En 1979, el profesor Michael Porter elaboró los primeros esbozos de lo que, por más de 45 años, ha sido la postura del foro Económico Mundial sobre el modelo de desarrollo que ha demostrado mayores resultados, el cual se basa en los pilares de la competitividad. A este primer esfuerzo se sumaron posteriormente las aportaciones de Jeffrey Sachs, siendo la base sobre la cual se creó el concepto actual que ha sido perfeccionado por Xavier Sala-i-Martin y Elsa Artadi. La Competitividad se define como “el conjunto de Instituciones, Políticas y Factores que determinan el nivel de productividad de una sociedad”.
Basta con echar una mirada a las cifras de más de 140 países para constatar que existe una relación positiva y exponencial entre mayores niveles de competitividad y una mayor productividad por trabajador. De acuerdo al WEF, “una economía competitiva es una economía productiva, y una mayor productividad conduce a niveles de ingresos más altos y, es de esperar, a un mayor bienestar. Las economías competitivas tienen más probabilidad de crecer de forma sostenible e inclusiva, lo que significa que todos los miembros de la sociedad se benefician con los frutos del crecimiento económico”.
Este modelo, validado a nivel de países, se ha vuelto un punto de referencia para evaluar la competitividad a nivel subnacional en Guatemala. Desde 2016, FUNDESA ha profundizado en la creación de un índice cuyo objetivo es replicar lo más posible esta metodología para otorgar una calificación en términos de competitividad a cada uno de los 340 municipios del país, los 22 departamentos, y las 9 Ciudades Intermedias y el Área Metropolitana.
Con una base de 43 indicadores que se alimentan de más de 20 fuentes oficiales, se construye el Índice de Competitividad Local (ICL), siendo una herramienta que permite destacar los mejores desempeños en el país, tanto a nivel general como en cada uno de los 12 pilares de la competitividad: Instituciones, Infraestructura, Adopción de Tecnología, Entorno Económico, Salud, Habilidades, Inversión Productiva, Mercado Laboral, Sistema Financiero, Tamaño de Mercado, Dinamismo de los Negocios, y Capacidad de Innovación.
Más allá de entrar en el detalle de los municipios que fueron reconocidos en la edición 2025 del ICL, quiero profundizar sobre tres lecciones aprendidas después de casi una década de hacer la medición:
Primero que todo, los esfuerzos por implementar mejoras requieren de un trabajo continuado que excede administraciones de gobierno. Quienes han logrado un mayor avance se destacan por haber fijado una agenda de largo plazo desde lo local, destinando los fondos públicos a prioridades que se definen desde el ámbito más próximo al ciudadano.
En segundo lugar, es importante destacar que la competitividad requiere mejorar en los pilares más básicos para generar posteriormente avances en los pilares más sofisticados. No puede haber competitividad sin instituciones fuertes, sin una infraestructura en buen estado, sin capacidad de adaptarse a las nuevas tecnologías, y sin un entorno económico certero y previsible. De igual forma, no se puede hablar de mercados amplios y dinámicos si primero no se invierte en la salud de la población y en la adquisición de competencias y habilidades a lo largo de toda la etapa formativa de niños y jóvenes.
Finalmente, los réditos de mayores niveles de competitividad se perciben en la capacidad productiva de los territorios. En 35 municipios se concentra el 50.45 % de la producción nacional (3.4 % del territorio, y 24.2 % de la población), con una productividad por habitante cercana a los $15,000 anuales, creciendo a casi el 8 % por año. Mejorar en la competitividad del territorio es apostar por una sociedad con bases sólidas sobre las cuales se fomenta el crecimiento, la inversión, el empleo y los ingresos de la población.
Quiero aprovechar este espacio para insistir en la importancia de tener información fiable y actualizada para evaluar los resultados de las políticas públicas. Reconocer los aciertos y alertar a tiempo los desaciertos será la base sobre la cual se creen espacios de confianza en los que confluyan los principales tomadores de decisión. Pensar en el desarrollo desde lo local es la única vía para planificar con tino y ejecutar con prestancia, ya que es en la esfera más cercana al ciudadano en donde los resultados son más perceptibles y sostenibles.
En 1979, el profesor Michael Porter elaboró los primeros esbozos de lo que, por más de 45 años, ha sido la postura del foro Económico Mundial sobre el modelo de desarrollo que ha demostrado mayores resultados, el cual se basa en los pilares de la competitividad. A este primer esfuerzo se sumaron posteriormente las aportaciones de Jeffrey Sachs, siendo la base sobre la cual se creó el concepto actual que ha sido perfeccionado por Xavier Sala-i-Martin y Elsa Artadi. La Competitividad se define como “el conjunto de Instituciones, Políticas y Factores que determinan el nivel de productividad de una sociedad”.
Basta con echar una mirada a las cifras de más de 140 países para constatar que existe una relación positiva y exponencial entre mayores niveles de competitividad y una mayor productividad por trabajador. De acuerdo al WEF, “una economía competitiva es una economía productiva, y una mayor productividad conduce a niveles de ingresos más altos y, es de esperar, a un mayor bienestar. Las economías competitivas tienen más probabilidad de crecer de forma sostenible e inclusiva, lo que significa que todos los miembros de la sociedad se benefician con los frutos del crecimiento económico”.
Este modelo, validado a nivel de países, se ha vuelto un punto de referencia para evaluar la competitividad a nivel subnacional en Guatemala. Desde 2016, FUNDESA ha profundizado en la creación de un índice cuyo objetivo es replicar lo más posible esta metodología para otorgar una calificación en términos de competitividad a cada uno de los 340 municipios del país, los 22 departamentos, y las 9 Ciudades Intermedias y el Área Metropolitana.
Con una base de 43 indicadores que se alimentan de más de 20 fuentes oficiales, se construye el Índice de Competitividad Local (ICL), siendo una herramienta que permite destacar los mejores desempeños en el país, tanto a nivel general como en cada uno de los 12 pilares de la competitividad: Instituciones, Infraestructura, Adopción de Tecnología, Entorno Económico, Salud, Habilidades, Inversión Productiva, Mercado Laboral, Sistema Financiero, Tamaño de Mercado, Dinamismo de los Negocios, y Capacidad de Innovación.
Más allá de entrar en el detalle de los municipios que fueron reconocidos en la edición 2025 del ICL, quiero profundizar sobre tres lecciones aprendidas después de casi una década de hacer la medición:
Primero que todo, los esfuerzos por implementar mejoras requieren de un trabajo continuado que excede administraciones de gobierno. Quienes han logrado un mayor avance se destacan por haber fijado una agenda de largo plazo desde lo local, destinando los fondos públicos a prioridades que se definen desde el ámbito más próximo al ciudadano.
En segundo lugar, es importante destacar que la competitividad requiere mejorar en los pilares más básicos para generar posteriormente avances en los pilares más sofisticados. No puede haber competitividad sin instituciones fuertes, sin una infraestructura en buen estado, sin capacidad de adaptarse a las nuevas tecnologías, y sin un entorno económico certero y previsible. De igual forma, no se puede hablar de mercados amplios y dinámicos si primero no se invierte en la salud de la población y en la adquisición de competencias y habilidades a lo largo de toda la etapa formativa de niños y jóvenes.
Finalmente, los réditos de mayores niveles de competitividad se perciben en la capacidad productiva de los territorios. En 35 municipios se concentra el 50.45 % de la producción nacional (3.4 % del territorio, y 24.2 % de la población), con una productividad por habitante cercana a los $15,000 anuales, creciendo a casi el 8 % por año. Mejorar en la competitividad del territorio es apostar por una sociedad con bases sólidas sobre las cuales se fomenta el crecimiento, la inversión, el empleo y los ingresos de la población.
Quiero aprovechar este espacio para insistir en la importancia de tener información fiable y actualizada para evaluar los resultados de las políticas públicas. Reconocer los aciertos y alertar a tiempo los desaciertos será la base sobre la cual se creen espacios de confianza en los que confluyan los principales tomadores de decisión. Pensar en el desarrollo desde lo local es la única vía para planificar con tino y ejecutar con prestancia, ya que es en la esfera más cercana al ciudadano en donde los resultados son más perceptibles y sostenibles.
EL TIPO DE CAMBIO DE HOY ES DE: