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¿No hay mal que dure cien años?

Carolina Castellanos
18 de junio, 2021

La tradición guatemalteca recoge un sinnúmero de dichos. Mi papá y mi abuela paterna eran muy “dicharacheros” y yo lo soy también, utilizando esa sabiduría recogida a lo largo de los años.

Un amigo me envió un texto que aparece en una de las obras de literatura hispana más grandes de la historia: “El Quijote de la Mancha”, escrita por Miguel de Cervantes y Saavedra, publicada en el año 1,605. El texto dice: “Querido Sancho: compruebo con pesar como los palacios son ocupados por gañanes y las chozas por sabios. Nunca fui defensor de reyes pero peores son aquellos que engañan a los pueblos con trucos y mentiras, prometiendo lo que saben que nunca les darán. País este, amado Sancho, que destronan reyes y coronan a piratas pensando que el oro del Rey será repartido entre el pueblo sin saber que los piratas solo reparten entre piratas”.

¡Han pasado cuatrocientos dieciséis años! O sea que la respuesta a la interrogante que encabeza este artículo es un absoluto ¡sí hay mal que dura cien años! La siguiente pregunta es ¿por qué? Nos engañan constantemente, volvemos a creer en los cantos de sirena y a confiar en que “ahora sí” se resolverán muchos de los problemas que aquejan a nuestra Guate.

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He insistido en diversos artículos que el problema es el sistema de gobierno. Está hecho para corromper, robar, “sacar de pobre” a los funcionarios a todo nivel, para aprovecharse de los cargos y obtener beneficios y privilegios y ceder a las presiones de los grupos desestabilizadores logrando así sus espurios objetivos. 

Un artículo reciente publicado en Panampost dice “¿Por qué Latinoamérica sigue apostando al fracaso y a la miseria socialista? Algunas de las respuestas dadas en el artículo son que muchos beneficios de nuestro sistema democrático y republicano no llegan a todos. Yo considero que también hay ignorancia que es aprovechada por los políticos de turno, logrando convencer a las masas, presas fáciles de ganar con los cantos de siempre.

La mala o ausente educación es, obviamente, una parte de la causa de esa ignorancia caracterizada por la falta de habilidad para razonar, analizar, entender y tomar decisiones con visión de futuro. Otra causal es la gran limitación con que cuentan muchos para optar a una mejor calidad de vida. Sin infraestructura educativa, vial, energética (se estima que aún hay dos millones de guatemaltecos que no tienen energía eléctrica), desnutrición, etc., es imposible lograr que tomen decisiones acertadas en su día a día, mucho menos al momento de elegir a los próximos gobernantes.

Quienes creemos en un sistema republicano con separación de poderes y sustentado en la libertad para decidir sobre nuestras vidas y nuestro futuro, vemos con frustración que esas vidas sumidas en la miseria económica e intelectual tienen limitadas las mismas libertades de las que gozamos los demás al vivir en este sistema de gobierno. Por supuesto, el mismo sistema está plagado de cortapisas, burocracia en exceso, controles incuantificables, tramitología ilimitada y una excesiva cantidad de leyes inútiles que solo benefician a quienes las propusieron y a su círculo cercano.

Resulta casi imposible entender por qué la necedad de crecer el tamaño de los gobiernos creando agencias, oficinas, dependencias y un largo etcétera, con objetivos “loables” pero imposibles de cumplir. Han pasado más de cuatrocientos años desde que Cervantes y Saavedra escribió ese magistral mensaje y aún seguimos creyendo que el próximo funcionario o gobierno entero lo hará mejor, cambiará las cosas y todos seremos felices con plenitud y vida en abundancia.

¿Qué se requiere para ya no aguantar otros cien, o cuatrocientos años y generar ese viraje de 180 grados para que Guatemala realmente cambie de rumbo? ¿Por dónde empezar? Esto da para cientos de horas de discusión, empezando por definir de qué lado del espectro ideológico se quiere estar. 

Enfocarse en la educación es fundamental. Es urgente traerla al siglo XXI, con tecnología incluida. Pero, si más del 90% del presupuesto del Ministerio de Educación se va en pago de salarios, es imposible. El movimiento sindical es la enorme piedra en el zapato.

Mientras tanto, somos pocos los que hemos tenido acceso a educación de alto nivel por lo que recae en nosotros la responsabilidad de crear empresas, empleos, pagar impuestos y ver cómo, año tras año, se desperdician en tantas cosas poco importantes, sacrificando las urgentes y necesarias.

¿Por dónde empezar? ¿Cuáles son las prioridades más apremiantes? ¿Cómo cambiar la mentalidad de tantos que se conforman con “seguirla pasando”, sea en la miseria o en la opulencia? Más aún, ¿cómo detener el paso de otros cien años?

¿No hay mal que dure cien años?

Carolina Castellanos
18 de junio, 2021

La tradición guatemalteca recoge un sinnúmero de dichos. Mi papá y mi abuela paterna eran muy “dicharacheros” y yo lo soy también, utilizando esa sabiduría recogida a lo largo de los años.

Un amigo me envió un texto que aparece en una de las obras de literatura hispana más grandes de la historia: “El Quijote de la Mancha”, escrita por Miguel de Cervantes y Saavedra, publicada en el año 1,605. El texto dice: “Querido Sancho: compruebo con pesar como los palacios son ocupados por gañanes y las chozas por sabios. Nunca fui defensor de reyes pero peores son aquellos que engañan a los pueblos con trucos y mentiras, prometiendo lo que saben que nunca les darán. País este, amado Sancho, que destronan reyes y coronan a piratas pensando que el oro del Rey será repartido entre el pueblo sin saber que los piratas solo reparten entre piratas”.

¡Han pasado cuatrocientos dieciséis años! O sea que la respuesta a la interrogante que encabeza este artículo es un absoluto ¡sí hay mal que dura cien años! La siguiente pregunta es ¿por qué? Nos engañan constantemente, volvemos a creer en los cantos de sirena y a confiar en que “ahora sí” se resolverán muchos de los problemas que aquejan a nuestra Guate.

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Un artículo reciente publicado en Panampost dice “¿Por qué Latinoamérica sigue apostando al fracaso y a la miseria socialista? Algunas de las respuestas dadas en el artículo son que muchos beneficios de nuestro sistema democrático y republicano no llegan a todos. Yo considero que también hay ignorancia que es aprovechada por los políticos de turno, logrando convencer a las masas, presas fáciles de ganar con los cantos de siempre.

La mala o ausente educación es, obviamente, una parte de la causa de esa ignorancia caracterizada por la falta de habilidad para razonar, analizar, entender y tomar decisiones con visión de futuro. Otra causal es la gran limitación con que cuentan muchos para optar a una mejor calidad de vida. Sin infraestructura educativa, vial, energética (se estima que aún hay dos millones de guatemaltecos que no tienen energía eléctrica), desnutrición, etc., es imposible lograr que tomen decisiones acertadas en su día a día, mucho menos al momento de elegir a los próximos gobernantes.

Quienes creemos en un sistema republicano con separación de poderes y sustentado en la libertad para decidir sobre nuestras vidas y nuestro futuro, vemos con frustración que esas vidas sumidas en la miseria económica e intelectual tienen limitadas las mismas libertades de las que gozamos los demás al vivir en este sistema de gobierno. Por supuesto, el mismo sistema está plagado de cortapisas, burocracia en exceso, controles incuantificables, tramitología ilimitada y una excesiva cantidad de leyes inútiles que solo benefician a quienes las propusieron y a su círculo cercano.

Resulta casi imposible entender por qué la necedad de crecer el tamaño de los gobiernos creando agencias, oficinas, dependencias y un largo etcétera, con objetivos “loables” pero imposibles de cumplir. Han pasado más de cuatrocientos años desde que Cervantes y Saavedra escribió ese magistral mensaje y aún seguimos creyendo que el próximo funcionario o gobierno entero lo hará mejor, cambiará las cosas y todos seremos felices con plenitud y vida en abundancia.

¿Qué se requiere para ya no aguantar otros cien, o cuatrocientos años y generar ese viraje de 180 grados para que Guatemala realmente cambie de rumbo? ¿Por dónde empezar? Esto da para cientos de horas de discusión, empezando por definir de qué lado del espectro ideológico se quiere estar. 

Enfocarse en la educación es fundamental. Es urgente traerla al siglo XXI, con tecnología incluida. Pero, si más del 90% del presupuesto del Ministerio de Educación se va en pago de salarios, es imposible. El movimiento sindical es la enorme piedra en el zapato.

Mientras tanto, somos pocos los que hemos tenido acceso a educación de alto nivel por lo que recae en nosotros la responsabilidad de crear empresas, empleos, pagar impuestos y ver cómo, año tras año, se desperdician en tantas cosas poco importantes, sacrificando las urgentes y necesarias.

¿Por dónde empezar? ¿Cuáles son las prioridades más apremiantes? ¿Cómo cambiar la mentalidad de tantos que se conforman con “seguirla pasando”, sea en la miseria o en la opulencia? Más aún, ¿cómo detener el paso de otros cien años?

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