.

PhD. Ramiro Bolaños

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