Cambiemos el chip
Hace falta adquirir el compromiso firme de querer el cambio y no solo ponerle adornitos a un dispositivo que desde hace mucho tiempo dejó de funcionar.
Con cada actualización que hacemos a nuestros dispositivos, esperamos nuevas funciones, rapidez en el rendimiento, limpieza de los errores previamente instalados y, en general, un mejor desempeño en las tareas del día a día. Sin embargo, llega ese momento en el que nos damos cuenta de que los dispositivos ya no aceptan las nuevas actualizaciones del sistema operativo porque es insuficiente la capacidad para adaptarse a las nuevas tecnologías.
El ENADE 2024 convocó al liderazgo del país para hacer una invitación al cambio, no solo a mejorar lo existente, sino a cambiar paradigmas sobre la administración de procesos en lo público y en lo privado. Bajo el slogan “Cambiemos el Chip”, la comunicación se orientó a identificar buenas prácticas que permitirán modernizar el Estado de Guatemala, teniendo como resultado una mayor certeza y previsibilidad.
¿Qué se necesita para cambiar el Chip? Primero que todo, hay que reconocer que los modelos de gestión que tenemos ya no funcionan. Creer que se lograrán cambios trascendentales, solamente por tener profesionales nuevos en el cargo, es ingenuo. Esperar que con más dinero se logren reducir las brechas de desarrollo que tiene el país, es improbable. Y, al asegurar que con despidos y nombramientos cada dos meses se va a lograr obtener resultados, es ignorar los fundamentos más básicos de la administración pública. En un hardware obsoleto no funcionará un software moderno; es más, seguramente “hará tronar” el equipo.
Tuve la oportunidad de compartir algunos momentos con el expresidente de Estonia, Toomas Ilves, responsable de liderar varios cambios trascendentales que permitieron que su país pasara de pertenecer al tercer mundo, a ser un país que lidera el desarrollo en muchos aspectos a escala global.
La revolución que nos hace falta es hacia la digitalización, pero para ello hay que dejar la añoranza de algo que fue y trabajar en la esperanza de lo que puede y debe ser.
Parafraseándolo, después de reconocer la necesidad del cambio de chip, lo segundo por hacer es tomar la decisión de cambiarlo.
Y a este respecto, no son palabras, sino proyectos. Estonia asignó recursos considerables para profesionalizar el servicio público, para adquirir equipos y sistemas y para desarrollar la capacidad de gestionar digitalmente los servicios públicos… y privados. Incluso, se logró tener el apoyo de socios internacionales para financiar un nuevo modelo de gestión pública.
¿Se puede hacer algo en Guatemala? Aunque de forma incipiente, se ha logrado tener avances significativos. La aprobación de la Ley para la Simplificación de Requisitos y Trámites Administrativos es una excelente guía para iniciar con la modernización del Gobierno. Pero no basta con digitalizar trámites que son obsoletos e innecesarios, el indicador de éxito no debería ser más trámites, sino menos y más simples. Y a esto hay que sumar la obligatoriedad de cumplimiento, no aceptando la posibilidad de que alguien no quiera hacerlo, sino ejerciendo la autoridad para que ninguna entidad se quede rezagada.
Cambiar el chip tiene que ver más con transformación, no con mejora. Tiene que ver con hacer las cosas diferente, pero también con tener la capacidad de hacerlo. No es un proceso fácil, ni tampoco será rápido, pero debiera ser el estandarte que inicie la revolución tecnológica que necesita Guatemala; pero una revolución de verdad. Perder el tiempo y los recursos no es opción y, si en verdad se esperan lograr cambios, hace falta poner manos a la obra, dejar de lado los adornos y comprometer la palabra en que es una prioridad.
¿Por qué no podemos esperar? Como última reflexión, quiero destacar el mensaje que Santiago Bilinkis, experto en Inteligencia Artificial y también expositor en ENADE 2024. Llevamos 30 años desde la última revolución tecnológica y todavía hay renuencia a que haya información, proceso y trámites en internet. Las nuevas tecnologías, incluida la Inteligencia Artificial, no nos van a dar más de tres años para adoptar los cambios y quien no lo haga, no solo se quedará rezagado en cuanto a desarrollo, sino que retrocederá a una velocidad estrepitosa. Guatemala puede emprender el cambio y los ejemplos exitosos existen en lo público y lo privado, pero hace falta adquirir el compromiso firme de querer el cambio y no solo ponerle adornitos a un dispositivo que desde hace mucho tiempo dejó de funcionar.
La revolución que nos hace falta es hacia la digitalización, pero para ello hay que dejar la añoranza de algo que fue y trabajar en la esperanza de lo que puede y debe ser.
Cambiemos el chip
Hace falta adquirir el compromiso firme de querer el cambio y no solo ponerle adornitos a un dispositivo que desde hace mucho tiempo dejó de funcionar.
Con cada actualización que hacemos a nuestros dispositivos, esperamos nuevas funciones, rapidez en el rendimiento, limpieza de los errores previamente instalados y, en general, un mejor desempeño en las tareas del día a día. Sin embargo, llega ese momento en el que nos damos cuenta de que los dispositivos ya no aceptan las nuevas actualizaciones del sistema operativo porque es insuficiente la capacidad para adaptarse a las nuevas tecnologías.
El ENADE 2024 convocó al liderazgo del país para hacer una invitación al cambio, no solo a mejorar lo existente, sino a cambiar paradigmas sobre la administración de procesos en lo público y en lo privado. Bajo el slogan “Cambiemos el Chip”, la comunicación se orientó a identificar buenas prácticas que permitirán modernizar el Estado de Guatemala, teniendo como resultado una mayor certeza y previsibilidad.
¿Qué se necesita para cambiar el Chip? Primero que todo, hay que reconocer que los modelos de gestión que tenemos ya no funcionan. Creer que se lograrán cambios trascendentales, solamente por tener profesionales nuevos en el cargo, es ingenuo. Esperar que con más dinero se logren reducir las brechas de desarrollo que tiene el país, es improbable. Y, al asegurar que con despidos y nombramientos cada dos meses se va a lograr obtener resultados, es ignorar los fundamentos más básicos de la administración pública. En un hardware obsoleto no funcionará un software moderno; es más, seguramente “hará tronar” el equipo.
Tuve la oportunidad de compartir algunos momentos con el expresidente de Estonia, Toomas Ilves, responsable de liderar varios cambios trascendentales que permitieron que su país pasara de pertenecer al tercer mundo, a ser un país que lidera el desarrollo en muchos aspectos a escala global.
La revolución que nos hace falta es hacia la digitalización, pero para ello hay que dejar la añoranza de algo que fue y trabajar en la esperanza de lo que puede y debe ser.
Parafraseándolo, después de reconocer la necesidad del cambio de chip, lo segundo por hacer es tomar la decisión de cambiarlo.
Y a este respecto, no son palabras, sino proyectos. Estonia asignó recursos considerables para profesionalizar el servicio público, para adquirir equipos y sistemas y para desarrollar la capacidad de gestionar digitalmente los servicios públicos… y privados. Incluso, se logró tener el apoyo de socios internacionales para financiar un nuevo modelo de gestión pública.
¿Se puede hacer algo en Guatemala? Aunque de forma incipiente, se ha logrado tener avances significativos. La aprobación de la Ley para la Simplificación de Requisitos y Trámites Administrativos es una excelente guía para iniciar con la modernización del Gobierno. Pero no basta con digitalizar trámites que son obsoletos e innecesarios, el indicador de éxito no debería ser más trámites, sino menos y más simples. Y a esto hay que sumar la obligatoriedad de cumplimiento, no aceptando la posibilidad de que alguien no quiera hacerlo, sino ejerciendo la autoridad para que ninguna entidad se quede rezagada.
Cambiar el chip tiene que ver más con transformación, no con mejora. Tiene que ver con hacer las cosas diferente, pero también con tener la capacidad de hacerlo. No es un proceso fácil, ni tampoco será rápido, pero debiera ser el estandarte que inicie la revolución tecnológica que necesita Guatemala; pero una revolución de verdad. Perder el tiempo y los recursos no es opción y, si en verdad se esperan lograr cambios, hace falta poner manos a la obra, dejar de lado los adornos y comprometer la palabra en que es una prioridad.
¿Por qué no podemos esperar? Como última reflexión, quiero destacar el mensaje que Santiago Bilinkis, experto en Inteligencia Artificial y también expositor en ENADE 2024. Llevamos 30 años desde la última revolución tecnológica y todavía hay renuencia a que haya información, proceso y trámites en internet. Las nuevas tecnologías, incluida la Inteligencia Artificial, no nos van a dar más de tres años para adoptar los cambios y quien no lo haga, no solo se quedará rezagado en cuanto a desarrollo, sino que retrocederá a una velocidad estrepitosa. Guatemala puede emprender el cambio y los ejemplos exitosos existen en lo público y lo privado, pero hace falta adquirir el compromiso firme de querer el cambio y no solo ponerle adornitos a un dispositivo que desde hace mucho tiempo dejó de funcionar.
La revolución que nos hace falta es hacia la digitalización, pero para ello hay que dejar la añoranza de algo que fue y trabajar en la esperanza de lo que puede y debe ser.